La foto de una garra publicada en el Instagram del sitio especializado Fósiles del Uruguay llamó la atención de Facundo Chamorro y su padre. La imagen les sonaba familiar. El texto que acompañaba la historia en la red social decía que se comprobó en la Antártida la presencia de las conocidas como aves del terror. “Tremendo hallazgo”, resaltaba la publicación.
Los Chamorro se dieron cuenta de que tenían una garra similar en su casa de San José –una ciudad a unos 90 kilómetros de la capital uruguaya Montevideo– y quisieron saber si ellos estaban frente a esa ave llamada oficialmente Phorusrhacidae. Los familiares tenían ese material hace 16 años, pero nunca habían podido descifrar de qué se trataba.
Padre e hijo decidieron entregarle la pieza al paleontólogo Andrés Rinderknecht, que se dio cuenta que estaba ante un elemento prometedor, como publicó la cuenta Fósiles del Uruguay.
“Una vez analizada, se determinó que era la primera falange distal del pie de un ave del terror, la única y primera identificada en nuestro país encontrada en San José”, destaca la publicación.
Luego explica se estos animales son conocidos como Phorusrhacidae. Se trata de un grupo de aves de gran tamaño que ya no existen más. Estuvieron dispersas por toda América y su origen está hace 60 millones de años. Hace 2 millones de años que se extinguieron. “Eran depredadores y de un tamaño notable”, detallan los expertos. Algunas especies estaban cerca de los tres metros de altura.
Rinderknecht dijo que las “aves del terror” es uno de los “bichos raros” difíciles de encontrar en Uruguay. El paleontólogo destacó que la encontrada por Chamorro es la “primera y única” garra que existe en el país. “Es un muy lindo hallazgo”, celebró.
Según el Centro de Estudio Paleontológicos de Chile, la familia de los Phorusrhacidae constituyen un “linaje” que tras la extinción de los dinosaurios “prosperó durante gran parte de la Era Cenozoica” (conocida como la edad de los mamíferos). “El gran tamaño y las características depredadores de este grupo de aves extintas no voladoras las ha hecho conocidas como ‘aves del terror’, ubicándolas en la cúspide de la cadena alimenticia y como un grupo dominante de los ecosistemas del Paleógeno y Neógeno de Sudamérica”, dice el resumen de una publicación académica de este centro.
Las aves del terror habitaron preferentemente en América del Sur hace unos 60 millones de años y reemplazaron a los dinosaurios en su función como depredadores. Eran animales muy desarrollados, que comían a pequeños vertebrados e incluso a mamíferos herbívoros de gran porte, detalla la publicación del investigador Roberto Díaz Aros, de la Universidad de Alicante.
Se cree que estuvieron en la región hasta hace 1,8 millones de años. Esta última presencia estuvo documentada por el hallazgo de restos fósiles de un tibiotarso (un hueso de las aves) encontrado también en San José, donde ahora se comprobó que había una garra.
“La mayor parte de este tiempo, este linaje de aves habitaron en América del Sur, hasta que hace aproximadamente unos 3 millones de años emergió un puente terrestre (istmo de Panamá) entre ambos bloques continentales y estas aves emigraron al Norte, documentándose su presencia en Estados Unidos”, señala el paper.
Las aves del terror habían perdido su capacidad de vuelo y estaban dotadas de enormes y robustos picos. Sus extremidades les servían para alcanzar grandes velocidades, lo que los convertía en veloces cazadoras. Algunas especies de esta familia alcanzaban una velocidad de 97 kilómetros por hora.
“En principio se pensó que la fuerte estructura de los huesos de las patas de estas aves tenían únicamente relación con la necesidad de alcanzar una gran velocidad para dar alcance a sus presas, sin embargo, con el tiempo surgió otras interesante posibilidad, que se observa en aves corredoras actuales como el avestruz y el ñandú”, dice el texto académico.