Como antropóloga y bióloga, Helen Fischer ha observado que cuando las personas se enamoran sucede algo en el cerebro. La investigadora del Instituto Kinsey, profesora de la Universidad de Rutgers y consultora científica del sitio de citas Match lo describió con una imagen: "Alguien acampa en tu cabeza". El fenómeno, cree, va más allá de la atracción sexual y la reproducción de la especie: "Si uno invita a dormir a alguien y es rechazado, no sufre depresión, se suicida ni mata. Pero en el mundo la gente sufre terriblemente por el rechazo romántico".
Al estudiar las resonancias magnéticas de más de 100 personas que se acababan de enamorar, Fisher encontró que "en casi todos los casos había actividad en una pequeña parte del cerebro llamada área tegmental ventral". Se trata de "un sistema que fabrica dopamina, un estimulante natural, y lo envía a muchas otras regiones del cerebro", explicó a Sean Illing, en Vox.
Pero Fisher encontró que también otra zona del cerebro se activa, el núcleo accumbens, una parte que interviene "en todas las conductas adictivas, sean drogas o apuestas, comida o cleptomanía", agregó. "Esta parte del cerebro se pone al rojo en la gente que se acaba de enamorar, y realmente funciona como una adicción".
La experta, que analizó el matrimonio y el divorcio en más de 80 sociedades y el adulterio en unas 42, cree que se podríamos pensar en el amor como una obsesión intensa, pero que más adecuado es considerarlo una adicción. "Uno piensa en el amor todo el tiempo; se vuelve sexualmente posesivo; se siente nervioso; puede leer los correos electrónicos y los textos del otro una y otra vez"
De allí salen "la concentración, la energía, el deseo y la motivación para ganar el premio mayor de la vida: una pareja para la reproducción". La persona que acampa en el cerebro de otro de pronto pierde los rasgos negativos y parece el motor de una euforia única, y un pensamiento obsesivo.
La autora de Anatomy of Love (La anatomía del amor), Why We Love (Por qué amamos) y Why him? Why her? (¿Por qué él, por qué Ella?, que analizó los datos de 28.000 personas del sitio de citas Chemistry), cree que el amor tiene una función biológica específica. A diferencia de la pulsión sexual, movida por la testosterona, que "motiva a buscar una amplia gama de compañeros", el amor romántico "concentra la energía reproductiva en una persona por vez".
Entre otros hallazgos, Fisher destacó que el sexo casual no lo es tanto. "Si es placentero, estimula el sistema de la dopamina", explicó. "Y al tener un orgasmo hay una corriente de oxitocina y vasopresina, neuroquímicos vinculados con el sistema de apego en el cerebro". El sexo casual, entonces, "puede activar esos sistemas cerebrales del amor romántico y los sentimientos de apego".
El cerebro también revela cómo mantener el amor, agregó. "Hay tres regiones cerebrales que se activan cuando uno está en una relación prolongada y amorosa. Una región vinculada con la empatía, una vinculada con el control del estrés y las emociones y una vinculada con lo que llamo la 'ilusión positiva', la capacidad de pasar por alto lo que a uno no le gusta de otro y de concentrarse en lo que sí le gusta".
El mensaje del cerebro, entonces, sería que para un matrimonio feliz hace falta "manifestar empatía, controlar las emociones y pasar por alto las cosas negativas del otro para concentrarse en las positivas".
Por último, Fisher desmitificó la creencia de que a los varones los mueve el sexo y no les importa el amor. "Se enamoran más rápido que las mujeres porque son más visuales, y se enamoran con más frecuencia", explicó. Como una forma atávica de custodia de la compañía reproductiva, hacen manifestaciones públicas como presentar la pareja a los amigos o la familia. "Los hombres tienden a suicidarse 2,5 veces más que las mujeres cuando una relación termina".
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