A diferencia de los datos de, por ejemplo, un partido de tenis o de basquet, o de unas elecciones nacionales, la información con que se cuenta para estimar cómo avanza, o cómo se controla, la pandemia del COVID-19 no es tan exacta. Ni siquiera proviene de una muestra representativa, como las encuestas que permiten saber qué marca de refrescos prefieren los consumidores: en general sólo se hacen análisis del nuevo coronavirus en personas que tienen síntomas o que estuvieron cerca de alguien infectado, o entre grupos como los trabajadores de la salud o los policías, expuestos cotidianamente al contagio. De manera adicional, los distintos países tienen diferentes criterios para contabilizar sus casos y sus muertos.
Eso lleva a una conclusión inquietante: “La cantidad de casos informados de COVID-19 no es un indicador muy útil de nada, excepto que uno sepa algo sobre el modo en que se realizan los análisis”, escribió Nate Silver en FiveThirtyEight, el sitio de periodismo de datos que fundó.
“De hecho, en algunos casos los lugares con menor número de casos nominales pueden estar peor”, señaló el autor de The Signal and the Noise: Why So Many Predictions Fail — But Some Don’t. “En general, una gran cantidad de análisis se asocia con una infraestructura médica más robusta y una respuesta más hábil del gobierno al coronavirus. Los países que realizan muchas tests también tienden a tener bajas tasas de mortalidad”. Ilustró: “Alemania, por ejemplo, que realiza unos 50.000 análisis por día —siete veces más que el Reino Unido— tiene más del doble de casos notificados que el Reino Unido, pero también ha tenido sólo alrededor de un tercio de las muertes”.
Hay otros factores que complican la utilidad de las cifras, y dejan a la ciudadanía mirando una serie de números que crece y que, sin el contexto adecuado, se puede malinterpretar. Entre esos factores se destaca la demora de unas dos semanas en la notificación de los datos, ya que ese es el tiempo promedio que el SARS-CoV-2 tarda en causar síntomas: cuando se conoce que una persona está infectada, ya pasó 14 días infectando a otras, que a su vez infectaron a otras, y así. La cifra ya no sería 1 sino que estaría más cerca de 15, debido a la tasa exponencial de contagio.
Pero quizá el problema principal de las estimaciones actuales son las limitaciones materiales para realizar los análisis. Su objetivo no es juntar datos fieles, sino emplear los recursos escasos del sistema de salud —comenzando por el mismo kit de testeo— primero en los enfermos que más lo necesitan. No se está haciendo una suerte de censo o encuesta: se está tratando de evitar la mayor cantidad de muertes posibles.
“Un forense de Indiana quiso saber si el coronavirus había matado a un hombre a principios de marzo, pero dijo que el Departamento de Salud negó un análisis. Los paramédicos de la ciudad de Nueva York dicen que muchos pacientes que murieron en sus casas nunca se hicieron la prueba del coronavirus, aun si mostraban signos inequívocos de infección", cito casos The New York Times. De hecho, Nueva York se dispone a revisar sus criterios de clasificación de fallecimientos domiciliarios, ya que se multiplicaron por más de 10: allí el 6 de abril, por ejemplo, hubo 280, según el Departamento de Bomberos, pero la cifra promedio es de 25, informó NPR.
Siguió el Times: “En Virginia, el director de una funeraria preparó los restos de tres personas después de que los trabajadores de la salud le advirtieran que todas habían dado positivo en el test del coronavirus; sin embargo, sólo uno de los tres lo tenía anotado en el certificado de defunción. En todo Estados Unidos, aunque las muertes por coronavirus se registran en cifras aterradoras —muchos cientos cada día— la cantidad verdadera es probablemente mucho mayor”.
En realidad eso sucede probablemente en la mayoría de los países. FiveThirtyEight hizo una proyección del mejor y el peor escenario en los Estados Unidos y encontró que la cantidad de casos detectados podría ser entre dos y 100 veces inferior a la real. Y un trabajo de Imperial College London calculó que la cifra real de personas infectadas por el coronavius al 30 de marzo en el Reino Unido podría oscilar entre 800.000 y 3,7 millones, mientras que las estadísticas oficiales hablaban de 22.141 ese día.
Las variaciones —desde capacidad de testeo hasta criterios con que se extienden los certificados de defunción— hacen que cualquier análisis pueda errar gravemente. “O peor aun, podría orientarse en la dirección opuesta a lo que realmente sucede. Un país en el que el número de casos aumenta porque hace más análisis, por ejemplo, podría en realidad estar controlando su epidemia. En cambio, en un país donde el número de nuevos casos informados baja la situación podría estar empeorando, bien porque su sistema está abrumado o bien porque disminuye la cantidad de pruebas por razones de relaciones públicas”, mostró Silver.
