Uno de los últimos periodistas dejó Nicaragua: “Trabajé tres años mudándome y usando seudónimos hasta que me tuve que ir”

Ya casi no quedan profesionales independientes de la comunicación en el país centroamericano. La Policía se ha dedicado en los últimos días a intimidar incluso a aquellos que están jubilados, gravemente enfermos y alejados de la actividad

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El régimen Daniel Ortega se
El régimen Daniel Ortega se ha propuesto eliminar el periodismo independiente en Nicaragua. Al menos 263 periodistas han salido al exilio por la persecución policial. (Foto de Confidencial)

“Rodrigo” es un periodista que salió recientemente de Nicaragua por veredas (como se conoce a los pasos fronterizos irregulares) para ponerse a salvo en Costa Rica de la persecución que el régimen de Daniel Ortega ha desatado contra el gremio, azuzada por una campaña de odio que promueve la propia Rosario Murillo, esposa de Ortega.

Ya casi no quedan periodistas independientes en Nicaragua, y Rodrigo era uno de los pocos que había decidido, por razones familiares, mantenerse en el país y trabajar desde la clandestinidad porque ser periodista en Nicaragua se ha convertido en una especie de delito, perseguible en la dictadura, tanto o más que ser narcotraficante o secuestrador.

El último informe trimestral de la Fundación para la Libertad de Expresión y Democracia (FLED), con cierre a junio 2024, reconoce que en ocho de los 15 departamentos de Nicaragua “no existe práctica periodística independiente” lo que según la institución “deja en evidencia que ya no se hace el intento de analizar y cuestionar la información según los principios elementales del periodismo”.

El informe señala que “entre abril de 2018 y junio de 2024 al menos 263 profesionales de la comunicación han salido del país de manera forzada en busca de protección internacional por la persecución del régimen”.

Al menos 17 periodistas se vieron obligados al exilio en este trimestre, aunque se conoce que más periodistas han salido después del cierre del informe, como consecuencia de una campaña de persecución y acoso policial que el régimen ha desatado contra quienes tienen o han tenido alguna relación con el periodismo y aún permanecen en Nicaragua.

Rodrigo, quien colaboraba con varias plataformas digitales, es uno de estos últimos que salieron del país.

“Yo estuve casi tres años trabajando en periodismo de manera clandestina, guardando medidas de seguridad, usando VPN (red privada virtual), cambiándome los nombres en las cuentas de redes sociales, Facebook y Twitter no los usaba para nada más que para informarme, usando seudónimos, no me comunicaba con ningún colega que estuviera en Nicaragua, por protección a mí y por protección a ellos porque me daba miedo que me tuvieran ubicado o pinchado (intervenido) mi teléfono, cambiando de casa y pidiéndoles a las fuentes que por favor no digan que yo los entrevisté. Mis trabajos no los firmaba”, relata Rodrigo, quien pidió protegiéramos su identidad porque teme represalias contra su familia.

Las coberturas periodísticas prácticamente desaparecieron
Las coberturas periodísticas prácticamente desaparecieron en Nicaragua, más que para eventos de propaganda del propio régimen. (Foto archivo)

El detonante que obligó a Rodrigo a salir del país fue, como casi en todos los últimos casos de exilio, una visita policial de intimidación. Este periodista había dejado la casa de su familia para evitar ser capturado y vivía alquilando apartamentos que cambiaba cada dos o tres meses debido a que el régimen tiene redes de espionaje entre los vecinos de cada zona.

“Como al mediodía llegaron unos señores de civil y me dijeron que era de la alcaldía de Managua y que llegaban por el cobro de la basura, lo cual era absurdo porque el pago estaba al día y la casa no era mía”, cuenta.

—¡No te hagás que ya sabemos quién sos! Somos la Policía. ¡Abrí hijuepueta! —dice que le gritaron desde afuera.

Les abrió por temor a que destruyeran la puerta. Tan pronto estuvieron adentro le exigieron su teléfono celular y las claves de acceso para revisar su contenido. En el móvil encontraron llamadas de algunos reconocidos opositores a quienes ocasionalmente Rodrigo entrevistaba para sus notas.

—Mira que sos golpista —le increparon los supuestos policías, porque nunca mostraron identificación alguna. —Aquí está la evidencia. ¿Para qué te estás comunicando con ellos? Vas preso. Ya llamé a la patrulla. Vamos a esperar.

