Después de dos años de viajar por el sistema solar, la sonda de la Nasa Osiris-Rex se acercó en diciembre al asteroide Bennu con el objetivo de obtener una muestra del cuerpo rocoso, la cual podría arrojar luz sobre los compuestos orgánicos y agua que propiciaron el origen de la vida. También investigan la trayectoria del objeto espacial: según los científicos, podría impactar sobre la tierra entre el año 2175 y 2199.
Bennu es el asteroide más próximo a la Tierra, pasando cerca de nuestro planeta una vez cada seis años. Las imágenes reveladas a partir de la semana pasada confirman que la superficie del asteroide de 490 metros de diámetro está cubierta de piedras y rocas, lo cual hace del objetivo de obtener una muestra del objeto una misión mucho más arriesgada de lo esperado.
La "pila de escombros", según se lo llama, tiene más de 200 rocas de más de 10 metros de diámetro, e incluso algunas de más de 30 metros, describieron los investigadores de Nature Astronomy. Las fotografías recientes, que fueron tomadas en marzo usando una cámara PolyCam a una distancia de tan solo 4,8 kilómetros del asteroide, revelaron grandes rocas dispersadas a lo largo de toda su superficie.
Una de las rocas más grandes captada por la cámara de la NASA en el hemisferio norte del asteroide tiene más de 23 metros de altura.
Científicos e ingenieros de la misión anunciaron el mes pasado que tocar el asteroide es una misión mucho más difícil de lo esperado debido a la superficie rocosa que se encontraron, cuando pensaban que era más suave y por lo tanto más segura para la operación.
"Este es un buen ejemplo de algunos de los ángulos de visión oblicuos en los que estamos trabajando para llegar a Bennu", explicaron desde la cuenta de Twitter de Osiris-Rex. "Las sombras en este ángulo dan una sensación de altura de roca, y podemos ver más detalles de la superficie desde este ángulo que si tuviera que ver la imagen solo hacia abajo".
El objetivo es tocar la superficie durante cinco segundos en julio de 2020 con un brazo articulado para recoger entre 60 gramos y 2 kg de regolito, es decir, grava y polvo (la máquina sólo puede aspirar partículas de menos de dos centímetros).
Las muestras se almacenarán en la sonda, que regresará a la Tierra en 2023.
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