El temor a la delincuencia y promesas fallidas de reforma social están debilitando a líderes de izquierda de América Latina, y preparando el potencial retorno de gobiernos de derecha en la región.
En Colombia, Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en el país, enfrenta una economía moribunda, un aumento de la delincuencia, un enorme éxodo de riqueza, y fracasos en sus promesas de reformas sociales. En Chile, el joven presidente Gabriel Boric ha sido testigo de dos intentos fallidos de reescribir la Constitución. Ahora está enfocado en detener la expansión del crimen organizado. Ambos llegaron al poder tras olas de protestas y malestar social en la región más desigual del mundo a principios de la década.
La izquierda enfrenta una prueba crucial el próximo año, con elecciones en Ecuador, Bolivia y Chile, y en 2026, con votaciones en Brasil, Colombia y Perú. Independiente de los resultados individuales de los candidatos, la nueva encuesta LatAm Pulse de AtlasIntel y Bloomberg News muestra que los latinoamericanos simpatizan cada vez más con modelos económicos promercado. Es una tendencia que se acelerará si la terapia de choque aplicada por el libertario Javier Milei tiene éxito en Argentina.
“En toda la región, ¿dónde se ve un presidente de izquierda que tenga la reelección asegurada?” dijo Will Freeman, miembro de estudios sobre América Latina en el Consejo de Relaciones Exteriores. “No se me ocurre ni un solo lugar”.
Con un 40% y un 39% respectivamente, Petro y Boric tienen las tasas de aprobación más bajas entre los líderes de las mayores economías de América Latina, según la encuesta. La notable excepción es el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, quien mantiene el respaldo de una escasa mayoría de la población a casi dos años de asumir. Claudia Sheinbaum, quien asumió en México este mes, está disfrutando de una luna de miel postelectoral.
Las condiciones económicas son clave para entender la caída en aprobación de la izquierda latinoamericana. Más de la mitad de los encuestados en Chile y Colombia califican como malo el estado de su economía y de su mercado laboral. Por el contrario, los brasileños son más optimistas, ya que el producto interno bruto está creciendo más de lo previsto y la tasa de desempleo es la menor en más de 10 años.
La corrupción, la delincuencia y el narcotráfico figuran entre las principales preocupaciones de todos los encuestados. La delincuencia, en particular, se ha convertido en un gran problema en toda la región, lo que ha elevado la xenofobia. Muchos culpan a los inmigrantes del aumento de la violencia y la inseguridad, y ha desempeñado un papel cada vez más importante en las recientes elecciones locales. Líderes en toda la región ahora imitan las tácticas de mano dura contra el crimen del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien solía referirse a sí mismo como el “dictador más cool del mundo”.
Políticas menos intervencionistas podrían ayudar a la región alcanzar mayor estabilidad económica y dar confianza a las empresas de que no sufrirán alzas de impuestos ni revisiones a sus contratos cuando asuman los próximos gobiernos. Eso también hará políticamente difícil implementar políticas populistas de expropiaciones y control de precios, como las que han diezmado la economía de Venezuela y han precipitado a Bolivia al desastre económico.
En Venezuela, la reelección de Nicolás Maduro, no reconocida en muchos países, tiene a sus aliados en Brasil y Colombia a la defensiva y les expone a críticas de que llevan a sus países en la misma dirección. La economía venezolana lleva años en crisis y casi el 80% de sus ciudadanos viven en la pobreza.
“El liberalismo económico se ha afianzado mucho más y ha echado raíces en la sociedad”, afirmó Andrei Roman, director general de la empresa de sondeos AtlasIntel. “El ciudadano latinoamericano medio no es tan diferente del ciudadano medio de EEUU”.
Aun así, no todos abrazan el modelo económico. Si bien más del 40% de los encuestados en cada uno de los cinco países analizados —Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México— coinciden con la idea de que los gobiernos deberían recortar el gasto en lugar de aumentar los impuestos, no hay consenso sobre privatizaciones, controles de precios o intervención estatal para proteger de la competencia a determinados sectores económicos.
