Más de 300 millones de personas tienen depresión en todo el mundo. Se trata, por su alta prevalencia y efectos negativos derivados, de un gran problema de salud pública. Es una condición peligrosa en personas mayores, dado que a esas edades tiende a cronificarse y afecta a la funcionalidad en la vida diaria.
Para el tratamiento de la depresión existen multitud de fármacos en el mercado, pero una alta tasa de pacientes no experimenta mejoras. De hecho, son resistentes a los tratamientos pautados por el especialista. Esto sugiere que, a pesar de haber estudiado esta condición a diferentes niveles dentro del marco biopsicosocial, hay elementos que hemos obviado al intentar completar este puzle.
El proceso inflamatorio, propio del sistema inmune, ha sido considerado como una respuesta de nuestro organismo ante una lesión o proceso infeccioso. Sin embargo, hoy la evidencia científica nos dice que no es tan sencillo cómo creíamos. Sus posibles implicaciones van más allá, y pueden tener un papel protagonista en trastornos mentales como la depresión.
Este proceso puede inducir cambios significativos en el estado mental, y está involucrado en las bases fisiopatológicas de la sintomatología depresiva. De hecho, las alteraciones en la actividad del sistema inmune, como el aumento de la liberación de ciertas sustancias proinflamatorias al torrente sanguíneo (como algunas citoquinas), pueden producir una elevada actividad del eje hipotálamo-pituitario-adrenal y del eje simpático-adrenal-medular. Ambos están implicados en muchos de los síntomas depresivos.
Además de estas evidencias, se ha podido comprobar que el tratamiento complementario con antiinflamatorios puede mejorar los síntomas de la depresión.
Por otro lado, en los últimos años se ha producido un interés creciente en delimitar las implicaciones de la desregulación metabólica en los problemas mentales. Por ejemplo, se ha estudiado el papel que tienen las alteraciones en la absorción y transformación de lípidos, azúcares y otros nutrientes. Los resultados muestran una relación de influencia mutua entre depresión y dicha desregulación.
Durante el proceso de envejecimiento tanto la inflamación como el riesgo de desregulación metabólica aumentan. Por eso hemos de considerar su intervención junto a otros factores de tipo emocional y social, dada la alta prevalencia de la sintomatología depresiva entre las personas mayores.
Distintas personas, distinta depresión
En el trabajo publicado en la revista Psychoneuroendocrinology analizamos la relación entre desregulación inflamatoria y metabólica en personas mayores con síntomas depresivos.
Comprobamos que el curso de la depresión puede seguir diferentes trayectorias mientras envejecemos. La mayoría de las personas presentaban muy pocos síntomas depresivos en esta etapa de la vida. Otras mostraban niveles moderados, pero crecientes. Por último, en torno al 10 % de las personas mayores reflejaban niveles elevados de síntomas depresivos de forma crónica.
El hecho de que el curso de la depresión no sea igual en todas las personas mayores es un paso esencial hacia la cada vez más ansiada medicina personalizada. Esta permite adaptar la actuación médica a cada caso.
Vimos que las personas mayores con una trayectoria de síntomas depresivos cronificada tienen niveles más elevados de factores inflamatorios (proteína C-reactiva, fibrinógeno y recuento de glóbulos blancos). También de riesgo metabólico (hipertensión, lipoproteínas de alta densidad, triglicéridos y hemoglobina glicada). Esta relación también se observa en personas con síntomas moderados, lo que apunta a una alteración inflamatoria y metabólica incluso en estados preclínicos.
Nuestros hallazgos van en línea de otros estudios que relacionan el número de episodios depresivos y resistencia al tratamiento con la desregulación de ambos procesos. Además, establecen una relación bidireccional: es posible predecir el aumento de los niveles inflamatorios a partir de la presencia de síntomas depresivos.
¿Y ahora qué?
El estudio de todas las variables implicadas en trastornos mentales como la depresión es complejo. Existen multitud de procesos interrelacionados.
Por ello, debemos tener en cuenta, cada vez más, la importancia de realizar evaluaciones integrales y personalizadas que nos ayuden a conseguir diagnósticos precisos. Así podremos elegir la opción terapéutica óptima para el paciente, que se ha de reevaluar cuando no exista una respuesta esperable al tratamiento.
Asimismo, se abren nuevas oportunidades terapéuticas farmacológicas (factores antiinflamatorios) y comportamentales (programas de ejercicio físico y dietética) para hacer frente a la lacra de la depresión en la edad anciana.
Con los hallazgos actuales, la acción preventiva debe ser un imperativo para paliar el efecto de factores de riesgo y promover un envejecimiento saludable.
Por Yolanda Sánchez Carro, Psicóloga. Investigadora Predoctoral, Universidad Autónoma de Madrid y Alejandro de la Torre Luque, Investigador doctor. CIBERSAM. Departamento de Psiquiatría , Universidad Autónoma de Madrid
Publicado originalmente por The Conversation