En su tercer mandato, Lula da Silva eligió el camino de la multipolaridad para la política exterior de Brasil

El canciller del país sudamericano se reunió con su homólogo ruso Serguei Lavrov, mientras el el asesor especial del presidente hizo lo mismo con funcionarios chinos e iraníes, mientras el mandatario mantiene su postura ambigua con respecto al fraude electoral en Venezuela

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El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en el Palacio del Itamaraty, sede de la cancillería brasileña (EFE/ Andre Borges)
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en el Palacio del Itamaraty, sede de la cancillería brasileña (EFE/ Andre Borges)

Aunque Brasil está centrado estas semanas en sus asuntos internos, ya que el 6 de octubre se celebrarán las elecciones municipales, su política exterior sigue siendo objeto de debate internacional. La semana pasada, en una entrevista exclusiva con el periodista Samuel Pancher, del sitio de noticias brasileño Metrópoles, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, acusó a Brasil y China de hacer una propuesta “destructiva” porque ambos países consultaron a Rusia pero no lo discutieron con Ucrania. “No somos estúpidos”, dijo. “¿Para qué sirve este teatro? Hablaron con Rusia y dijeron que esta es nuestra propuesta, pero no nos pidieron nada. Y viene Rusia y dice que apoya la propuesta de Brasil y China. Esto es una falta de respeto a Ucrania”, dijo dirigiéndose a los dos países. Recordando, además, que Brasil ratificó el Estatuto de Roma, el tratado internacional que estableció la Corte Penal Internacional (CPI), y acogerá este año la cumbre del G20, Zelensky se preguntó “cómo puede presentarse Putin sin ser detenido”, dado que tiene una orden de arresto de la Cpi por crímenes de guerra por deportar a niños ucranianos a Rusia. “¿Se sentarán los países del G20 a la mesa con alguien que necesita ser detenido?”, se preguntó. Putin ha sido invitado por Lula a asistir a la cumbre del G20 en Rio de Janeiro los días 18 y 19 de noviembre.

El embajador brasileño en Ucrania, Rafael de Mello Vidal, rebatió las declaraciones del presidente Zelensky en Metrópoles. “No me consta que esta propuesta haya sido negociada previamente con Rusia. Es una propuesta resultante de una reunión de Celso Amorim (el asesor especial de política exterior del presidente Lula) en Beijing. Es una propuesta de alto el fuego que no establece un acuerdo de paz. Las condiciones de un acuerdo de paz serán definidas por Ucrania y Rusia. La propuesta de alto el fuego propone que las dos partes se sientan en una mesa de negociaciones y a partir de ahí discutan las condiciones para un acuerdo”, dijo el embajador a Pancher.

Las relaciones Brasil-Rusia

En relación con el conflicto en Ucrania, otra noticia ha causado alarma en el país latinoamericano, la de uno de sus compatriotas que, pensando que simplemente respondía a un anuncio de trabajo, se encontró sin saberlo luchando en el frente ruso, acabando como prisionero de los ucranianos. Así lo reveló el militar Petro Yatsenko, representante de la Coordinación para el Tratamiento de los Prisioneros de Guerra de Ucrania. Fue el brasileño, cuya identidad no se hizo pública, quien tras ser hecho prisionero por los ucranianos les contó su increíble historia. “Dijo que no había ido a Rusia a luchar, que sólo había sido contratado como empleado por una empresa rusa y que había ido a Rusia a trabajar, no a hacer la guerra. Pero dijo que lo engañaron y le llevaron al frente como ‘carne de cañón’”, reveló el militar ucraniano a Metrópoles.

También la semana pasada, el regalo ofrecido el 9 de septiembre por el Ministro de Asuntos Exteriores Mauro Vieira a su homólogo ruso Sergey Lavrov en Arabia Saudita creó polémica en Brasil. Se trataba de una camiseta de la selección brasileña firmada personalmente por una de las estrellas del fútbol del país latinoamericano, Vinicius Júnior, “uno de los favoritos de Lavrov”, como el mismo agradeció. El diario portugués Observador comentó el hecho preguntándose si “¿Rusia y Brasil (son) amigos?”. La noticia fue ampliamente difundida por la televisión rusa RT, que recientemente aterrizó en el radar del Departamento de Estado de Estados Unidos. Según el secretario de Estado, Antony Blinken, los empleados de RT utilizan tácticas de inteligencia y empresas fantasma como tapadera para interferir en la agenda política de varios países.

El comunicado de la diplomacia rusa señala que Vieira y Lavrov hablaron de la crisis ucraniana y de las relaciones bilaterales entre Brasil y Rusia. “Los jefes de los departamentos de política exterior tocaron el tema de la interacción entre Moscú y Brasilia en plataformas multilaterales, principalmente en la ONU, BRICS y G20. Discutimos por separado los problemas de la crisis ucraniana”, reza el texto del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso.

