Antofagasta, Chile, enviado especial.
Estimado lector, sabrás disculpar que me desborde el entusiasmo. Estoy en el bar de las Ruinas de Huancacha —una antigua fundidora de la plata que venía de Potosí—, donde los astrónomos de ALMA (Atacama Large Millimeter Array) han montado un observatorio para los asistentes al festival de ciencia Puerto de Ideas.
Mirar por un telescopio y ver los valles de la luna, ¡la nebulosa de Orión! y los satélites de Júpiter es una experiencia transformadora. Siento que se me cayeron 35 años y volví a ser aquel nene de ocho o nueve que se fascinaba delante de la tele viendo "Cosmos", de Carl Sagan. Ahora son más de las once de la noche; vine a tomar un café para combatir el frío del desierto. Con gran timming, en el bar suena Pink Floyd: "Interstellar Overdrive".
Esta es la actividad de cierre del segundo día del festival. Estamos en el monte, en un extremo de la ciudad de Antofagasta, a unos 40 kilómetros del observatorio astronómico Panaral. El cielo está despejado —alguna nube amenaza interrumpir, pero se arrepiente a tiempo— y, sin embargo, no se ven tantas estrellas como cabría imaginarse: el crecimiento urbano y la contaminación lumínica conspiran contra quienes queremos ver. Ese tema, de hecho, fue objeto de debate en varios paneles del día: ¿puede la astronomía convivir con los leds? Hay quienes pedían a la intendencia una regulación para que los carteles luminosos se apaguen de noche.
"¡Si toca telescopio pego un trompado!" Un alemán robusto, de cara colorada y pelo canoso revuelto, profesor de la Universidad Católica del Norte, juega al científico loco delante de los chicos que corren por entre las filas que esperan su turno para mirar. Los amenaza con una sonrisa y ellos se ríen con él, pero por las dudas, se van un poco más allá. Muchísima gente vino a las Ruinas: hay que hacer largas colas para usar los telescopios. ¡Pero cómo vale la espera! ¿Sabías que la estrella que apunta al sur en la Cruz del Sur, en realidad es un sistema de tres estrellas?
El conocimiento es poder
¿Por qué es importante un festival de ciencia? Puede parecer una respuesta trivial, pero no lo es en absoluto: el conocimiento democratiza, da mecanismos para la movilidad social, genera ciudadanos más comprometidos y solidarios, incentiva el pensamiento crítico, las ideas innovadoras y la autoestima. La ciencia es a la vez herramienta para la tecnología y la industria, y para el progreso del saber. El festival Puerto de Ideas, entonces, sin dejar de lado las problemáticas de la coyuntura, ayuda a pensar un futuro a largo plazo: necesitamos más científicos para que nuestras sociedades sean más maduras.
Pero, entonces, ¿por qué hay un divorcio entre la sociedad y la ciencia? Probablemente una de las causas sea, paradójicamente, la escuela. Un aprendizaje débil deviene en prejuicios, pensamiento mágico y confusiones.
Los más pequeños disfrutan y aprenden junto a #PuertodeIdeasAntofa 💡
Hoy es nuestro último día los esperamos hasta las 16:30 horas en el #PaseoPorLaCiencia 😎 🚀🌞🔬🧬🔭🧪 pic.twitter.com/yWdsmjMgBh— Puerto de Ideas (@puertodeideas) April 14, 2019
Melina Furman, investigadora argentina, dio por la mañana una conferencia dirigida a educadores en donde abordó estrategias para producir conocimiento perdurable en los estudiantes. "La escuela hoy es como una rueda cuadrada", dijo, "hay que limarle los bordes para hacerla redonda. Hay que hacer cambios pequeños pero estratégicos". ¿Por dónde comenzar? Por repensar la currícula.
"Menos es más", dijo, y explicó que hay que dar menos contenidos, pero con mayor profundidad. "Generar mentes curiosas implica hacerse amigo del conocimiento", dijo. Y eso se logra con menos estudio memorístico y más comprensión. Hay que darle más tiempo a los contenidos verdaderamente importantes. Y, por supuesto, vincular esos conocimientos a las problemáticas de los chicos, lo que no necesariamente significa trabajar con el presente de ellos, sino con proponer el aprendizaje como desafío. Una idea motivadora que dispare el deseo de saber.
Que la fuerza te acompañe
De alguna manera, hubo un puente entre las ideas de Furman y las del físico francés Roland Lehoucq, que unas horas después dio la conferencia "Hagamos física con Star Wars". Debo decir que fui a la charla con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Podía ser muy divertido, sí, pero también un poco delirante.
Al principio parecía que iba a comprobar mis preconceptos y que me iba a ir antes de tiempo, pero entonces Lehoucq hizo una pregunta simple e inesperada. Con el fotograma del emperador atacando a Luke Skywalker en "El regreso del Jedi", se preguntó si éramos capaces de deducir el voltaje de los rayos. He aquí una pregunta que pone en marcha la curiosidad, tal como proponía Furman. A través de una serie de cálculos que analizaban la distancia y la aislación del aire, Lehoucq calculó que de las manos del emperador salían ráfagas de 20 millones de voltios.
Lehoucq llevó al público del Teatro Municipal por los diferentes capítulos de la saga y determinó que el sable con el que Qui-Gon Jinn (Liam Neeson) funde una puerta de acero debía tener la potencia de una central nuclear, que Luke Skywalker no podría haber hecho flexiones de brazos en vertical sin la ayuda de la Fuerza, que Tatooine bien podría estar en un sistema de dos soles —pero que la película no se filmó allí porque la gente tiene sólo una sombra—, que Palpatin era el Jedi más poderoso, que el planeta Hoth estaba atravesando un proceso de glaciación y que el planeta Geonosis—una suerte de alter ego de Saturno— tenía un cinturón de asteroides muy joven, de aproximadamente seis meses.
Fue realmente interesante la respuesta que provocó en el público; compuesto en su mayoría por adolescentes. Después de la conferencia se abrió el tiempo de las preguntas y todos trataron de encontrar los errores en los que podría haber caído el francés, pero siempre siguiendo sus métodos de deducción y razonamiento. Lehoucq les mostró el camino hacia el pensamiento crítico y ellos, sin darse cuenta, lo comenzaron a transitar.
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