El jefe del régimen chino, Xi Jinping, llega esta semana a América Latina, donde China ha superado a Estados Unidos como el principal socio comercial de casi todas las grandes economías de la región, con excepción de México y Colombia. Durante su visita, el líder chino inaugurará un megaproyecto portuario en Perú para agilizar el comercio con Asia.
Además, asistirá a la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Lima y a la reunión del G-20 en Río de Janeiro, eventos que algunos analistas interpretan como muestras de la creciente influencia económica de Beijing sobre Washington en el hemisferio sur.
El comercio chino en la región incluye la compra de litio argentino, chileno y boliviano, petróleo venezolano y mineral de hierro y soja de Brasil, mientras que el valor de sus proyectos de infraestructura en América Latina y el Caribe, estimado en 286,100 millones de dólares por AidData, ya se aproxima al total de sus inversiones en África. Estos proyectos abarcan desde líneas de metro en Bogotá y Ciudad de México hasta represas en Ecuador, y demuestran una inversión más diversificada y con menor resistencia que en otras regiones en desarrollo, de acuerdo a un artículo publicado en The Wall Street Journal.
Beijing ha captado la atención de líderes latinoamericanos con una política que rompe con el orden global liderado por Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial y apuesta por relaciones menos condicionadas, en palabras de Álvaro Méndez del London School of Economics, un símbolo importante para los países del Sur Global. Además, China se ha establecido como alternativa en sectores estratégicos, como la infraestructura y la tecnología, con exportaciones de bienes de consumo y productos industriales, como los vehículos eléctricos de BYD y equipos de telecomunicaciones de Huawei.
Aunque el comercio y las inversiones de China han crecido rápidamente, algunos países de la región han impuesto tarifas a productos chinos debido a la competencia que afecta a industrias locales, como el acero en Chile y la pesca en otras zonas. La construcción de una hidroeléctrica en Ecuador y la actividad minera en Perú también han generado críticas por su impacto ambiental y social, dañando en parte la imagen de China.
Estados Unidos, en contraste, enfrenta desafíos en su intento de mantener influencia en América Latina. John Feeley, exembajador de Estados Unidos en Panamá, describió cómo Washington mostró indiferencia hacia oportunidades en la región, como la construcción de un puente en el Canal de Panamá en 2018, que finalmente fue adjudicado a un consorcio chino.
En respuesta al avance de China, la General Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos, advirtió sobre la creciente influencia de Beijing en la región. La Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de EE.UU. ha destinado $30 millones para un proyecto minero de cobalto y níquel en Brasil, pero las naciones de ingresos medios en América Latina no cumplen con los requisitos para la mayoría de sus fondos de apoyo.
La política exterior estadounidense hacia la región sigue enfocada en temas como la inmigración ilegal y los narcóticos, sin explotar plenamente la estabilidad política y el crecimiento de la clase media que podrían beneficiar sus intereses. Los países de la región, como Ecuador y Uruguay, han buscado acuerdos comerciales con Beijing ante la falta de interés de Estados Unidos, aunque el embajador ecuatoriano Cristian Espinosa Cañizares reconoció que Ecuador sigue priorizando acuerdos con Estados Unidos, pero busca estrategias alternativas para acceder a su mercado.
A nivel geopolítico, uno de los objetivos clave de Beijing es aislar a Taiwán. Entre los once países que aún mantienen relaciones diplomáticas con Taipéi, siete se encuentran en América Latina. En años recientes, naciones como Honduras y Panamá han cambiado su reconocimiento diplomático hacia China a cambio de promesas de inversión.
La influencia de China en América Latina también responde a intereses estratégicos a largo plazo. Además de las adquisiciones de recursos naturales, Beijing ha promovido acuerdos comerciales en yuanes y control de operaciones portuarias en países como Perú, con el objetivo de asegurar cadenas de suministro que resistan potenciales sanciones occidentales en caso de conflictos militares. Un informe del Rhodium Group y el Atlantic Council sugiere que, en un escenario de tensiones entre China y Occidente, Beijing podría ofrecer incentivos a naciones regionales, como Brasil, para evitar una desvinculación económica similar a la que enfrenta Rusia tras su invasión a Ucrania.
En Argentina, por caso, una estación de “observación espacial” situada en Neuquén -Patagonia argentina- es de uso restringido de militares chinos sin posibilidad de que funcionarios locales accedan a ella. Washington cree que esa base es utilizada por el régimen para espiar comunicaciones en todo el hemisferio.
Sin embargo, China enfrenta ciertos retrocesos en su expansión en la región. Pese a los avances del programa Iniciativa de la Franja y la Ruta, que ha sumado a 22 de los 26 países latinoamericanos y caribeños elegibles, Brasil ha evitado formalmente unirse, un gesto que refleja insatisfacción por el limitado acceso al mercado chino para productos brasileños. Esta decisión representa un golpe para el proyecto insignia de Beijing y pone de relieve un posible descontento con la falta de reciprocidad económica, evidenciando tensiones latentes entre los intereses de China y las expectativas de los gobiernos latinoamericanos.