Eugenia Barrán había cocinado pizza para comer el sábado por la noche junto a su hermano, un adolescente de 17 años. Él tenía el cumpleaños de su amigo y el plan era salir a bailar a la fiesta Bresh, en la Ciudad Vieja de Montevideo. El joven tenía pocas ganas y su madre lo motivaba a quedarse en su casa, a que no fuera a un baile en el auto de un desconocido.
Unas horas más tarde, Barrán llamó varias veces a su hermano para saber cómo estaba, pero no tenía respuesta. Al día siguiente, la que atendió el celular fue ella: era la Policía, que le avisaba que el cuerpo de su hermano había aparecido calcinado junto al de otros dos adolescentes.
El auto en el que salieron a bailar era manejado por el líder de Los Chineppes, una banda delictiva del barrio Cerro de la capital de Uruguay. Tenían que pasar a buscar a otro amigo, pero, cuando llegaron a la casa, les pidió que esperaran unos minutos. Fue durante esa espera que otro grupo de personas se acercó a pie y comenzó a disparar al vehículo. El conductor fue alcanzado por los balazos, que lo hirieron en la cadera, la espalda y la pierna. Los otros tres integrantes, que iban en el asiento trasero, murieron dentro del vehículo y fueron prendidos fuego por los delincuentes.
La información policial primaria es que el asesinato de los jóvenes se trató de una emboscada que tenía como objetivo terminar con la vida de Chineppes, el narcotraficante del Cerro. Lo que se intenta dilucidar es si el joven al que habían ido a buscar está relacionado a este ataque. Los fallecidos habían sido recientemente reclutados por la banda narco. Para contar con sus servicios, los habían tentado con dinero, autos y armas.
El miércoles, unos días después del triple crimen, era el velatorio de los tres jóvenes. La madre de uno de ellos pidió para ver el cuerpo de su hijo, aunque sabía que estaría irreconocible. “No importa, yo soy su madre”, contestó la mujer ante la advertencia que le hicieron, según contó al noticiero Telenoche de Canal 4.
“Miro la cara y estaba irreconocible. Las orejitas estaban cocidas, no quemadas; los bracitos sí estaban arrollados, pero eran muy cortitos. Lo toqué y (me di cuenta que) no era mi hijo”, comentó. Las piernas del cuerpo eran demasiado cortas y el joven tenía solo una cadena y no dos de oro, como correspondía. “Aparte mi hijo tenía una cicatriz en la lengua y este niño tenía la lengua para arriba y estaba sana. Los dientes no eran los de él tampoco”, continuó la mujer.
En la sala velatoria de al lado estaban velando a Ignacio, otro de los fallecidos en la noche del sábado. La familia pidió para abrir el cajón, pero no fue posible.
Ante el reclamo de los familiares, se resolvió exhumar los otros cuerpos para hacer una prueba de ADN.
“A él lo veló y lo enterró otra familia. Acá nadie se hace cargo”, declaró la hermana de la víctima al noticiero Subrayado de Canal 10. “Estamos conmovidas y lo único que quiero es verlo. Hace unos días no quería verlo pero hoy, en las condiciones que esté, quiero ver el cuerpo de mi hermano y quedarme tranquila de que era él. Y traerme a mi casa los restos de mi hermano. Nosotros lo íbamos a cremar esté como esté”, declaró Barrán.
La Justicia, en tanto, ordenó una investigación administrativa tras advertir que hubo un error en la entrega del cuerpo a los familiares, informó este noticiero. La investigación fue pedida por el director del Departamento de Medicina Forense, que está bajo la órbita del Poder Judicial.