En principio, el ecofeminismo es una teoría y un movimiento social que vincula la subordinación y la opresión de las mujeres con la explotación y destrucción de la naturaleza, y sostiene que, para alcanzar la justicia para las mujeres y la sociedad entera, se debe transformar también la relación humana con los demás seres vivos y el ambiente.
Consultadas por Carbono News, tres ecofeministas de distintos ámbitos contaron cómo se relaciona con el activismo comúnmente llamado “ambiental” y explicaron cuál es la importancia de este movimiento y sus desafíos actuales en la Argentina.
Rosalía Pellegrini es campesina y es la coordinadora de la Secretaría de Género de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), una organización de familias productoras y campesinas que producen alimentos agroecológicos, sin venenos. En su caso, dice que no estudió ningún libro sobre ecofeminismo, sino que su propia realidad se lo fue demostrando. “Nosotras nunca nos dijimos ‘somos ecofeministas’, ni leímos libros del tema, al contrario. En realidad nos empezamos a juntar entre nosotras, trabajadoras campesinas, desde hace ya como diez años, a reflexionar sobre nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestro rol en la chacra, en la quinta, y sobre el uso de nuestro tiempo, como en las tareas de cuidado, y eso fue haciendo que se forme la Secretaría de Género de la UTT”, narró.
En una de estas charlas con otras mujeres, una compañera dijo: “El daño que se le hace a la naturaleza es el mismo que se le hace a nuestro cuerpo, es la misma violencia”. “¿Y eso lo leyó en un libro?” —preguntó— “No, lo vivimos todos los días, cuando aplican agrotóxicos en la quinta y nuestros hijos se enferman, perdemos un embarazo, vemos que cada vez las familias están más endeudadas, y el endeudamiento genera problemas de alcoholismo, violencia”, detalló.
La Secretaría, que tiene cinco años de vida, fue formada por situaciones de “violencia física grave”, explicó Pellegrini, y añadió que esa violencia también se ve reflejada en el territorio y en la economía por el actual modelo del agronegocio. “Lo relacionamos con la violencia económica, con ese el modelo que genera deuda, crisis en la familia y que las mujeres al final terminábamos sosteniendo en nuestros hombros, como podíamos, la escasez económica, los problemas en la familia y la contención de ese hogar”.
Para la campesina de la UTT no hay diferencia entre el activismo ambiental y el ecofeminismo: “No nos preocupan tanto las etiquetas”, sostuvo, y sumó: “Si el ecofeminismo habla de valorizar la mirada y perspectiva de cuidado que nosotras tenemos sobre el territorio, planteando que la relación con la naturaleza no sea de dominación sino de respeto y reciprocidad, eso es lo que hacemos, es la propuesta de agroecología de la UTT”.
En este sentido, agregó que las mujeres campesinas entienden que lo que están produciendo no es una mercancía, sino un alimento que van comer los chicos. “Esa concientización del cuidado de la familia y la comunidad está presente y es lo que impregna nuestra mirada sobre la transformación del modelo productivo hacia un esquema de desarrollo que no implique daño a la naturaleza, porque nosotras somos naturaleza”, agregó Pellegrini.
“El ecofeminismo cree que no hay forma de deconstruir el patriarcado si no se cuestiona simultáneamente un modelo capitalista extractivista y que pone el énfasis en que el modelo actual no sería posible sin la explotación de la mujeres que están invisibilizadas, y sin la explotación de la naturaleza”, aportó María José Lubertino, profesora y abogada feminista, presidenta de la Red de Defensoras del Ambiente y el Buen Vivir.
Y sumó: “Lo mismo que sucede con el trabajo doméstico invisibilizado y no contabilizado como un costo en el sistema ocurre con la naturaleza, y se toman como infinitos los bienes comunes, los bienes naturales, que son explotados más allá de los límites de la propia posibilidad de regeneración de la naturaleza”.
En este sentido y, coincidiendo con Pellegrini, Lubertino explicó que hay una “visión desacertada” acerca de que, a partir de la explotación de la naturaleza, América Latina puede salir adelante: “Eso es una doble falacia”, sentenció, y explicó que así no solo se destruyen los ecosistemas, sino que tampoco se solucionan los problemas económicos ni sociales.
Lubertino enumeró algunos de los problemas ambientales que más sufre la Argentina: el avance de la explotación de los bosques, la contaminación del agua con agrotóxicos y también por la megaminería, y las grandes represas hidroeléctricas. “Las mujeres han estado en la primera línea de la resistencia a estos proyectos extractivistas, sobre todo mujeres de los pueblos originarios, campesinas, y después muchas mujeres urbanas porque el extractivismo también puede ser urbano”, dijo Lubertino.
Sobre la relación entre “feminismo” y “ecofeminismo”, destacó: “Creemos que el feminismo cada vez va tomando más conciencia de que debe ser ecofeminista, porque no queremos que empodere a mujeres que reproduzcan lo mismo que hacen los varones con el extractivismo”. Y sumó: “Hoy es consustancial al feminismo entender que no se puede luchar contra el patriarcado sin simultáneamente cuestionar el modelo extractivista”.
“El ecofeminismo no es simplemente ponerle perspectiva de género a los proyectos de desarrollo urbanísticos y a los procesos productivos, sino que implica un cambio de paradigma que busca la armonía con la naturaleza, justicia de género y justicia social como tres patas de una misma causa”, cerró.
La activista y fundadora de XR Extinction Rebellion Misiones, Sofía D’Arpino Wall, dijo a Carbono News en 2020: “Cuando hablamos de justicia ambiental hablamos de justicia social con perspectiva de género, no se pueden separar, ni puede haber una sin otra”.
“En la mayoría de las comunidades del planeta las mujeres son invisibilizadas, aisladas, explotadas, abusadas”, sumó. “Justamente por el sistema patriarcal que padecemos, los efectos de la crisis climática y ecológica perjudican directamente a las mujeres que trabajan en las tierras, por ejemplo. Así también vemos en el activismo ambiental que recae la violencia y la persecución principalmente en nosotras, a veces hasta en los mismos espacios”.
Y es que ni los propios espacios de activismo ambientalista están libres de violencia machista. Pellegrini contó que “la UTT es una organización rural con una perspectiva feminista”, pero que aún así dentro del espacios existen “los machismos” y, por eso, en 2020 crearon un protocolo interno para la violencia de género.
“Queda un montón de trabajo y, sobre todo, en la sociedad en su conjunto para que tomen la posta los varones de esa transformación de las masculinidades violentas”, agregó.
El comienzo del ecofeminismo y sus referentes mundiales
Conceptualmente, el ecofeminismo fue formulado por Françoise d’Eaubonne (París, 1920-2005), una escritora feminista francesa que usó el término “écoféminisme” y desarrolló los primeros escritos sobre el tema en los años 70 del siglo pasado, cuando estaba en auge la segunda ola feminista y el ecologismo tomaba impulso.
Algunas de las referentes internacionales son las estadounidenses Carol Adams, Karen Warren, la australiana Val Plumwood, la alemana Petra Kelly y la india Vandana Shiva.
La keniata Wangari Maathai (1940-2011) fue la primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz en 2004 por haber iniciado el ‘Cinturón Verde de Kenia’, encargado de plantar millones de árboles para detener la desertización en África.
En América Latina una de las más reconocidas fue Berta Cáceres, una líder indígena lenca hondureña que fue asesinada en 2016 por defender su territorio del avance extractivista.
SEGUIR LEYENDO: