Los protocolos para comenzar a trabajar sobre los pacientes de coronavirus con plasma convaleciente ya arribaron a la Argentina y están en poder del Ministerio de Salud. Laura Bover es una doctora argentina graduada en química biológica de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, doctorada en el Instituto Leloir (en su tiempo Fundación Campomar) y disparó a fines de marzo la inquietud que ha reunido hasta hoy a más de 70 profesionales interdisciplinarios del mundo en un grupo autodenominado CPC-19 (Convalescent Plasma COVID- 19) a fin de trabajar con un sistema de código abierto colaborativo para elaborar un protocolo de emergencia para la utilización del plasma de pacientes convalecientes. Este grupo ha basado el inicio de su trabajo en los protocolos que hizo públicos el Dr. Arturo Casadevall, investigador de Johns Hopkins University, en Baltimore, y que serán usados en nuestro país.
Bover se desempeñó por más de 25 años en el Instituto Leloir, donde integró el grupo pionero en inmunoterapia, bajo la mentoría del premio Nobel César Milstein. En el año 2002 emigró a Estados Unidos para trabajar en la Universidad de Texas, en el MD Anderson Cancer Center, el más relevante hospital de la disciplina en el mundo. Ella indicó a Infobae: “Cuando comenzaron los primeros casos en China tuve la expresión de deseo de que se estuviera reuniendo plasma de los pacientes que se iban curando; cuando comenzó a expandirse, mi preocupación se volcó a Argentina porque tengo amigos, familia, mis hijas, mis nietos están allí. Empecé a derivar mi inquietud por la recolección de plasma en mi país”.
Lectora voraz de las informaciones científicas en la materia, cuando detectó que en el Hospital El Cruce de Florencio Varela había dos recuperados, se puso en contacto con una colega que trabaja en él y presentó su duda: qué se haría con el plasma de los convalecientes. Así empezó esta aventura sin fines de lucro con decenas de profesionales de todo el mundo que ad honorem se comprometen hasta la mitad de la madrugada para desarrollar en conjunto un protocolo.
El plasma es una parte de la sangre que queda cuando, al extraerla, decantan los glóbulos rojos y blancos. La parte líquida, sin células, que suele ser de tono amarillo, es el plasma. “Cuando una persona se infecta con un virus, patógeno o microorganismo que lo enferma –explica la especialista–, la primera respuesta parte del sistema inmune. Este produce anticuerpos con las células de los glóbulos blancos. Se trata de moléculas que van a defender al cuerpo de aquello que lo enferma. Esos anticuerpos específicos van a atacar directamente al virus. Si bien tenemos anticuerpos para defendernos de otros padecimientos producto de las vacunas, necesitamos que nuestro sistema inmune prepare y tenga listos para usar anticuerpos para el COVID-19. Como aún no tenemos vacunas para él –y, por ende, no tenemos anticuerpos–, cuando el virus llega la persona se enferma. Cuando un sujeto se cura, más allá de la medicación que haya recibido, desarrolló esos anticuerpos que lo ayudaron a curarse”.
—¿Los poseen, entonces, todos aquellos que se han curado?
—Efectivamente, quienes ya han pasado por este proceso tienen en su cuerpo un montón de anticuerpos específicos que pueden ayudar a otros pacientes que siguen enfermos.
—A partir de esto, se diseña la propuesta del grupo que lidera.
—Así es, pero lo que estamos proponiendo no es nuevo. Es historia antigua, se usó en otras pandemias y en el país el doctor Julio Maiztegui, médico y epidemiologista argentino, fue el primero en usar esta metodología para tratar desde 1971 a pacientes con fiebre hemorrágica causada por el virus Junín, disminuyendo la mortalidad de 30% a 1%. Obtuvo el plasma de los recuperados y se lo administró a los que cursaban la enfermedad. Se usó en otras pandemias, por ejemplo contra el ébola, contra la gripe H1N1 y para distintas infecciones con otras mutaciones de coronavirus que no son la actual.
—¿Se pueden esperar los mismos índices de éxito?
—No lo sabemos porque la respuesta es diferente en cada virus. En éste estamos aprendiendo, no sabemos cuántos anticuerpos tienen los pacientes que se recuperaron. Necesitamos saber la densidad y detectar de esos anticuerpos la presencia de los que van a impedir al virus entrar al pulmón (anticuerpos neutralizantes), por ejemplo, y qué cantidad de anticuerpos específicos. Estos atacan directamente al virus, en tanto los neutralizantes impiden que se genere un cuadro más grave.
