El bipolarismo, unipolarismo y multipolarismo son conceptos clave en la política internacional que definen el equilibrio de poder global en distintos momentos de la historia contemporánea. Estas nociones, que permiten entender el mundo y su contexto histórico, fueron puestas en discusión en el seminario organizado por el Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
En el evento, celebrado este lunes, participaron Francisco de Santibañes, presidente del CARI, y Fabián Calle, director del Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos de la institución.
El primer expositor fue Arie Kacowics, profesor titular de la cátedra Chaim Weizmann de Relaciones Internacionales y del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Para el académico, la unipolaridad terminó hace unos 10 años con la emergencia de China como superpotencia.
Por otro lado, Kacowics argumentó que la bipolaridad era un concepto más sencillo, tomando como ejemplo la Guerra Fría. En ese periodo, se enfrentaban dos superpotencias (EEUU y la Unión Soviética), no había periferias relevantes, y aunque las alianzas fluctuaban, se mantenía una paz relativa entre las potencias, a pesar de los conflictos y guerras en el sur global.
Kacowics se inclina más por el concepto de multipolaridad para comprender el presente. Según él, aunque más complejo, este sistema tiene afinidad con la pluralidad. Además, sostiene que el mundo también es multipolar en términos económicos.
El académico hizo alusión a lo expresado el pasado 24 de septiembre por el secretario general de la ONU, António Guterres, durante la apertura de la Asamblea General. Guterres afirmó que el mundo de hoy no es unipolar y lo definió como una especie de purgatorio, “donde cada vez más países llenan los espacios de la división geopolítica y hacen lo que quieren sin rendir cuentas”.
“Hay conflictos en Gaza, Sudán; incertidumbre sobre el cambio climático; pobreza. En resumen, es un cambalache. Y a esto se suma el protagonismo de potencias emergentes como Brasil e India, entre otras. Todo es muy complicado”, dijo Kacowics.
El académico argumentó que la mejor alternativa en este momento es una multipolaridad en forma de concierto. En este escenario, incluso “el malo de la película”, que es Rusia, debería estar incluido.
“Esto podría ayudar al mundo en momentos en los que necesitamos cooperación para lidiar con los problemas globales”, sentenció Kacowics.
Por su parte, Rosendo Fraga, analista político, periodista e historiador argentino, señaló que es un error utilizar categorías como Guerra Fría para definir el escenario mundial actual, que tiene características muy particulares.
Fraga, alineado con la visión de multipolaridad, mencionó un documento de las autoridades de EEUU que describe un mundo de grandes potencias globales como la Unión Europea, el Reino Unido, Japón y Rusia, junto con potencias regionales como India, Nigeria, Brasil y Arabia Saudita. En resumen, un mundo complejo con muchos actores poderosos y con distintos intereses.
Fraga también considera que, en un futuro próximo, la tercera gran potencia, después de EEUU y China, será India.
“Es el país más poblado del mundo, tiene el quinto PBI y superará a Alemania y Japón en menos de 10 años, lo que influirá en la competencia entre EEUU y China”, señaló Fraga.
Por último, Roberto Russell, ex director de la Maestría en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella, sostuvo que la política internacional está determinada por los grandes poderes, y en este escenario solo hay dos que pueden considerarse como tales: China y EEUU.
Russell explicó que Rusia no encaja como un gran poder, y que durante la guerra con Ucrania ha aumentado su dependencia de China.
Bipolarismo, unipolarismo y multipolarismo
El bipolarismo se refiere a una estructura mundial dominada por dos superpotencias rivales, como ocurrió durante la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética lideraban bloques opuestos. Este equilibrio dependía de la contención mutua y las alianzas estratégicas, con organismos como la OTAN y el Pacto de Varsovia consolidando las zonas de influencia. Cada superpotencia intervenía en los asuntos globales no solo para expandir su influencia, sino también para limitar el crecimiento del adversario, lo que llevó a guerras indirectas y conflictos localizados.
Por otro lado, el unipolarismo surge tras el colapso soviético en 1991, cuando Estados Unidos quedó como la única superpotencia global. En este sistema, el país dominante ejerce un liderazgo casi incontestado en los ámbitos político, militar y económico, dictando normas y reglas en foros internacionales. Esto dio lugar a intervenciones militares unilaterales, como las de Irak en 2003, y a una globalización económica alineada con los intereses de Occidente. La falta de un contrapeso real favoreció una visión más centrada en los intereses hegemónicos de un solo actor, lo que también llevó a tensiones con potencias emergentes como China y Rusia.
Por su parte, el multipolarismo es una estructura en la que el poder global no se concentra en una o dos superpotencias, sino que se distribuye entre múltiples actores de peso similar. En contraste con el unipolarismo dominado por Estados Unidos o el bipolarismo de la Guerra Fría, el mundo multipolar se caracteriza por la aparición de nuevas potencias como China, Rusia, la Unión Europea, y economías emergentes como India o Brasil. Este sistema fomenta una diplomacia más compleja, con múltiples centros de poder que interactúan, a menudo en competencia o cooperación según los intereses compartidos.
En un escenario multipolar, las alianzas son más flexibles y las potencias buscan influir en diversas regiones o temas, sin depender de una única hegemonía. La creación de organismos como los BRICS o las nuevas rutas comerciales impulsadas por China, son ejemplos de la reorganización global bajo este esquema. A diferencia del unipolarismo, que suele imponer un orden global basado en el poder de una sola nación, el multipolarismo permite un equilibrio más dinámico, aunque también con mayores riesgos de inestabilidad y competencia abierta entre los polos de poder.