Hace más de 3.000 años, a medida que se expandían por la península del Yucatán y alrededores, los mayas redujeron el bosque tropical para generar tierras de cultivo y erigir ciudades. Ellos desaparecieron como civilización hacia el siglo IX. Pero esa intervención en la selva local dejó una huella profunda, que actualmente se vuelve un mensaje en contra de la tala.
Según un estudio publicado en Nature Geoscience, esos siglos de deforestación durante el desarrollo maya hicieron que los suelos perdieran la capacidad de mantener el carbono. Algo que actualmente tiene una importancia doble: porque el daño de la selva es mucho más grave que hace 3.000 años y porque el planeta ya sufre las consecuencias del factor central del efecto invernadero.
Los bosques tropicales son esponjas para el dióxido de carbono: sus plantas usan grandes cantidades para realizar la fotosíntesis. Y cuando esas plantas mueren, el carbono queda en el suelo, atrapado, durante cientos o miles de años. Excepto que se produzca la deforestación. Caso en el cual, ni siquiera una reforestación posterior compensa el problema.
"Creo que esta información nos da una perspectiva de largo plazo", dijo a Earther Peter Douglas, geoquímico de la Universidad McGill. "Lo que nos dice es que, al menos en este lugar, parece que a lo largo de cientos de años perdemos mucho de ese carbono profundo".
El estudio se suma a la discusión sobre la huella humana en la Tierra en el largo plazo. Analizó la edad de las ceras de plantas, que tardan en descomponerse, halladas en tres lagos de la zona donde habitaron los mayas. Las ceras llegan a los lagos solo tras haber pasado por el suelo, y por eso su edad indica cuánto tiempo el carbono permanece en ellos.
Los científicos estimaron que la edad de las ceras de plantas que pasó del suelo a los lagos se redujo entre el 70% y el 90% en los últimos 3.500 años, en coincidencia con la deforestación que causó la expansión maya. "Esto implica que el uso de la tierra que hicieron los mayas redujo la capacidad de los suelos regionales para servir como contenedores de carbón en el largo plazo", escribieron en su trabajo.
Los hallazgos denuncian el impacto prolongado de la tala. "Contamos con la reforestación como una acción atenuante del cambio climático en el futuro cercano", citó Earther a Susan Crow, una ecologista de los suelos en la Universidad de Hawaii, que no participó de la investigación. "Este trabajo parece cuestionar la efectividad de esta estrategia".
Actualmente se estima que los bosques tropicales almacenan unos 500.000 millones de toneladas de carbono en sus suelos: casi la mitad del que hay en la atmósfera.
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