En Ecuador, la celebración de la Navidad no se limita al 25 de diciembre; se vive intensamente desde los primeros días del mes, con una tradición que une a familias, amigos y comunidades: la novena de Navidad.
Esta práctica religiosa y cultural tiene profundas raíces en el catolicismo y se distingue por las particularidades que le imprimen los ecuatorianos, convirtiéndola en un reflejo de la riqueza cultural y espiritual del país.
Esta celebración proviene de la tradición católica, donde se rezan oraciones durante nueve días previos a la Nochebuena para preparar a los feligreses espiritualmente para el nacimiento del Niño Jesús.
Esta costumbre se popularizó en América Latina a través de los misioneros españoles durante la época colonial y tomó características propias en cada región. En Ecuador, la novena es además del ritual religioso, es un evento que combina fe, música, gastronomía y tradiciones orales.
La novena ecuatoriana se celebra del 16 al 24 de diciembre. Durante estos días, familias y amigos se reúnen cada noche para rezar, cantar villancicos y compartir momentos de reflexión.
Para muchos ecuatorianos, la novena simboliza el inicio del espíritu navideño. Es un momento de pausa para analizar el año que termina y renovar la esperanza para el que está por comenzar. Las luces, los aromas y los sonidos que acompañan esta celebración llenan de magia los hogares y calles del país.
Uno de los aspectos más destacados es la lectura del “Libro de la Novena”, un texto tradicional escrito por el sacerdote quiteño Fernando de Jesús Larrea, nacido en el siglo XVIII.
Este libro contiene oraciones, alabanzas y meditaciones que se han mantenido vigentes por generaciones. Aunque las versiones modernas han añadido algunos cambios, el texto original sigue siendo la base de esta tradición.
En muchas familias, la celebración incluye un pesebre elaborado con esmero. Las figuras de María, José, los pastores, los Reyes Magos y los animales del establo son colocadas en una representación artística y simbólica del nacimiento de Jesús.
Cada noche, los niños colocan una figura diferente, dejando al Niño Jesús para la Nochebuena, lo que mantiene viva la expectativa y emoción.
La música es una parte esencial de la novena. En Ecuador, los villancicos tradicionales como son entonados con entusiasmo. En comunidades rurales, se utilizan instrumentos como guitarras, bombos y maracas para acompañar los cantos, mientras que en las ciudades es común que las familias más grandes organicen coros improvisados.
Los villancicos tienen un innegable origen popular que se articula perfectamente a los orígenes humildes de quienes los cantaban en los márgenes de las urbes peninsulares y posteriormente coloniales al celebrar la Navidad.
El músico y compositor ecuatoriano Salvador Bustamante Celi recogió esta herencia de exclusión, necesidades y alegría, la combinó con las tradiciones musicales de los Andes, logrando producir los más bellos villancicos jamás entonados desde el encuentro de las Américas india e hispana, en un proceso de sincretismo religioso sin precedentes. Sus composiciones se cantan en todo el mundo y han sido traducidas a varios idiomas.
Por otra parte, la novena también es motivo de encuentro entre vecinos. En algunos barrios organizan novenas comunitarias, donde los vecinos se turnan para ser anfitriones.
Como es costumbre, ninguna celebración ecuatoriana estaría completa sin comida, y la novena no es la excepción. Después de las oraciones, se estila compartir refrigerios típicos. Entre los más populares se encuentran las empanadas de viento, los tamales, y las humitas. También se ofrecen dulces y galletas decoradas con motivos navideños. En algunas regiones, las familias preparan un chocolate caliente espeso, acompañado de pan de yuca o quesadillas de queso.
Cada región, incluso dentro de Ecuador, celebra la novena a su manera. En Quito, la novena tiene un carácter más solemne y se centra en las familias. Es común que se invite a vecinos y amigos cercanos a participar.
En cambio, en la región de la Costa, especialmente en Guayaquil, la novena suele ser más festiva, con abundante música y comida. Las zonas rurales de la Sierra y la Amazonía incorporan elementos autóctonos, como cantos en quichua o ceremonias que mezclan simbolismos católicos y ancestrales.
En Cuenca, en cambio, la novena se complementa con la tradicional Pase del Niño, un desfile lleno de color y devoción que culmina en la víspera de Navidad. Este evento, que ha sido declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Esta tradición ecuatoriana consiste en un desfile procesional que tiene como centro la imagen del Niño Jesús, rodeada de niños vestidos con disfraces de carácter religioso o étnico y que van acompañados de sus familias, de conjuntos de música popular y de carros alegóricos que recorren algunas calles hasta llegar a la iglesia en donde se celebra una eucaristía.
Aunque esta festividad se originó con una esencia religiosa, actualmente tiene un carácter adicionalmente popular. Este pase del Niño Viajero tiene carros alegóricos, indumentaria característica, productos alimenticios, música.
En el país, la novena de Navidad no es solo una preparación espiritual, sino un legado cultural que sigue conectando a generaciones y fortaleciendo el sentido de pertenencia en el país. Por esta razón, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural insiste en que la preservación de estas costumbres es fundamental para mantener viva la identidad ecuatoriana.