El esclarecimiento del femicidio de Lola Chomnalez, la adolescente argentina asesinada en diciembre de 2014 en una playa de Barra de Valizas (Uruguay), se cerró definitivamente. La Justicia confirmó la condena a Leonardo David Sena a 27 años y medio de prisión por homicidio especialmente agravado.
El Tribunal de Apelaciones de 4° Turno de Uruguay ratificó la condena dictada por el juez de Rocha Juan Giménez, informó el diario uruguayo El Observador. La defensa del acusado había apelado esta decisión. La Justicia había concluido que el material genético que se había recolectado en la escena del crimen “dio cuenta de la presencia de un único perfil masculino”.
“Hoy, científicamente, sabemos que corresponde a Sena Cabrera”, concluyó.
La versión que dio Sena para defenderse fue que su ADN quedó en la mochila porque encontró las pertenencias de la joven posteriormente a su muerte y robó el dinero que tenía. Como, según su relato, se había cortado al recoger una botella del supermercado donde trabajaba, su sangre quedó en la mochila.
El juez, en cambio, afirmó que se lastimó al forcejear con ella hasta matarla.
La familia de Chomnalez fue representada en este caso por los abogados uruguayos Jorge Barrera y Juan Raúl Williman.
La investigación por el asesinato de Lola se extendió durante nueve años y tuvo un giro fundamental cuando la genetista Natalia Sandberg planteó un cambio en el tratamiento de las muestras de ADN que se habían recogido. La líder del Registro Nacional de Huellas Genéticas de la Policía Científica uruguaya propuso, ante la falta de resultados, estudiar la línea materna de los ejemplares que tenían.
El ADN del homicida se había encontrado en la toalla y en el DNI de Lola, pero no coincidía con ninguno de los que estaba en la base de datos de la Policía Científica. Los investigadores intentaron estudiar la línea paterna del ADN, pero tampoco obtuvieron resultados. Entonces, a Sandberg se le ocurrió probar con la línea materna.
“Nunca perdimos la esperanza de que esa persona pudiera ingresar a nuestra base de datos criminal. Pero ello no ocurría. Pasaban los años, y esa persona, que dejó sus rastros en el escenario del crimen de Lola, no ingresaba como procesado ni formalizado. Entonces fue que decidimos cambiar la forma de buscarlo”, explicó la experta, entrevistada por el diario uruguayo El País.
A partir de una ley de 2011 se comenzó a tomar muestras de ADN a todas las personas procesadas y condenadas de Uruguay. Los investigadores esperaban que el asesino de Lola cometiera un nuevo delito y que, por tanto, su ADN se incorporara a la base de datos. Así, se podría cotejar con las muestras del crimen.
El estudio de los lazos maternos permitió llegar a la madre de Sena, quien informó que tuvo 11 hijos y que había uno que hacía años que vivía con una familia en Rocha, el departamento uruguayo en el que se produjo el femicidio de Lola.
La genetista no sabe cuántos casos exactos se resolvieron utilizando este método, pero asegura que fueron “un montón” aunque ninguno tan mediático como el de Chomnalez. Sanberg aseguró tiempo atrás que el trabajo para esclarecer el homicidio se mantuvo bajo un “hermetismo total” porque se trataba de un caso “muy delicado”.
Mediante la autopsia, se había logrado determinar que Lola murió por asfixia por sofocación y que presentaba varios cortes hechos con un arma blanca en distintas partes del cuerpo. Para la fiscalía, la adolescente trató de escapar corriendo del asesino, fue alcanzada, herida con un arma blanca y golpeada en la cabeza para finalmente morir asfixiada cuando, ante sus probables pedidos de auxilio, le apretó la cara contra la arena.