Brasil descartó este miércoles romper relaciones diplomáticas con Venezuela, en medio de los cruces entre las partes, suscitados tras las elecciones del pasado 28 de julio, en las que el régimen de Nicolás Maduro se proclamó ganador sin pruebas y con múltiples denuncias de fraude.
Durante su intervención en una sesión de la Comisión de Asuntos Exteriores y Defensa del Congreso, el canciller brasileño, Mauro Vieira, apuntó que “pese a que las circunstancias imponen una inevitable disminución del dinamismo de las relaciones, eso no significa que Brasil tiene que romper relaciones con Venezuela o algo de esa naturaleza” y sumó, en ese sentido, que ni el embajador venezolano en su país ha sido retirado, ni su diplomática en Caracas ha cesado sus funciones allí y que se mantienen los contactos con su homólogo, Yván Gil.
Entre otros, mencionó que sus equipos continúan negociando la salida de los seis opositores asilados en la Embajada argentina en la capital venezolana, que llevan siete meses allí y que ya no cuentan con la protección de Brasil ni de Argentina, por medidas unilaterales del régimen.
Vieira reconoció que el vínculo se tensó en los últimos meses y la relación atraviesa en un “momento delicado” pero resaltó que es crucial mantener la “diplomacia, el profesionalismo y la cautela”. “El momento actual exige diálogo, negociación y no aislamiento... son claves para una solución pacífica de la crisis en Venezuela”, explicó.
Inclusive, apuntó que “Brasil tiene como práctica reconocer Estados y no gobiernos”, como parte de “una tradición que busca evitar la polarización del reconocimiento o no de un Gobierno extranjero”, como podría ocurrir desde el 10 de enero, cuando está previsto que finalice el mandato actual de Maduro y debería asumir Edmundo González Urrutia, ganador de los comicios, según probó la oposición con actas.
“Las relaciones pacíficas y respetuosas con nuestros doce vecinos son patrimonio de la política exterior brasileña”, insistió, a su cierre.
La relación entre Brasil y Venezuela se deterioró en los últimos cuatro meses, luego de que el chavismo se negara a presentar las actas que respalden el supuesto triunfo de Maduro. El Gobierno de Lula da Silva, que supo ser cercano al dictador chavista, se sumó a la lista de países que exigieron la difusión de estos documentos oficiales pero, ante el silencio del oficialismo, tomó distancia del asunto y se limitó a decir que “es un problema de Venezuela, no es un problema de Brasil”.
No obstante, a finales de octubre, durante la cumbre en Kazán, Brasilia vetó el ingreso de Venezuela en el bloque de los BRICS, lo que representó una estrepitosa derrota para el chavismo y generó gran malestar en sus funcionarios. Según explicó entonces Celso Amorim, asesor especial de política exterior de Lula, la decisión se basó en un “quiebre de confianza” y no está relacionado a una cuestión de “democracia”. “Nos dijeron una cosa y no fue hecha. Nosotros actuamos de buena fe pero con Venezuela se rompió la confianza”, declaró.
Gil describió la acción como una “agresión inexplicable e inmoral”, mientras que desde el Palacio de Miraflores cargaron contra el tono “ofensivo” de las palabras.
(Con información de Europa Press)