Serguei Lavrov y Mauro Vieira durante una reunuión de los cancilleres de los BRICS en Nizhny Novgorod, Rusia, el pasado junio (REUTERS/Maxim Shemetov)
Serguei Lavrov y Mauro Vieira durante una reunuión de los cancilleres de los BRICS en Nizhny Novgorod, Rusia, el pasado junio (REUTERS/Maxim Shemetov)

La semana pasada, el asesor especial de política exterior de Lula, Celso Amorim, en su tercera visita a Moscú, también se reunió con Lavrov, así como con el Secretario del Consejo de Seguridad de Rusia y ayudante de Putin, Nikolai Patrushev. A continuación, Amorim asistió en San Petersburgo a la 14a reunión de Altos Representantes de los BRICS sobre cuestiones de seguridad nacional. Sin nombrarlo en su discurso, Amorim se refirió al caso de Elon Musk y a la suspensión de X en Brasil, afirmando que “ninguna empresa o individuo debe pensar que está por encima de la ley. Nuestra soberanía no está en venta”. A continuación, elogió el tema elegido por Moscú para su presidencia de los BRICS en 2024, a saber, “Fortalecer la multipolaridad para el desarrollo y la seguridad mundiales”.

“La multipolaridad es un concepto central para la política exterior de Brasil”, dijo, refiriéndose a la visión antioccidental del sur global que ve unidos a regímenes autoritarios como Irán, Rusia y China.

El asesor especial de política exterior de Lula Celso Amorim (REUTERS/Andressa Anholete)
El asesor especial de política exterior de Lula Celso Amorim (REUTERS/Andressa Anholete)

En San Petersburgo, Amorim también se reunió en un encuentro paralelo con el chino Wang Yi, ex ministro de Asuntos Exteriores y ex consejero de Estado que ahora es un poderoso miembro del Buró Político del Partido Comunista Chino. Según informa la agencia estatal China Media Group, “China está dispuesta a reforzar la coordinación estratégica con el país sudamericano”. Según Amorim, Brasil planea mantener más intercambios de alto nivel en la próxima etapa con China, “con el objetivo de seguir promoviendo el desarrollo de las relaciones bilaterales”. No está claro si Amorim se refería a la adhesión de Brasil a las iniciativas “La Franja y la Ruta”, ya anunciada en julio por el presidente Lula. Además, China participó por primera vez la semana pasada en unos ejercicios militares de la operación Formosa en el estado brasileño de Goiás. También estuvieron presentes 50 militares estadounidenses. El comunicado oficial de los marines estadounidenses destacó el papel equilibrador que su país quiso aportar al evento. “La participación de los marines estadounidenses muestra el apoyo a los continuos esfuerzos de Brasil en la promoción de los valores democráticos y la defensa del Estado de Derecho en todo el continente”, reza el texto.

Condena de un brasileño al servicio de Hezbollah

En cuanto a Irán, el brasileño Lucas Passos Lima fue condenado a 16 años de prisión por el Segundo Tribunal Penal Federal de Belo Horizonte, Minas Gerais. Según la acusación, había sido reclutado junto con otros compatriotas suyos por Hezbollah, respaldado por Irán, para llevar a cabo una serie de atentados contra objetivos israelíes en Brasil. Afortunadamente, los atentados habían sido frustrados por la Policía Federal en el marco de la Operación Trapiche, que estalló el pasado noviembre. La sentencia fue histórica porque Passos Lima fue condenado por terrorismo a pesar de que Hezbollah no está reconocida como organización terrorista en Brasil. El juez, sin embargo, hizo prevalecer la ley de terrorismo vigente en el gigante latinoamericano desde 2016 y, reza el fallo, “las tres convenciones de las que Brasil es signatario, las dos primeras fruto de la Asamblea General de las Naciones Unidas”. Pese a la condena de la justicia brasileña, el riesgo que la Operación Trapiche suponía no sólo para las comunidades judías de Brasil sino para la propia seguridad nacional no ha sido hasta ahora sopesado públicamente frente a Irán, país con el que el gigante sudamericano sigue manteniendo sólidas relaciones. Según informó la agencia de noticias del régimen iraní, IRNA, en San Petersburgo Celso Amorim mantuvo una reunión paralela con el Secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán Ali Akbar Ahmadian. Irán es miembro del bloque BRICS desde este año, que anteriormente sólo incluía a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Según IRNA, Irán y Brasil enfatizarán “el fortalecimiento de las relaciones políticas, económicas y de seguridad”.

