¿Conseguiremos descarbonizar la industria para 2050?

Por Pedro Linares, José Pablo Chaves y Timo Gerres

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Imagen de archivo de las
Imagen de archivo de las humeantes chimeneas de una planta energética a carbón cerca de Belchatow, Polonia. (REUTERS/Kacper Pempel)

La primera propuesta de la agenda política de la próxima presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, es el European Green Deal. Se trata de una apuesta por la descarbonización de la economía europea que sea capaz de generar oportunidades para el empleo y el desarrollo económico.

Por una parte, este Green Deal pretende alcanzar la neutralidad climática en 2050. Por otra, requiere, y así lo ha expresado von der Leyen, ir acompañado de un nuevo mecanismo de protección frente a la fuga de emisiones y de una nueva estrategia industrial.

La política actual europea, tanto climática como industrial, no garantiza cumplir con este ambicioso reto. Ni siquiera dar pasos significativos en la dirección correcta.

El actual régimen de comercio de emisiones europeo (RCDE UE) trata de marcar el camino para la descarbonización de los sectores industriales (y eléctrico) en Europa al establecer un precio por emitir CO₂.

Este sistema fue considerado poco efectivo durante los primeros años por los bajos precios que generaba. En el último año ha visto cómo, gracias a algunas modificaciones en su diseño, ha subido el precio hasta niveles que ya sí son percibidos como relevantes por la industria.

Falta inversión en tecnologías bajas en carbono

Sin embargo, lo anterior no significa que las industrias estén recibiendo señales efectivas para realizar inversiones en tecnologías más bajas en carbono.

La incertidumbre de los precios y el mecanismo de protección ante la fuga de carbono diseñado por la Comisión (la asignación gratuita de permisos de emisión) hacen que los sectores industriales no vean un incentivo claro para estas nuevas inversiones.

(Shutterstock)
(Shutterstock)

Y sin inversiones en nuevas tecnologías no será posible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la industria. Estas suponen actualmente un 16 % del total de emisiones en Europa.

Planificar y realizar las inversiones lleva tiempo. Y teniendo en cuenta su larga duración, es preciso comenzar ya si se quiere alcanzar el objetivo de neutralidad climática para 2050.

Es imprescindible diseñar de inmediato un entorno en el que los distintos sectores industriales cuenten con incentivos tanto para reducir sus emisiones como para seguir compitiendo a nivel global.

Un mercado para materiales bajos en carbono

La Plataforma Europea de Materiales Amigables con el Clima, en la que participa el Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad Pontificia Comillas, junto con instituciones de Reino Unido, Alemania, Hungría, Holanda, Polonia, Francia, Suecia, Bélgica y Francia, lleva trabajando unos años para tratar de diseñar un marco regulatorio integrado, amplio y coherente.

El objetivo es que se puedan desarrollar mercados para materiales bajos en carbono y se desincentive el uso de aquellos más perjudiciales para el clima.

Un marco que, además, asegure la competitividad global de la industria europea y la creación de empleo, evite la deslocalización industrial y contribuya así al European Green Deal propuesto por von der Leyen.

Members of the European Parliament
Members of the European Parliament take part in a voting session in Strasbourg, France, November 28, 2019. MEP's voted on thursday on a "climate emergency" resolution ahead of a United Nations climate conference in Madrid and on the European Parliament stance for the UN COP25 climate conference. REUTERS/Vincent Kessler

En nuestro último informe planteamos cinco instrumentos que, en conversaciones con la industria y la administración, tanto a escala nacional como europea, ofrecen posibilidades muy interesantes para constituirse en los elementos básicos de este marco integrado:

  • Contribución Climática. Un nuevo impuesto similar al IVA sobre los materiales intensivos en carbono, neutro para las industrias europeas. Ofrece una alternativa mucho más robusta a los ajustes en frontera a la hora de proteger a la industria europea contra el dumping ambiental (importación de productos con un mayor contenido de carbono por una regulación ambiental más laxa en otros países). Además, podría ser reintegrado directamente a los hogares para evitar aumentar la carga fiscal.
  • Contratos que aseguren el precio a largo plazo del CO₂. Permitirían a las industrias acceder más fácilmente a financiación para las inversiones en tecnologías bajas en carbono, principalmente para que puedan pasar de proyectos pilotos a un nivel comercial.
  • Contratos de precio garantizado para el suministro con energías renovables. Facilitaría a las industrias intensivas en energía un acceso estable a fuentes energéticas descarbonizadas, algo crítico para ellas.
  • Compra pública verde. Dirigida a los materiales (por ejemplo, para infraestructuras), y no solo para los equipos, que sirva para crear oportunidades de mercado para los actores industriales más innovadores.
  • Certificación de carbono para la importación. Impediría importar productos o materiales intensivos en carbono, siempre que existan alternativas descarbonizadas. De esta forma, además de acelerar la adopción de los materiales bajos en carbono por el mercado, se enviarían señales muy potentes a los países importadores para adaptar sus procesos y adoptar las nuevas tecnologías.

Una combinación de estos instrumentos, junto con otras políticas de concienciación y una financiación apropiada e inteligente de la innovación, deben ser la base para lograr una industria europea competitiva y descarbonizada.

Ahora bien, dado el reparto de competencias y los intereses propios, no podemos dejar toda la responsabilidad a Europa. Es preciso también contar con políticas nacionales, regionales y locales alineadas con estos objetivos y que apliquen estos instrumentos en el nivel apropiado.

En estos momentos en los que se está elaborando la estrategia española de descarbonización, es fundamental que la industria, la administración y la universidad trabajen juntas para lograr estos objetivos tan ambiciosos y a la vez tan necesarios.

Por Pedro Linares (Profesor de Organización Industrial de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería ICAI, Universidad Pontificia Comillas), José Pablo Chaves (Investigador colaborador asistente del Instituto de Investigación Tecnológica (IIT), Universidad Pontificia Comillas), y Timo Gerres, (Investigador en formación en el Instituto de Investigación Tecnológica, Universidad Pontificia Comillas).

Publicado originalmente por The Conversation

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