La primera señal se vio en Achaogen, una startup dedicada exclusivamente a los antibióticos, que pasó 15 años en el desarrollo de la plazomicina. Zemdri —su nombre comercial— fue la primera droga capaz de eliminar las enterobacterias resistentes a los carbapenemas, que son el terror de las unidades de terapia intensiva y pueden matar a la mitad de las personas a las que infectan. En junio de 2018 la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos la aprobó.
Pero lo que aparentaba ser una señal de éxito de la investigación y el desarrollo de fármacos —la Organización Mundial de la Salud, OMS, incluyó a Zemdri en su lista de “nuevas drogas esenciales”—se convirtió en el canario en la mina.
En los primeros seis meses las ventas de Zemdri llegaron a USD 1 millón, un fracaso dada la inversión enorme que costó su creación, informó Bloomberg. En abril de 2019 Achaogen se declaró en quiebra. Poco después Aradigm, otro laboratorio especializado en antibióticos, este en los que tratan enfermedades respiratorias graves, siguió ese camino.
Los peso pesados, como Novartis y Allergan, comenzaron a concentrarse en la investigación de drogas más rentables. En los Estados Unidos, muchas de las empresas dedicadas a agentes antimicrobiales que siguen en pie tienen problemas de solvencia, y una de las mayores, Melinta Therapeutics, advirtió que puede agotar sus recursos en breve.
“El mundo se está quedando sin antibióticos útiles debido a que el aumento en la resistencia de las bacterias los está desvirtuando, y las grandes compañías no se inclinan por hacer otros. Sólo en 2018 tres grandes firmas farmacológicas cerraron sus programas de investigación en antibióticos”, reseñó Wired. Así que el colapso de aunque sea un pequeño negocio que avanzaba en la búsqueda de nuevos antibióticos es un golpe".
Actualmente las infecciones resistentes a los antibióticos matan a 700.000 personas en el planeta, estimó un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). “En el escenario más alarmante esa cifra podría aumentar a 10 millones de muertes al año hacia 2050”, agregó el texto.
Se trata de un problema que excede la salud pública, subrayó la ONU: “El daño económico causado por la resistencia no controlada a los antimicrobianos podría ser comparable al de la crisis financiera mundial de 2008-2009 debido al aumento espectacular de los gastos en atención sanitaria, al impacto en la producción de alimentos, el comercio y los medios de vida, y al aumento de la pobreza y la desigualdad”.
Y no se tratará de un problema que afecte sólo a las poblaciones más vulnerables en los países en desarrollo: actualmente, según el Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos, 2,8 millones de personas en ese país sufren infecciones de bacterias resistentes a los antibióticos cada año, y 35.000 mueren por eso.
En la medida en que algunas bacterias como la de la neumonía, la E. coli y, el ántrax y numerosos microorganismos que infectan la piel vuelven inútiles las drogas que se desarrollaron desde el siglo XX, ¿qué sucede si el negocio no funciona y la investigación se cierra?
“Esta es una crisis que nos debería alarmar a todos”, dijo a The New York Times Helen Boucher, especialista el Centro Médico Tufts y miembro del Consejo Presidencial sobre la Lucha contra Bacterias Resistentes a los Antibióticos. “Uno nunca le diría a un paciente de cáncer: ‘¿Por qué no prueba con esta droga de la década de 1950, y si no funciona seguimos con una de los ’80s?’”, ironizó Kevin Outterson, director ejecutivo de CARB-X, una organización privada que gestiona dinero público para la investigación de la resistencia antimicrobiana. “Con los antibióticos lo hacemos”.
Desde el punto de vista de las empresas, la cuestión se explica porque los antibióticos se recetan durante días o semanas, “a diferencia de las medicinas para enfermedades crónicas como la diabetes o la artritis reumatoidea, que han sido súper taquilleras”, explicó el Times, y muchos hospitales se han resistido a pagar precios altos por las nuevas terapias".
Un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburg analizó el caso de Achaogen como una advertencia para el el porvenir inmediato: con ventas de USD 101 millones, en lugar de los USD 1.000 millones necesarios para hacer viable la droga, Zemdri “es un comentario escalofriante sobre el futuro del desarrollo de los antibióticos”, escribió Cornelius Clancy, autor principal del trabajo e investigador de enfermedades infecciosas.
No poder tratar una infección afecta mucho más allá de lo que se supondría a primera vista: “Sin antibióticos contra las bacterias y los hongos cada vez más resistentes, es posible que buena parte de la medicina moderna se vuelva impracticable, incluidas las quimioterapias contra el cáncer, el transplante de órganos y las cirugías abdominales de alto riesgo", ilustró Clancy.
Los expertos en salud pública con los que habló el periódico de Nueva York coincidieron en que la crisis demanda la intervención del gobierno. “Entre las ideas que tienen un apoyo amplio están un aumento de los reembolsos para nuevos antibióticos, financiación federal para almacenar una reserva de drogas efectivas contra gérmenes resistentes e incentivos que podrían brindar la ayuda que tanto necesitan las startups y volver a atraer a los gigantes de los fármacos”, explicó el Times. “A pesar del apoyo bipartidario, la legislación para abordar el problema ha languidecido en el Congreso”.
Hay también factores ajenos al mercado de capitales que empeoran la situación. Luego de haber pasado décadas de uso excesivo de antibióticos, ahora los médicos son cuidadosos a la hora de recetarlos. Y los hospitales, que siempre intentan recortar gastos, se aferran a los genéricos que salen unos pocos dólares por pastilla, ya que muchas de las nuevas drogas son caras.
Puso como ejemplo el Times: “Un ciclo típico de Xerava, un antibiótico recientemente aprobado que ataca infecciones resistentes a diversas drogas, puede costar unos USD 2.000. Tetraphase, con sede en Watertown, Massachusetts, han luchado por lograr que los hospitales adopten Xerava, cuyo descubrimiento y desarrollo hasta el mercado llevó más de una década”.
Dar con nuevos componentes es difícil: en los últimos 20 años hubo muchas variaciones sobre antibióticos preexistentes, pero sólo dos nuevas clases. “En la década de 1980 había 18 compañías farmacológicas importantes desarrollando antibióticos nuevos; hoy hay tres”, concluyó el texto. Y es, también, costoso: desde la idea hasta la receta se pueden necesitar unos USD 2.600 millones.
Como parte de la bancarrota, Achaogen vendió su equipo de laboratorio y los derechos de Zemdri por USD 16 millones. Muchos de sus científicos han cambiado de rubro dentro del área de investigación, y han pasado a campos más lucrativos como la oncología.
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