Elvis Amoroso, el presidente del tribunal electoral venezolano, entró a la medianoche del domingo 28 de julio como solía entrar el fallecido presidente del Consejo Supremo Electoral de Nicaragua, Roberto Rivas, a la sala donde lo esperaban periodistas y testigos de los partidos políticos.
Con un papel en la mano y una sonrisa en el rostro, como Rivas, Amoroso se sentó y leyó un informe que dio por ganador, contra todo pronóstico, al candidato oficial Nicolás Maduro. Sin presentar ninguna evidencia que respaldara sus palabras.
“Las similitudes son muchísimas”, dice el opositor nicaragüense Eliseo Núñez, al comparar la reciente jornada electoral de Venezuela con las últimas elecciones que Daniel Ortega ha ganado, “con más trampas que votos” para mantenerse en el poder por 15 años.
“En Venezuela sacaron un resultado igual que lo hacía Roberto Rivas, sin ningún tipo de soporte, sin ningún tipo de publicación de actas ni nada por el estilo. Esto tiene el sello del sandinismo en Nicaragua. Totalmente”, apunta.
Daniel Ortega se ha reelegido como presidente de Nicaragua en tres ocasiones consecutivas, a través de fraudes que fueron evolucionando desde el vulgar robo de votos e intimidación a los rivales en 2008, hasta el cierre total de la ventana electoral en 2021, cuando proscribió a los partidos de oposición y encarceló a las personas que quisieron competir para disputarle el poder.
Uno de los encarcelados por pretender ser candidato presidencial y competir contra Ortega, es Juan Sebastián Chamorro. “Hay una diferencia entre la estrategia de Maduro y la de Ortega, y es que Maduro sí dejó correr a la oposición, sí permitió la primaria, aunque puso todos los obstáculos posibles para que no fuera a María Corina (Machado), y con eso quería matar también el ánimo de la gente al no dejarla correr y que solo corrieran candidatos colaboradores”, dice.
“La estrategia del último fraude electoral de Ortega fue no darle ni una sola chance a la oposición a que pudiera tener la posibilidad de correr. Apenas vio un proceso primario y que los precandidatos teníamos un acuerdo previo, de que íbamos a aceptar la candidatura única, Ortega mató eso de entrada”, añade.
Considera que la estrategia de la oposición fue muy inteligente, “de María Corina de apartarse y poner a Edmundo González, una persona que, como hemos visto, es muy apacible, muy de consenso, muy tranquila, con un currículum bastante impecable, muy pocas cosas de decir de él, así que no lo pudieron inhibir”.
José Antonio Pereza, especialista en temas electorales, destaca que las mayores diferencias entre el fraude de Venezuela y los fraudes que ha ejecutado Daniel Ortega en Nicaragua, están marcadas por la naturaleza técnica de ambos sistemas: el de Venezuela es electrónico, y el de Nicaragua completamente manual, y por lo tanto más susceptibles a trampas.
“Entre menos intervenga el elemento humano en los procesos electorales, teóricamente son mucho más certeros los resultados y se reducen en gran medida las posibilidades de un fraude”, dice.
Tanto Ortega como Maduro, dice Peraza, participan en elecciones en las que “tienen control absoluto del juez electoral”. Los funcionarios electorales son escogidos por sus lealtades al régimen más que por sus capacidades técnicas en la materia. Incluso, en algunas ocasiones se les ve en actividades proselitistas en abierta contradicción a la condición de su cargo.
Una estrategia que usó Ortega en los primeros fraudes fue la infiltración y sustitución de los fiscales o testigos. “En Nicaragua fue evidente que los partidos que nosotros peyorativamente llamamos zancudos, o partidos satélites, se prestaron a poner fiscales que eran del partido de gobierno para crear una mayoría y poder expulsar a los fiscales de los partidos de la oposición. Eso no se dio en Venezuela”, dice Peraza.
Ortega entendió, además, que las actas son la prueba madre para demostrar los fraudes. En la elección de autoridades municipales en 2008, la primera que realizó después de su llegada al poder, la oposición logró hacerse de una buena cantidad de actas, y pudo demostrar que había triunfado varias plazas, incluyendo Managua. Sin embargo, el régimen ignoró las pruebas y se quedó con las alcaldías robadas.
