En un mundo en el que se generan alrededor de 50 millones de toneladas de residuos al año, de los cuales apenas un 20% se recicla, las iniciativas de compostaje para reducir el daño ambiental pueden marcar la diferencia. Es por eso que, granjeros europeos y estadounidenses llevan tiempo utilizando como abono para sus campos el ganado muerto (gallinas, pollos, ovejas, vacas), transformándolos en compost a través de biodigestores. Después de la descomposición sirven como abono para sus campos.
El compost a partir de animales, e incluso humanos, es una alternativa en auge que sigue la máxima de devolver a la tierra lo que es suyo, respetando los ciclos de la naturaleza. Estas iniciativas se proponen reducir las emisiones de CO2 que se envían a la atmósfera durante la cremación de los seres vivos o limitar los recursos económicos y naturales que se necesitan en los entierros convencionales.
En el caso de las granjas, este manejo de los animales muertos es un factor clave para mantener a raya las enfermedades infecciosas, proteger la calidad del aire, del agua y del suelo.
¿Qué es el compostaje?
El compostaje es un proceso por el cual se transforma materia biológica en materia orgánica libre de patógenos. Los mecanismos son distintos dependiendo del residuo que se vaya a tratar, pero por lo general, según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina (INTA), es una mezcla de microorganismos en un ambiente húmedo, aireado y donde se genera calor.
La importancia del compost radica en que se reutilizan y se ponen en valor los materiales orgánicos que se producen de forma doméstica o a nivel industrial. Según este organismo, el abono orgánico contribuye a la recuperación de suelos degradados y se puede incorporar a la producción hortícola y ornamental.
Compostaje humano
Recompose es una empresa estadounidense que, aunque empezó sus andaduras en el 2011, fue en diciembre de 2020 que empezó a recibir los primeros cuerpos humanos para el proceso de “reducción orgánica” en el sur de Seattle.
La empresa utiliza los principios de la naturaleza para devolver los cuerpos a la tierra. Según sus propios números, cada persona que elige la reducción orgánica de sus seres queridos en vez de la cremación o el entierro evita una tonelada métrica de dióxido de carbono en la atmósfera. “Es una opción para el final de la vida que fortalece el medio ambiente en lugar de agotarlo”, aseguran.
También afirman que las prácticas funerarias que se llevan a cabo actualmente causan problemas para el medio ambiente. Ponen como ejemplo los Estados Unidos, en donde cada año mueren 2,7 millones de personas y son enterradas de forma convencional, por lo que se elevan las emisiones de carbono no solo por la cremación sino también por la fabricación y el transporte de ataúdes y lápidas.
El proceso de compostaje dura 30 días, en el transcurso de este tiempo el cuerpo permanece junto con virutas de madera, alfalfa, paja y otros vegetales. Entonces los encargados son los microbios, que descomponen la mezcla a nivel molecular produciendo el abono que puede utilizarse para enriquecer terrenos de conservación, bosques o jardines.
“El suelo creado devuelve los nutrientes de nuestros cuerpo al mundo natural. Restaura los bosques, secuestra el carbono y nutre la nueva vida”, aseguran en Recompose.
La segunda vida de los animales de compañía
En Colombia, la empresa Pleia busca dar una segunda vida a las mascotas. El país andino se ha convertido en pionero en brindar este tipo de servicios en América Latina. Es la única funeraria para mascotas en Medellín que a través de la biotecnología genera abono a partir del cuerpo de los animales.
Esta iniciativa nació en el 2012 como tesis de grado de dos médicos veterinarios. Cuatro años más tarde se convirtió en un emprendimiento activo, y solo en 2020 brindó 2000 servicios.
Según contó Lizet, directora ejecutiva de la empresa, a Carbono News, uno de los objetivos de Pleia es contribuir a la preservación de los ciclos que la naturaleza viene realizando desde hace miles de años. Por eso, a través de la biotecnología de los restos animales ponen su grano de arena para paliar la escasez de recursos naturales.
Después de que el cuerpo se convierte en abono, la familia tiene la posibilidad de visitar a su mascota en el Jardín de la Vida, donde plantas y árboles sobreviven gracias al abono generado por sus animales de compañía, “un lugar creado para aquellos que no quieren un hasta luego si no un por siempre”.
Lizet afirma que la empresa está creciendo, gracias también a que la conciencia ambiental está aumentando. Hasta la fecha han trabajado con 5600 familias, han reducido aproximadamente 52 toneladas de emisiones de CO2 y han sembrado más de 4000 árboles.
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