Hace 47 años, guardias civiles y soldados llegaron a la casa de Luis Eduardo Arigón, en el barrio céntrico de Montevideo La Blanqueada. Fue sobre la madrugada y tenían la misión de hacer un allanamiento en el hogar y llevarse secuestrado a ese militante comunista que se resistía a la dictadura que se había iniciado hacía cuatro años. Su esposa y sus hijas presenciaron cómo los represores se llevaban a su padre, que ya había estado detenido dos veces antes.
Durante 47 años no se supo nada sobre los restos de Arigón, uno de los 197 desaparecidos que dejó la dictadura uruguaya (1973-1985). Hasta que el hallazgo de huesos humanos en el Batallón 14, una unidad del Ejército uruguayo que fue un centro de detención y tortura durante ese período, dio una luz de esperanza. Este martes, el fiscal especializado en crímenes de Lesa Humanidad, Ricardo Perciballe, confirmó que los restos encontrados eran de Arigón, quien tenía 51 años cuando fue detenido, el 14 de junio de 1977.
Arigón era un militante social y político que fue asesinado por el “solo hecho de resistir a la dictadura”, dijo Perciaballe en una conferencia de prensa consignada por La Diaria. Fue trasladado al centro de detención clandestino La Tablada, donde sufrió diversas torturas y posteriormente lo llevaron al Batallón 14, en el que fue enterrado. Con esta noticia, se busca “establecer un poco de paz para la familia, fundamentalmente, y para toda la sociedad”, destacó el fiscal.
Fueron más de 40 años de búsqueda para la familia de Arigón, como dijo su hija Sabrina en la conferencia de este martes. La mujer dijo estar sorprendida por la brutalidad de los efectivos de la dictadura que quedó evidenciada con la muerte de su padre. “No deja de sorprenderme la maldad, la cobardía con la cual fueron tratadas estas personas. No hay palabras para decirlo, porque se puede pensar de otra manera, pero hacer lo que les hicieron a estas personas es vergonzoso, es una vergüenza para todos nosotros, hasta el día de hoy”, dijo.
Sabrina Arigón recordó el día que se llevaron a su padre por última vez, cuando ella tenía unos 11 años. Dijo que, para ella, era un “padre común y corriente” y contó que se sabía que “tenía sus actividad” en la casa, porque era algo que “no ocultaba”. “Tenía ideas muy claras por las cuales se jugó la vida, porque teniendo la oportunidad de irse del país no lo hizo”, dijo.
Arigón era un hombre culto –en palabras de su hija– que tocaba el violín y le gustaba escribir poesía. Era también un gran lector de muchos libros en francés.
“Esta búsqueda sigue y seguirá durante mucho tiempo más (…) Hay gente que pienso que esto no existió o que fue una mentira, como le dijeron a mi madre más de una vez”, cerró Sabrina Arigón.
La esposa de Arigón, Sara Barrocas, nunca dejó de buscar, recordó el director de la Institución Nacional de Derechos Humanos Wilder Tayler. En 1986, cuando Uruguay recién había recuperado la democracia, presentó la denuncia por la desaparición de Arigón. Y durante décadas pidió habeas corpus, hizo denuncias y gestiones ante el Parlamento.
El nuevo hallazgo de restos permite identificar un “patrón establecido” en los enterramientos en el Batallón 14. “Es un lugar que fue utilizado como un cementerio secreto para los desaparecidos, con una metodología que evidentemente albergaba el designio de que no fueran encontrados nunca”, dijo Tayler.
En el mismo lugar, fueron encontrados los restos del maestro Julio Castro en 2011 y un año después del comerciante Ricardo Blanco. Pasaron 11 años para que apareciera allí también Amelia Sanjurjo, una militante comunista detenida por la dictadura por repartir panfletos.