En el mercado de El Alto, una ciudad suspendida en la altura de los Andes, la escena es un reflejo de la angustia cotidiana de los bolivianos. Entre puestos de verduras y carne, Yola Chura, ama de casa, observa los precios con una mezcla de resignación y desespero.
—Estamos en una crisis total —afirma a la agencia de noticias Reuters, mientras ajusta su presupuesto con los escasos billetes en la mano—. Los salarios no suben y todo está carísimo. Con la excusa de que no hay diesel ni gasolina, los precios han subido demasiado.
Bolivia, alguna vez ejemplo de estabilidad económica en Sudamérica gracias a su modelo basado en las exportaciones de gas natural, enfrenta ahora su peor crisis en décadas. La inflación, que había sido contenida por años, alcanza niveles no vistos en más de una década. Las reservas internacionales se han reducido a casi nada, y una escasez de dólares empieza a paralizar al país, afectando importaciones, disparando precios y erosionando la confianza en el boliviano, la moneda local.
El fin del milagro económico
Durante la década de 2000, Bolivia vivió un auge económico impulsado por los altos precios de las materias primas. Pero el modelo que sustentó ese “milagro”, centrado en el gasto público y las exportaciones de gas, ha colapsado. Según datos del banco central, las exportaciones de gas —pilar de los ingresos del país— se han reducido a la mitad en los últimos diez años. Sin nuevos yacimientos que reemplacen a los agotados, el flujo de divisas ha menguado drásticamente.
Las reservas internacionales, que alcanzaron los USD 15.000 millones en 2014, hoy apenas superan los USD 2.000 millones, y de ese monto, solo USD 121 millones están disponibles en moneda extranjera líquida. Esto ha empujado a los bolivianos al mercado negro del dólar, un fenómeno más común en países vecinos como Argentina, pero que Bolivia no había visto en décadas. En las calles de La Paz, los ahorristas pagan hasta un 60% más por dólares que el tipo de cambio oficial.
En el sector energético, la falta de combustible refleja el deterioro económico. Las largas filas para conseguir gasolina son ahora una rutina. Margarita Llanque, agricultora que participó en una reciente protesta en La Paz, expresó su frustración: “¿Dónde está el diésel, el combustible, los dólares?”.
La crisis económica ha exacerbado las divisiones políticas. El presidente Luis Arce, quien anteriormente fue ministro de Economía bajo el gobierno de Evo Morales, enfrenta críticas no solo de la oposición, sino también de su antiguo mentor. Morales, quien gobernó el país durante casi 14 años, ha acusado a Arce de conspirar contra él, llegando a afirmar en octubre que intentaron asesinarlo.
El descontento social y la lucha interna en el partido gobernante, el Movimiento al Socialismo (MAS), son un reflejo de un país al borde del colapso. En junio, un intento fallido de golpe de Estado por una facción militar sacudió aún más la estabilidad de la nación.
“De gas a deuda”
La transición del modelo basado en las exportaciones de gas a uno financiado por deuda externa no ha sido suficiente para evitar el declive. Según Jaime Dunn, analista económico, el modelo de gasto público impulsado por los gobiernos socialistas que han dominado Bolivia durante este siglo ya no es sostenible.
—Ahora han pasado del gas a la deuda —asegura Dunn—. El default es un fantasma que ronda Bolivia.
El Ministerio de Economía, en tanto, asegura que el país cumplirá con sus obligaciones. La deuda externa asciende a USD 13.000 millones, un 27% del PIB, y el gobierno planea emitir bonos soberanos por USD 3.000 millones en 2024 para cubrir pagos. Sin embargo, los inversores se muestran cautelosos, y los rendimientos de los bonos bolivianos han alcanzado máximos históricos.
La crisis también ha afectado al sector privado. Empresas importadoras y aerolíneas han denunciado problemas para acceder a dólares, esenciales para sus operaciones. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) advirtió recientemente que las aerolíneas enfrentan dificultades crecientes para repatriar ingresos desde Bolivia.
—Hay una falta de dólares, de diésel y, si esto sigue, habrá una falta de alimentos —alertó Jean Pierre Antelo, representante de CAINCO, una de las principales asociaciones empresariales del país—. Necesitamos un rescate económico urgente.
Mientras tanto, las restricciones al uso de tarjetas bancarias bolivianas en el extranjero han generado frustración entre los ciudadanos. Arash Masoudi, uno de ellos, comenta: “Las tarjetas no aceptan compras mayores a USD 100. Es imposible pagar, incluso si tienes millones de bolivianos en tu cuenta”.
El panorama económico y político en Bolivia es sombrío. Sin una recuperación de las exportaciones de gas o una transformación radical de su modelo económico, el país parece condenado a enfrentar un círculo vicioso de crisis financiera y descontento social. Mientras tanto, en los mercados de El Alto y las calles de La Paz, la población lidia con los efectos inmediatos de una crisis que ha puesto en jaque el legado del “milagro” boliviano.
(Con información de Reuters)