Las aves modernas heredaron de los dinosaurios el colorido del exterior de los huevos en que se gestan. Según un estudio publicado en Nature, el animal prehistórico protegía así el futuro de la especie hace más de 145 millones de años. Era una adaptación menos estética debida a lo que hoy se llamaría estilo de maternidad o paternidad.
Algunos grupos, como los saurópodos, cuadrúpedos herbívoros de cuello largo, ponían una cantidad enorme de huevos pequeños, los enterraban y los dejaban atrás, como las tortugas marinas. Al contrario, los terópodos eumaniraptora ponían huevos más grandes y en menores cantidades.
La cáscara no tenía tantos poros, lo cual indica que los huevos quedaban al aire libre, como en los nidos de las aves. También es posible que los empollara para mantenerlos tibios, según análisis de 2005 sobre los embriones.
Por esa exposición, los eumaniraptora los señalaban con tonalidades y manchas, señaló la nueva investigación. A diferencia de los humanos, que tienen en los ojos tres tipos de células sensibles a la luz, los dinosaurios tenían cuatro, como las aves, lo cual les permitía percibir el color de otra manera.
"Para un ave o un dinosaurio, un huevo blanco no pigmentado sería rosa brillante", dijo a National Geographic la paleontóloga Jasmina Wiemann, investigadora de la Universidad de Yale y autora principal del trabajo. "Si pensamos en un depredador de nidos, si viera huevos rosa brillante diría 'Oh, el almuerzo'. Una vez que los dinosaurios comenzaron a incorporar estos pigmentos, el rosa brillante de la cáscara desapareció".
Según demostraron Wiemann y sus colegas, el dinosaurio Deinonychus (o garra terrible) probablemente ponían huevos azules como los actuales del emú, el ave no voladora, segunda en tamaño después del avestruz, nativa de Australia. Otras especies, en cambio, tenían huevos blancuzcos con manchas, como los de los gorriones del presente.
"Parece que el cascarón de los dinosaurios no avianos tenían una diversidad de colores que equivale en buena medida a la que vemos hoy en los huevos de las aves modernas", dijo Wiemann a NatGeo. "Tenían toda clase de colores, y venían con y sin manchas". Estas nuevas pruebas revelan que muchos de estos antepasados de las aves creaban nidos a cielo abierto.
Los hallazgos son una pieza clave en el rompecabeza de la familia dinosaurio: cómo trataban los distintos animales de estos grupos a sus crías.
En algunos casos se presume que los llevaban consigo para cazar, como por ejemplo los Deinonychus, que se alimentaban del herbívoro Tenontosaurus. Como la presa era muy grande, se cree que los adultos y las crías de los Deinonychus los cazaban juntos, de modo tal que las nuevas generaciones aprendían a la vez que configuraban una cantidad suficiente de atacantes para matar.
Ese estilo de paternidad y maternidad, que se ve en la película Parque Jurásico, se parece al de los lobos. En cambio, otras teorías sugieren que los Deinonychus tenían hábitos más en la línea de los del dragón de Komodo, el lagarto más grande de la Tierra, que no soporta otro adulto cerca a la hora de comer y que se devora a sus crías.
Para seguir sumando piezas, Wiemann se dispone a estudiar más cascarones fósiles, en especial de terópodos de gran tamaño como el T. Rex o Spinosaurus, a la vez que analiza aves vivas en busca de patrones de colores que se correlacionen con un estilo específico de nido o de crianza.
"Una vez que contemos con datos de nuestras aves modernas, los únicos sobrevivientes de los dinosaurios que tenemos, la podremos aplicar a los dinosaurios no avianos", dijo Wiemann a la publicación. "Eso nos ayudaría a entender mejor por qué los dinosaurios se convirtieron en el grupo increíblemente exitoso que fueron".
MÁS SOBRE ESTE TEMA: