En noviembre, Cuba vivió un mes marcado por una ola de protestas y denuncias que reflejan el descontento generalizado de la población frente a la crisis que afecta al país.
Según el Observatorio Cubano de Conflictos (OCC), se registraron 792 incidentes, una disminución del 8,23% respecto al mes anterior, pero con un trasfondo de agudas tensiones sociales y económicas.
La crisis eléctrica, que continuó golpeando a la isla, fue uno de los principales motores de las protestas. Los cubanos se vieron nuevamente en medio de interminables apagones, situación que desembocó en al menos 201 manifestaciones relacionadas con los servicios públicos, entre marchas, bloqueos de calles y cacerolazos.
Estas manifestaciones no solo fueron respuestas a los cortes de electricidad, sino también al creciente malestar por la falta de soluciones ante la crisis energética, que afecta todos los aspectos de la vida cotidiana, desde la cocina hasta la atención médica.
La respuesta del régimen: represión inmediata
Como es habitual, la respuesta de la dictadura fue la represión: al menos 25 personas fueron arrestadas durante noviembre por participar en las protestas contra los apagones.
Además, el acoso contra disidentes, periodistas independientes y activistas continuó siendo una constante, con 133 denuncias de represalias contra aquellos que se opusieron al régimen.
La dictadura cubana, encabezada por Miguel Díaz-Canel, no solo enfrenta la presión por su manejo de los apagones, sino también por la creciente insatisfacción con la crisis económica y social que sigue azotando al país.
En un contexto de creciente pobreza y desesperanza, los cubanos comenzaron a alzar sus voces de forma más visible en las calles, mientras el régimen, ante la escasez de respuestas, recurre a su estrategia de criminalización de la disidencia.
Crisis económica: inflación y escasez alimentaria
Uno de los temas que más preocupa a los cubanos es la escasez de alimentos. Las imágenes de cubanos recogiendo alimentos caídos en las calles se hicieron virales, dejando en evidencia la descomunal crisis alimentaria que atraviesa la isla.
Los precios de los alimentos en los mercados privados siguen en espiral ascendente, mientras que la canasta básica subsidiada apenas cubre las necesidades de la población, especialmente en un contexto de salarios que no superan los 4 dólares mensuales.
A esta crisis se suman los efectos de los huracanes Oscar y Rafael, que azotaron las regiones orientales y occidentales de Cuba, dejando destrozos significativos en infraestructuras y viviendas.
Las inundaciones y los daños estructurales han dejado a muchas familias en situación de vulnerabilidad, sin acceso a servicios básicos y con una vivienda deteriorada o destruida. El régimen ha respondido con promesas de ayuda que, según los cubanos, se ven eclipsadas por la ineficacia administrativa.
Inseguridad ciudadana y violencia social
La inseguridad ciudadana se ha convertido en otro tema de creciente preocupación. En noviembre, la isla registró 85 denuncias relacionadas con crímenes, violencia social y criminalidad.
El país, tradicionalmente percibido como seguro, ha sido testigo de un aumento en la violencia y el crimen organizado. Robos, asaltos y estafas se han convertido en una constante, generando una sensación de caos en la población.
El asesinato de una familia de tres miembros en Santiago de Cuba, durante un robo, conmocionó a la sociedad. La violencia parece haberse instalado en diversos rincones del país, y la respuesta de las autoridades ha sido la de minimizar estos problemas durante las asambleas de rendición de cuentas del Poder Popular, en un intento de desviar la atención de la creciente preocupación ciudadana.
La crisis de la salud pública
El sistema de salud pública cubano, en teoría una de las mejores cualidades del régimen, también ha sido objeto de duras críticas.
En noviembre, se registraron 26 denuncias relacionadas con la falta de recursos y la escasez de personal médico. El éxodo de profesionales de la salud hacia otros países y la migración de jóvenes médicos en busca de mejores oportunidades han puesto en evidencia el colapso de uno de los pilares del Estado cubano.
Mientras tanto, los ciudadanos recurren a las redes sociales para buscar medicamentos e insumos que ya no pueden conseguir en los hospitales del país.
El descontento popular: confrontación abierta con el régimen
La frustración con el régimen alcanza niveles inéditos. Durante su recorrido por las provincias orientales tras el paso del huracán Oscar, Miguel Díaz-Canel fue confrontado de manera directa por los ciudadanos, quienes expresaron su desgano y furia contra la gestión del Ejecutivo.
En redes sociales, la población no escatimó críticas al régimen, describiendo a los dirigentes como corruptos y ajenos a las necesidades del pueblo. “No hacen nada por el país ni por su gente. Solo enriquecerse es su prioridad”, se leía en uno de los mensajes, reflejando el creciente malestar con el liderazgo de la isla.
Este tipo de expresiones, que anteriormente se mantenían en un círculo cerrado de opositores, ha comenzado a tomar mayor visibilidad, demostrando que la percepción de una bancarrota moral del régimen es ampliamente compartida por una parte significativa de la población.
Mientras los dirigentes del Partido Comunista viven en un lujo ostentoso, el pueblo cubano se enfrenta a la cruda realidad de una crisis profunda que parece no tener fin.