Entre la enorme cantidad de incógnitas que todavía presenta el COVID-19, una de ellas es por qué en regiones que toman las mismas medidas de prevención los resultados varían. California y Nueva York son un ejemplo en los Estados Unidos, y una explicación posible es la gran densidad de población que tiene la ciudad de Nueva York. Se sabe también que los adultos mayores son población especialmente vulnerable debido a que el sistema inmunológico es más débil a partir de los 50 años. Y según un informe del Instituto Nacional de Salud de Italia, casi uno de cada cinco muertes de infectados por el coronavirus se asoció a enfermedades preexistentes como hipertensión, diabetes y problemas coronarios, respiratorios o renales.
En busca de pistas para esas incógnitas sobre las diferencias regionales que muestra la pandemia, un estudio de la Universidad de Manchester e Imperial College London, en cooperación con la Universidad de Wyoming y la del Sur de California, comparó la cantidad de muertes en 14 países (Italia, España, China, Estados Unidos, Francia, Irán, Reino Unido, Holanda, Alemania, Bélgica, Suiza, Corea del Sur, Brasil y Suecia) en relación a doce factores de salud, ambientales y económicos: diabetes, cáncer, tabaquismo, sedentarismo, hipertensión, obesidad, colesterol alto, población de más de 65 años, población de 15 a 64 años, emisiones de dióxido de carbono per cápita, producto interno bruto e ingreso nacional bruto.
“Nuestro análisis estadístico indica que, entre las 12 variables, el porcentaje de diabetes en el total de la población y la cantidad de personas de más de 65 años se correlacionan robustamente con la cantidad total de muertes”, concluyeron el ingeniero y estadístico Nima Shokri y sus colegas.
Es posible que a medida que la pandemia avance algunos de esos 12 valores comparativos cambien, pero la tendencia que identificaron los autores tiene comprobaciones cotidianas en los hospitales, al punto que la Asociación Nacional de Diabetes de los Estados Unidos (ADA) incluyó un apartado en su sitio sobre el tema: “La gente con diabetes no tiene más probabilidades de contraer COVID-19 que la población en general. El problema que enfrentan las personas con diabetes es principalmente un problema de consecuencias peores”.
Tras citar cifras de China, donde se comprobaron “tasas mucho más altas de complicaciones serias y de muertes entre la gente con diabetes” que entre los demás, la ADA recordó que “en general, las personas con diabetes tienen más probabilidades de sufrir síntomas severos y complicaciones cuando están infectadas por un virus”.
Entre los factores que detalló la asociación se destacan el aumento de la inflamación, que es exactamente lo mismo que sucede con niveles de azúcar en sangre elevados, lo cual genera un ciclo de complicaciones, y la cetoacidosis diabética (CAD), una descompensación grave que impide regular los niveles de electrolitos, algo fundamental para controlar la sepsis. “La sepsis y el shock séptico son algunas de las complicaciones más serias que algunas personas con COVID-19 han experimentado”, agregó, lo cual hace más vulnerables a los diabéticos.
Si se considera sólo la incidencia entre las personas que murieron de COVID-19 (no aquellas que sufrieron complicaciones graves pero las superaron), como hizo el estudio de Shokri, “la diabetes fue la segunda condición más común entre los pacientes: el 35,5% sufría la enfermedad”, explicó Business Insider. La primera fue la hipertensión.
Al hacer una comparación visual de los datos, se observó que los países con más población mayor de 65 años y con mayor cantidad de diabetes (Italia, España, Reino Unido, Estados Unidos) se ubicaban en el extremo superior derecho del cuadro: la mayor cantidad de muertos por COVID-19. “Este trabajo destaca la importancia de integrar las variables regionales específicas en los esfuerzos de crear modelos para proyectar cómo puede el virus influir en distintas partes del mundo”, agregaron los científicos.
Por ejemplo, la obesidad, que es un problema de menor incidencia en Alemania o Corea del Sur que en los Estados Unidos, no se puede considerar por igual en los modelos de los tres países. De hecho, en el mayor estudio realizado al momento sobre personas hospitalizadas por el SARS-CoV-2 en los Estados Unidos demostró que en la ciudad de Nueva York el grupo más numeroso de internados fue de mayores de 65 años y el segundo más numeroso fue de personas con un índice de masa corporal mayor a 30, lo que se considera obesidad.
El estudio de Shokri y colegas partió de considerar que, dada la alta tasa de contagio del nuevo coronavirus (entre 2,5 y 2,9, que no sólo está lejos de ser menor que 1, lo cual indica el comienzo del fin de la pandemia, sino que es incluso más alta que la de la gripe española, de entre 1,7 y 2), “en muchos países del mundo se desencadenó la aplicación de una serie de intervenciones no farmacológicas como un intento de controlar y suprimir la propagación”. Medidas que, a su vez, causaron una gran crisis económica global. Ante la urgencia de mantener y reabrir las sociedades, los factores sanitarios, ambientales y hasta culturales pueden influir las decisiones de las autoridades globales.
“La aplicación de medidas de distanciamiento social similares en diferentes regiones del mundo puede tener una eficacia diferente debido a los efectos de otras variables que influyen en la vulnerabilidad de una región o país específicos ante el COVID-19”, concluyó el trabajo. “La identificación de las variables económicas, ambientales, sanitarias y sociales que afectan a la vulnerabilidad de las personas de las distintas regiones a este devastador virus es importante para idear una respuesta apropiada y meditada para hacer frente a la pandemia”.
También el estudio sobre personas hospitalizadas en los Estados Unidos comprobó resultados similares. Realizado por investigadores de la Escuela Grossman de Medicina de la Universidad de Nueva York (NYU), halló que la edad y las condiciones crónicas (entre las cuales citó “enfermedad cardiovascular, diabetes y obesidad en particular”) son “los factores principales que condujeron a la internación de pacientes de COVID-19”.
Realizado sobre 4.103 personas admitidas en hospitales entre el 1 de marzo y el 2 de abril, concluyó: “Los factores de riesgo que identificamos para la hospitalización [por COVID-19] son en gran medida similares a los asociados con cualquier tipo de enfermedad grave que requiera hospitalización o atención en terapia intensiva, aunque nos sorprendió que el cáncer y las enfermedades pulmonares crónicas no aparecieran de forma más prominente en los modelos de riesgo”, subrayaron. “Por ejemplo, aunque la edad avanzada fue por mucho el predictor más importante de la hospitalización", advirtieron, "el 54% de los pacientes hospitalizados eran menores de 65 años”. Entre ellos, la obesidad y la diabetes resultaron los factores desencadenantes.
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