A Milagros Chamorro le dieron alcohol cuando llegó como invitada a una casa de Punta del Este, ciudad ubicada en el departamento uruguayo de Maldonado. Corría el año 2010. Tenía 15 años y ese ofrecimiento –contaría 12 años después– la dejó en shock. La adolescente empezó a sentirse mareada, con poco control sobre su cuerpo. Por los vagos recuerdos que tenía, sabía que en un momento ingresó al baño y se desvaneció. Lo siguiente que se acordaba era estar tirada en el suelo. Desnuda.
Fue un amigo y compañero de inglés quien la invitó a ir a esa casa, ubicada sobre una avenida conocida de Punta del Este. Había cinco hombres, de entre 17 y 18 años, que violaron a la adolescente de 15. Y no solo eso: le sacaron fotos y la filmaron, sin su consentimiento. Luego, divulgaron ese contenido.
El abuso sexual no fue solo ese. Con el paso del tiempo, continuaron las referencias a esa violación que sufrió Chamorro cuando tenía 15. “Cogida entre cinco”, le decían las “malas lenguas”. Así lo contó ella misma cuando se animó a hablar del tema: fue en 2022, 12 años después del episodio que la marcaría para siempre.
“Yo fui violada por cinco hombres estando inconsciente. Esa noche no solo fui violada. Fui ultrajada, me arrebataron mi inocencia, me cosificaron y me expusieron como si fuese un trofeo”, escribió.
Cuando Chamorro decidió contarlo, sabía que era muy difícil que se hiciera Justicia por las leyes que regían en ese lejano 2010 en Uruguay. Aunque eso era lo que ella más quería. “Hace 12 años la sociedad era aún más machista, y si te emborrachabas o te emborrachaban éramos y aún somos propensas a ser violadas. Mi caso es uno en un millón y es necesario que esto sea visibilizado por la sociedad”, cerró su mensaje, que fue divulgado en la cuenta Feminismo Uruguay.
Mientras convivía con ese recuerdo imborrable, Chomorro se recibió de trabajadora social y se desempeñaba en un centro educativo de niños y adolescentes. En el Centro Universitario Regional del Este (Cure), en Maldonado, cursaba además una maestría en Políticas Públicas. Fue allí que le confió a algunas compañeras lo que había pasado y la necesidad que tenía de que se hiciera justicia.
Mientras trabajaba y estudiaba, debió lidiar con el efecto que el recuerdo del 2010 le generaba a su salud mental. Un problema del que, según se desprende de sus consultas, ella fue consciente al punto que buscó ayuda varias veces. Pero no fue suficiente.
La última vez que recurrió al médico fue el pasado viernes 25 de octubre. Chamorro llegó a la mañana y contó que había tenido ideas de suicidio. La psiquiatra que estaba de guardia en la emergencia entró antes de la hora 14 de ese día, según reconstruyó el semanario local Búsqueda.
La atención más urgente ese viernes la requería un joven esquizofrénico, que había llegado al sanatorio agitado y violento. Luego sería el turno de Chamorro. Después de haber expresado sus ideas suicidas, la mujer –que tenía 30 años–, se había tranquilizado. Almorzó y no aceptó los medicamentos que le dieron.
La psiquiatra atendió primero al joven y, 20 minutos después, fue al box en el que estaba Milagros. Corrió la cortina y se encontró con que la joven se había quitado la vida.
Chamorro no aguantaba más, según lo han expresado sus familiares, amigos y las organizaciones sociales que expresaron su indignación por la muerte de la joven víctima de la violación grupal. Su madre, Laura Cabrera, también expresó su dolor en el noticiero Subrayado de Canal 10. Cabrera contó que su hija buscó mucha ayuda psicológica y psiquiátrica, pero que no la obtuvo. “Ella dijo lo mal que estaba y la dejaron. Ella se quitó la vida dentro de una mutualista sin recibir la atención del psiquiatra. Nadie la ayudó”, señaló. Cuestionó, entre lágrimas, al sistema de salud que atiende a los jóvenes que solicitan ayuda en este tipo de casos.
Chamorro siguió los pasos que hay que seguir cuando ocurren estas situaciones: no callarse, pedir ayuda aunque hayan pasado años, ir a la Justicia y acudir a un centro de salud. “Eso fue lo que Milagros hizo, insistió, pero aún así se le soltó la mano. El Estado estuvo ausente”, declaró en Búsqueda Carolina Ferrari, que forma parte del Proyecto Ikove, integrado por víctimas y sobrevivientes de violencia sexual.
La Fiscalía analizó la denuncia de Chamorro. Su relato señalaba que había sido víctima de una violación grupal por parte de cinco personas, de los cuales uno era mayor de edad en el momento que cometieron el delito. La joven no pudo precisar cuál fue el rol que ocupó cada uno. La Fiscalía archivó el caso.
Los delitos gravísimos en los menores de edad, como la violación, prescriben a los dos años. La prescripción en el caso del adulto, en tanto, prescribe a los 15 años, pero Chamorro desconocía cuál había sido su rol en la violación grupal. Por lo tanto, era imposible sostener la acusación en un juicio oral. Esto fue lo que la Fiscalía le transmitió a la víctima.
Y Chamorro ya sabía que nadie iba a pagar por la violación que sufrió. “Estos agresores, que cometieron un delito, es muy probable que no sean imputados a nivel penal porque las leyes que regían en 2010 no son las mismas que las de hoy”, escribió cuando se animó a contar sobre su caso.
Teresa Herrera es una activista en derechos humanos de mujeres y menores. La investigadora declaró al medio uruguayo que este caso fue un “combo completo” de situaciones mal manejadas. Hubo una falta de respuesta judicial y una consecuencia trágica en la mutualista. Lo de Milagros fue, definió, un “suicidio femicida”. “Fue víctima de la violencia institucional que, en lugar de protegerla, la revictimizó”, señaló Herrera.
Antes de ese viernes fatal, Chamorro había ido en otras ocasiones a pedir ayuda al Casmu. Lo había hecho, por ejemplo, dos días antes, como se lo dejó escrito a una amiga en un WhatsApp. “Estoy en el Casmu desde las 20. Recién me pasaron a box. Supuestamente no me ve (la) psiquiatra hasta mañana en la mañana. No sé si es legal esto, tenía entendido que tenía (la obligación de ser atendida por una especialista en) dos horas”, envió. Era la hora 23.19 de ese miércoles. Milagros había llegado sola.
Ese día fue terrible para Milagros. La medicación no le hacía efecto, las ideas suicidas no se le iban de la cabeza. La amiga contó al semanario uruguayo que esperaba que algún día un profesional “empatizara con ella”. “Voy a festejar Navidad con el psiquiatra”, le escribió.