Para las elecciones presidenciales de 2011 no permitió que la oposición tuviese copia de las actas tal como señala la ley electoral, ni se publicaron los resultados, junta por junta, en la página web del Consejo Supremo Electoral como se hacía en las lecciones anteriores. “Eso sucedió en Venezuela, pero en un nivel menor”, señala Pereza. “La oposición venezolana tuvo más control de esos procesos y aunque les expulsaron fiscales tuvieron capacidad para recoger el 80 por ciento de las actas”.
Eliseo Núñez, por su parte, define el fraude venezolano como “físico” porque “se impidió la entrega de las actas y, si se lograba impedir la entrega de actas, se dejaba sin pruebas a la oposición. Esto tiene el sello del sandinismo. Totalmente”, dice.
“Como la oposición (venezolana) consiguió más del 80 por ciento de las actas, han tenido que echar a andar un plan B, y están fabricando actas, igual que lo hizo Ortega en su momento, que hizo aparecer actas y las contrastaba con las que presentaba la oposición. Parece que el chavismo va a presentar actas, pero ya a estas alturas eso tiene muy poca credibilidad”, añade.
El régimen de Daniel Ortega se inventó una figura que provocó dolores de cabeza a la oposición: “el coordinador de centro”. Este es un funcionario, nombrado por el Consejo Supremo Electoral, sin que ley lo contemplara, que gobierna cada centro de votación y determinaba en la práctica quién entraba y quién no podía permanecer en el lugar. Generalmente eran nombrados leales al régimen e incluso paramilitares.
Otro recurso para el fraude que implementó Ortega fue la desaparición de Juntas Receptoras de Votos (JRV). José Antonio Peraza expone como ejemplo que, para las elecciones municipales de 2008, en Managua existían 2,100 juntas, pero el Consejo Supremo Electoral solo registró los datos de 1,456.
“De esas 644 juntas desaparecidas nosotros recuperamos las actas de 604 por otra vía, con los partidos políticos. ¿Qué pudimos determinar en esas 604? El 92 por ciento de esas juntas pertenecían a lugares donde tradicionalmente la oposición ganaba”, explica Peraza.
Tanto Maduro como Ortega se apoyaron en fuerzas paramilitares, que generalmente se movilizan en grupos, en motocicletas y armados, para intimidar a la oposición, ejecutar el fraude y reprimir los reclamos. En Nicaragua se les llama “Comandos electorales” o “Fuerzas de choque”, y en Venezuela, “Colectivos”.
Ambos regímenes se han mostrado alérgicos a la observación electoral. Para las elecciones de 2011, cuando Daniel Ortega se reeligió por primera vez, llegaron a Nicaragua misiones de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Unión Europea.
En su informe, el jefe de la misión de la OEA, el argentino Dante Caputo, dijo que se les hizo imposible hacer su tarea por las trampas que enfrentaron. “Estamos navegando sin radar, se nos rompe el radar, pero no se nos rompió, lo taparon el radar”, expresó Caputo. “No queremos echar leña al fuego, pero me debo a la verdad de lo que vi... la verdad de lo que vi es lo que cuento”.
Ya para las próximas elecciones, Ortega no permitió más observación que la que él podía controlar: militantes sandinistas que hacían las veces de observadores nacionales, y organismos de la tradicional izquierda que llegaron como “acompañantes electorales” y que avalaron el fraude.
Algo parecido sucedió en Venezuela, donde no se permitió el ingreso al país de misiones electorales independientes, con la sola excepción del Centro Carter, quien, con un pequeño equipo, determinó que “el proceso electoral de Venezuela en 2024 no ha alcanzado los estándares internacionales de integridad electoral en ninguna de sus etapas relevantes y ha infringido numerosos preceptos de la propia legislación nacional”.
José Antonio Peraza considera que los fraudes ejecutados por Ortega son “burdos”, y para 2021 llegó al punto de prohibir las manifestaciones públicas, cancelar a partidos de oposición y encarcelar a los candidatos que lo adversaban.
“Esas marchas y esas movilizaciones masivas que se vieron en todo Venezuela, eso no lo hubiera permitido Ortega nunca”, apunta Juan Sebastián Chamorro.
“En conclusión, se ve claramente un mismo delito con dos sospechosos diferentes, obviamente Maduro y Ortega. Pero el mismo modus operandi, el mismo método de comisión del delito, la misma forma de hacerlo, la premeditación y la alevosía”, dice.
Eliseo Núñez dice que Maduro todavía mostró alguna apertura, pero considera que si la oposición no logra sacarlo del poder, lo que viene para Venezuela “es un régimen idéntico al de Ortega, que es una copia del cubano”.