El relativo éxito de Lula en apuntalar la economía de Brasil, y su popularidad, preparan el terreno para otras reñidas elecciones en 2026. Aunque su Partido de los Trabajadores eligió más alcaldes este mes que en 2020, los candidatos respaldados por el ex presidente Jair Bolsonaro tuvieron un desempeño aún más fuerte en detrimento de los partidos centristas, las principales víctimas de la polarización del país.
“En Brasil, el partido de izquierda está al mando, pero con muchos más problemas y menos poder que Lula 1.0″, dijo Isabela Kalil, una antropóloga que estudia los movimientos de derecha.
El modelo económico de Lula compite con el que se está aplicando en la vecina Argentina, donde el desenfadado Milei hizo campaña con la promesa de llevar una motosierra al gasto fiscal. La prueba para el libertario será si su popularidad sobrevivirá la recesión ya que más de la mitad de la población ahora vive por debajo del umbral de la pobreza. Milei no ha dado marcha atrás en su compromiso con un superávit fiscal, incluso cuando se trata de temas como la educación superior y la seguridad social. Recientemente, Milei vetó dos proyectos de ley, aprobados por amplios márgenes en el Congreso, que habrían aumentado el gasto, una hazaña extraordinaria en una Argentina propensa al déficit y a la crisis.
“No hay presidentes liberales libertarios así que básicamente tuvieron que hacer muchas cosas mal para que yo esté acá”, bromeó Milei en una reciente conferencia empresarial en Buenos Aires.
Los argentinos tenían la friolera de USD 277.000 millones fuera del sistema durante el primer trimestre, aproximadamente 10 veces más que los pesos en circulación, según las estadísticas oficiales. Como resultado del incipiente éxito de Milei y de la generosa amnistía fiscal, hasta ahora los argentinos han repatriado unos USD 13.000 millones, aproximadamente el doble que bajo una campaña similar del ex presidente Mauricio Macri.
“Cuando ustedes miran los depósitos en dólares verdaderamente lo que está pasando es estremecedor”, declaró Milei en el mismo acto.
Reformas en la industria petrolera argentina están desatando una oleada de inversiones en el yacimiento petrolífero Vaca Muerta donde, según la consultora Rystad Energy AS, la producción podría superar el millón de barriles diarios durante el mandato de Milei.
En contraste con una izquierda dividida, la derecha, liderada por figuras como Milei y Bukele, organiza conferencias a lo largo y ancho del continente bajo el alero del Comité de Acción Política Conservadora, o CPAC, donde se codean con el ex presidente Donald Trump, a pesar de sus diferentes visiones sobre aranceles y comercio.
“Tenemos muchas fracturas en la izquierda. Al mismo tiempo, hay muchas diferencias entre Trump y Bolsonaro o Bukele y Milei, pero creo que están en una fase de aceptación de sus diferencias”, dijo Kalil. “Estas conferencias son importantes porque han ayudado a conectar a importantes actores y representantes de la derecha”.
Sin duda, la izquierda no está muerta. Sheinbaum obtuvo una rotunda victoria en México, luego que su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, erosionara la confianza empresarial en el país. En Ecuador, Daniel Noboa no ha logrado repetir el éxito de Bukele en la represión de la violencia de las bandas y corre el riesgo de perder la reelección a manos de un candidato de izquierda como resultado.
Incluso en Bolivia, donde el modelo económico socialista está en crisis, la oposición política está tan desacreditada y no gusta tanto a la mayoría indígena que ni siquiera tiene un líder claro que aproveche una escisión en el partido gobernante.
En Chile, Boric no puede volver a presentarse dado el límite de un mandato en el país, pero el éxito o la derrota de su coalición depende tanto de su propio historial como de quién presente la oposición. Si el rival está demasiado a la derecha, sus aliados podrían tener una oportunidad para mantener el poder.
“La realidad en América Latina, con pocas excepciones, es que quienes están en el poder están perdiendo”, dijo Erika Mouynes, ex ministra de Relaciones Exteriores de Panamá y académica de la Universidad de Harvard. Señaló cómo gran parte de la región aún no tiene acceso ni siquiera a algunas de las necesidades y servicios más básicos, como el agua potable.
“El péndulo político oscilará de un lado a otro a medida que la región busque soluciones para sus necesidades”, añadió Mouynes. “Nos enfrentamos a indicadores de desigualdad profundamente preocupantes que no mejoran”.
(Bloomberg)