Inclusive las comparaciones entre países, que permitirían cambios de estrategias políticas claves para la salud de una comunidad, pierden solidez. Según el mismo estudio de Imperial College London, al inferir la cifra real de contagiados (con o sín síntomas) a partir del número de muertes identificadas se obtiene un margen de diferencia de unas 20 veces entre, por ejemplo, los países que hacen un mejor trabajo sanitario, como Noruega, y uno peor, como el Reino Unido.
Silver lo puso en números: “Eso significa, por ejemplo, que en un país que reporta 1.000 casos de COVID-19, podría haber en realidad 5.000 personas infectadas, y que en otro país que reporta 1.000 casos, ¡podría haber 100.000!”.
Más allá de la diferente voluntad política de distintos gobierno, la matemática de una pandemia no es sencilla. “Todavía discutimos la cantidad de muertes de la gripe española de 1918″, dijo a The New York Times Stéphane Helleringer, profesor de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins. “Podría llevar mucho tiempo", agregó, sobre la posibilidad de tener cifras confiables sobre el COVID-19. “No se trata solo de que los datos sean caóticos, sino también de que los efectos de una pandemia son muy complejos”.
FiveThirtyEight analizó en detalle algunas de esas complejidades. “El número más importante en cualquier modelo epidemiológico es R, o la media de reproducción, que es la cantidad de personas a las que alguien infectado transmite la enfermedad hacia la siguiente generación” del virus, que se ha estimado se crea cada cinco días en el caso del SARS-CoV-2. “Por ejemplo, si una enfermedad tiene una R de 3, significa que cada persona infectada la transmite a otras tres. Así, un caso inicial se convierte en tres personas recién infectadas, que se convierte en nueve personas, que se convierte en 27 personas, que se convierte en 81 personas, y así sucesivamente”.
Hay una R básica y una R efectiva, ya que en algunos lugares —un crucero, el metro de Nueva York, un hogar de ancianos— la concentración de población o las características particulares del grupo hacen que la tasa efectiva varíe en relación a la general. Pero en todo caso el objetivo es siempre lograr que R sea menor que 1, “lo que significa que una enfermedad comienza a extinguirse en una población”, interpretó Silver.
Para mostrar hasta qué punto puede variar el curso de una pandemia como la actual, imaginó tres escenarios. Si bien la tasa de reproducción que la Organización Mundial de la Salud otorgó a este coronavirus es de entre 2 y 2,5, otras fuentes —Imperial College London entre ellas— calcularon una R peor, de 3. Silver tomó 2,6 como criterio y emprendió sus cálculos.
Si nada se hace, ese es el crecimiento de la pandemia: por cada 100 infectados habrá 260, que infectarán a 676, que infectarán a 1.757, que infectarán a 4.570 y así...
Luego calculó el impacto de algunas medidas: los comercios cierran, la gente que puede trabaja desde su casa, se cancelan los eventos públicos y las reuniones de muchas personas, se evitan los contactos innecesarios y en general se tiene más cuidado: R cae a 1,4 en ese caso.
Por último, en un cierre al estilo de Wuhan (la ciudad china donde comenzó el brote) o una cuarentena obligatoria, la tasa de reproducción llega por fin debajo de 1: R es igual a 0,7, calculó Silver. “Es decir que la enfermedad comienza a desaparecer”.
Muchos elementos generan desacuerdos sobre estos cálculos, advirtió: desde la efectividad de las distintas medidas hasta la cantidad de personas asintomáticas (que se estima podría llegar hasta un 30% de los casos de COVID-19), pasando por el tiempo que se tarda en lograr en la vida real que a alguien se le haga el análisis hasta la falibilidad de los kits de testeo, que en algunos lugares fue grande.
Hace pocos días la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos autorizó el uso de emergencia de una prueba de coronavirus que busca anticuerpos en la sangre, en lugar del hisopado que recoge partículas del virus de la nariz o la garganta. El fin es mejorar las estimaciones (esa serología puede identificar si alguien se contagió en el pasado aun si no mostró síntomas) y reducir el margen entre los casos confirmados y los casos no identificados.
También el Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC) de ese país intentó aportar a una mejor recolección de datos al indicar que el COVID-19 “se debería informar en los certificados de defunción de todos los fallecidos en los cuales la enfermedad causó o se presume causó o que contribuyó a su muerte”.
Por ahora, un recuento preciso de las víctimas de la pandemia parece difícil. "En los Estados Unidos realmente solo estamos viendo la punta del iceberg, y mucho tiene que ver con los análisis que tenemos disponibles” dijo a CNN Panagis Galiatsatos, médico de cuidados intensivos respiratorios que trabaja en el Centro Médico Bayview de Johns Hopkins.
En el plano internacional sucede algo similar, coincidió Bharat Pankhania, profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Exeter en el Reino Unido: “En los países con testeo escaso, podría existir un margen enorme entre los casos confirmados y los no identificados”. Es que el virus hace eso que los virus hacen, subrayó: “Es altamente transmisible, infeccioso y capaz de causar enfermedad. Así que podemos esperar un trastorno global importante que dure mucho tiempo, y es mejor decirlo ahora”.
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