El proceso hacia el protocolo
Inquieta por los recuperados de Argentina, empezó a tomar contacto con colegas. El sábado 28 de marzo pasado en el Hospital Metodista, uno de los que integran el Centro Médico de Texas, se empezó a transfundir plasma a dos pacientes enfermos severos obtenido de donación. Ya hay 10 pacientes en esa instancia. Un día después de aquel hecho, Bover armó un grupo de Whatsapp (CPC-19) con 52 profesionales, que ya se agrandó hasta superar los 70, para empezar a trabajar este concepto localmente. Tomó contacto con el doctor Daniel Fontana, coordinador de la Dirección de Sangre y Hemoderivados del Ministerio de Salud de la Nación, quien expresó su interés de sumar la colaboración del equipo liderado por Bover al que ya existía en funcionamiento con el mismo propósito en el espacio público.
—¿Cuál fue el paso siguiente?
—Para donar sangre se necesita un protocolo médico escrito que asegure al donante que es seguro el proceso y, además, ese protocolo debe ser acompañado por un consentimiento informado puesto que la donación ha de ser voluntaria. Nadie puede obligar al sujeto a donar el plasma. Por otra parte se requiere otro protocolo para que, obtenido el plasma, se investigue si los anticuerpos que posee son los específicos contra el virus y/o neutralizantes. Sigue un tercer protocolo dedicado al enfermo. Si el médico que lo trata considera que esta alternativa puede ser de valor para su tratamiento, el paciente debe dar el consentimiento escrito para recibir la donación de plasma.
—¿En qué punto del proceso se encuentran?
—Desde el pasado 29 a hoy fuimos elaborando con el equipo, divididos en subgrupos, el protocolo del donante y al que caracteriza al plasma donado como óptimo porque cuenta con los anticuerpos requeridos para el SARS-CoV2. Esto fue terminado el pasado domingo y fue enviado al Ministerio de Salud de la Nación, donde se nos informo que fue transferido al equipo científico interno que se encuentra trabajando en la misma línea para dar publicidad a un protocolo centralizado lo más pronto posible. En tanto nosotros estamos elaborando el protocolo de administración al enfermo. Tanto éste como el del donante son protocolos que han sido supervisados por los especialistas correspondientes: para el primero, hemoterapeutas. Para el del paciente están trabajando médicos argentinos, especialistas en bioética, infectólogos, etc.
—¿Todo paciente curado puede donar su plasma?
—No, y tampoco todo plasma servirá a estos fines. Por ello es que entre los pasos que se deben hacer se encuentra el del protocolo de la muestra obtenida a fin de corroborar sus índices de anticuerpos.
—¿En qué casos podría aplicarse esta alternativa?
—La utilización de plasma convaleciente (de sujetos recuperados) se daría en el caso de pacientes que no respondieran a las terapias aprobadas de emergencia por el Ministerio de Salud de la República Argentina. Esta terapia también de emergencia consistiría en el uso inmediato potencial o uso compasivo de plasma de pacientes convalecientes recuperados, que hayan padecido COVID-19, debida a infección con el virus SARS CoV-2.
—¿Qué es lo que demora la aplicación?
—Creo que solamente resta la formalidad de emitir un protocolo consensuado desde el Ministerio de Salud de La Nación que, estimo, será inminente, en virtud del avance profuso que nuestro grupo ya ha hecho en pos de ello. Pacientes recuperados y entidades médicas que cuentan con convalecientes nos han contactado ya para expresar sus disposición para concretar la donación de plasma. De modo que nos parece que es urgente la salida del protocolo desde la Dirección de Sangre y Hemoderivados del Ministerio de Salud de la Nación para satisfacer la inquietud de esos centros de salud que ya cuentan con pacientes dispuestos a iniciar el proceso y no saben bien cómo manejarse con el plasma. La administración será otro punto, pero no deberíamos perder la oportunidad de almacenar ese plasma disponible.
—¿Qué resultados pueden esperarse?
—Podremos empezar a conocerlo en las próximas semanas, ya que por el momento no se obtuvieron resultados clínicos. En Estados Unidos comenzó a implementarse la semana pasada en pacientes compasivos, que ya no responden a la medicación.
El grupo encabezado por la doctora Bover cuenta con profesionales como el Dr. Gabriel Rabinovich, director del Laboratorio de Inmunopatología del IBYME, la doctora Inés Bravo, jefa de Medicina Translacional del Hospital El Cruce de Florencio Varela, la doctora Florencia McAllister, inmunóloga y oncóloga argentina, directora del Laboratorio de Inmunología y Respuesta Inmune del MD Anderson en Texas, el biólogo Carlos Cimmino del Instituto Nacional de Epidemiología Juan Jara, de Mar del Plata, la Dra. Viviana Rotbaum, hemoterapeuta de la Fundación Hemocentro Buenos Aires, la doctora Graciela Remondino, inmunóloga, el físico médico Ricardo Ruggeri, de Leben Salud, Neuquén, y una lista de profesionales del INTA Castelar, Instituto Malbrán, IBYME, Htal. Centenario de Rosario, Children’s Hospital de Pennsylvania, Clínica Pueyrredón de Mar del Plata, clínicas de Neuquén y de Uruguay, etc.
Entrevista: Flavia Tomaello
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