En un editorial titulado “Brasil calla ante el terror”, el diario O Estado de São Paulo, comentando la condena de los brasileños al servicio de Hezbollah, escribe que “lo mínimo que se esperaba era que el gobierno brasileño interrogara al menos a Teherán sobre los planes terroristas de Hezbollah en territorio nacional. No se puede permanecer en silencio ante la aterradora posibilidad de que la guerra de poder de Irán contra Israel utilice Brasil como uno de sus campos de batalla, a costa de la vida de ciudadanos brasileños. Es sabido que el presidente Lula da Silva tiene en alta estima a Irán, a pesar de que Teherán patrocina el terrorismo y viola sistemáticamente los derechos humanos de los iraníes.¿Podría el presidente utilizar al menos este afecto por el régimen de los ayatolás en favor de los brasileños amenazados por las milicias chiíes libanesas?”.

Alianza Venenezuela-Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra

En cuanto a Venezuela, el ex canciller venezolano Jorge Arreaza anunció la semana pasada una alianza con el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) de Brasil. “El presidente Nicolás Maduro hace realidad el proyecto soñado por el comandante Hugo Chávez y el MST (y el gobierno de Brasil de entonces, que era distinto del actual)”, escribió el ex canciller en Telegram, aludiendo también al actual gobierno de Lula, que según el comunicado evidentemente no parece ser el mismo que el de la era Chávez. El proyecto prevé en la fase inicial la concesión de 10 mil hectáreas de tierra en el estado venezolano de Bolívar que serán administradas por el movimiento brasileño para producir trigo, soja y frijoles. “Estamos dando tierras en Venezuela para que el MST pueda transferir sus conocimientos de producción agroecológica a los campesinos de nuestra comunidad y producir para la vida a una escala inimaginable hasta ahora”, dijo Arreaza.

Sin embargo, parece no ser más que otro anuncio retórico de la dictadura de Nicolás Maduro, ya que el MST de Brasil produce en realidad a muy pequeña escala. Durante la campaña electoral, Lula había enunciado un pensamiento similar al de Arreaza, al declarar que el “MST es el mayor productor de arroz orgánico de Brasil”, pero sus declaraciones fueron posteriormente desmentidas por los datos de las asociaciones de agricultores. En la cosecha de 2022, el MST del estado de Rio Grande do Sul, que concentra el 70% de la producción nacional de arroz, había promovido un evento para celebrar una cosecha de 15,5 toneladas de producto orgánico, una cifra muy baja si se tiene en cuenta que la producción anual de arroz de Brasil se estima en unos 11 millones de toneladas al año.

Lula y el dictador Nicolás Maduro durante una Cumbre Sudamericana en Brasil. A diferencia de otros países de América Latina y del mundo, Lula todavía no dijo que el candidato opositor Edmundo González Urrutia ganó las elecciones presidenciales. (AP Foto/Ariana Cubillos, Archivo)
Lula y el dictador Nicolás Maduro durante una Cumbre Sudamericana en Brasil. A diferencia de otros países de América Latina y del mundo, Lula todavía no dijo que el candidato opositor Edmundo González Urrutia ganó las elecciones presidenciales. (AP Foto/Ariana Cubillos, Archivo)

El anuncio de Arreaza fue acompañado de un vídeo con el lema “el movimiento es sin tierra en Brasil” pero “con tierra en Venezuela”. La iniciativa fue impulsada por el propio Maduro, que recientemente vistió una gorra brasileña del MST en una cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-TCP), recibido por representantes del movimiento en el evento. En aquella ocasión, el dictador había invitado personalmente al MST “a venir con cientos de sus campesinos, a producir en Venezuela”. En esa misma reunión, la diputada del Partido de los Trabajadores (PT) por el Estado de Pernambuco Rosa Amorim se fotografió junto a Maduro, diciendo que era una “alegría conocerlo” y que le llevaba “el cariño de los brasileños”.

Como escribe el sitio de noticias Poter 360, a pesar de que Brasil no ha reconocido la victoria de Nicolás Maduro, “Lula y su gobierno están adoptando la cautela y un tono suave e indulgente con respecto a la fiabilidad de las elecciones celebradas el 28 de julio”. A diferencia de otros países de América Latina y del mundo, como Argentina, Uruguay, Ecuador y Estados Unidos, el presidente ni siquiera dice que “el candidato opositor Edmundo González Urrutia ganó las elecciones presidenciales”.

Este tipo de política exterior está alejando a Brasil de una escena internacional orientada hacia Occidente. Como informa Jamil Chade en el sitio de noticias UOL, la embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, no ha prometido el apoyo de su gobierno a la entrada de Brasil en una posible ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU. En un discurso pronunciado el pasado jueves, dijo que la Casa Blanca aprueba el ingreso de India, Alemania y Japón. “No expresamos explícitamente nuestro apoyo a Brasil” agregó la embajadora Thomas-Greenfield.

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