“Me preguntaron cuántos periodistas están en Nicaragua, dónde están y qué hacen. Yo les decía que ya no tenía contacto con ninguno, y que ya no me dedicaba al periodismo. Como a las tres horas me dijeron que las patrullas estaban ocupadas en otros operativos, que me salvé pero que me tendrían vigilado. ´No andés provocando desinformación´, me dijeron. Eso me lo repitieron hasta el cansancio desde que llegaron”, relata.

En ese momento, Rodrigo supo que se había quedado sin opciones y que tenía que salir de Nicaragua. A los tres días, de madrugada, estaba saliendo indocumentado, furtivamente, hacia Costa Rica.

“Cuando hablé con otros colegas me dijeron que en esos días habían allanado las casas de al menos 20 periodistas. Me di cuenta de que no era el único y eso me empujó a salir. No la pensé más”, añade.

La persecución contra los periodistas ha alcanzado a aquellos que se encuentran jubilados, enfermos de gravedad y retirados del ejercicio profesional. Incluso, FLED tiene información que el acoso ha llegado hasta a los periodistas que trabajan con el régimen.

“Queremos señalar también que recibimos reportes que indican que a los periodistas oficialistas de los diferentes departamentos se les ha prohibido cubrir servicios sociales o denuncias ciudadanas, y se les ha amenazado hasta de encarcelarlos si violentan esta disposición”, expresa el informe de FLED.

“Se nos ha prohibido la apertura de líneas telefónicas, para que la ciudadanía exprese sus opiniones e inquietudes sobre cualquier temática; ahora la modalidad es enviar audios, los que son evaluados previamente”, habría relatado un periodista oficialista a quien FLED entrevistó bajo anonimato.

De la misma manera, el informe 2024 de Reporteros Sin Fronteras (RSF) señala que Nicaragua ocupa el puesto de 163 de 180 países de libertad de prensa, según el índice donde “el periodismo está sometido a una censura basada en decisiones arbitrarias, que pueden tomar la forma de detenciones, suspensiones de la difusión o trabas administrativas”.

La dictadura cerró, por diferentes
La dictadura cerró, por diferentes vías, todos los medios impresos que existían en Nicaragua. El jueves 12 de agosto de 2021 circuló la última edición impresa del diario La Prensa. (Foto de La Prensa)

“Desde la reelección del presidente Daniel Ortega, en noviembre de 2021, para un cuarto mandato consecutivo, la prensa independiente sigue viviendo una auténtica pesadilla: censura, intimidaciones, amenazas… Los periodistas están estigmatizados y afrontan campañas de acoso, detenciones arbitrarias y amenazas de muerte. Muchos han tenido que abandonar el país”, señala RSF.

“No es seguro ejercer periodismo independiente en Nicaragua. Los periodistas que permanecen dentro del país trabajan muy discretamente y ni siquiera firman sus artículos para evitar represalias. Trabajar con una cámara de video o fotográfica en la vía pública pone en peligro a la persona que la usa y suele ser confiscada. Ya prácticamente no se realizan reportajes a pie de calle. Al menos cuatro periodistas que se habían exiliado para escapar a las detenciones también fueron declarados “traidores a la patria” y despojados de su nacionalidad”, añade.

El diario La Prensa, que funciona desde el exilio, informó esta semana sobre esta nueva ola de persecución y hostigamiento policial a opositores y periodistas que todavía se mantienen en Nicaragua que se produce “en la víspera del acto del 19 de julio, que es el evento partidario más importante del año para la dictadura de Ortega y su esposa”.

El diario nicaragüense destaca que esta nueva ola represiva se produce después que “(Rosario) Murillo ha lanzado intensos discursos de odio contra los opositores, a quienes ha llamado cobardes, hipócritas, falsos, estúpidos, minúsculos, inexistentes, mentecatos…”.

El 15 de julio, Murillo estuvo particularmente furiosa y usó, según el recuento de La Prensa, los siguientes epítetos contra quienes considera opositores: “cachivaches caducos”, “desalmados”, “diablos de zacate”, “virecos de alma”, “chuecos”, “ciegos”, “sordos”, “cacrecos del corazón”, “derrotados”, “llenos de maldad”, “avinagrados por el odio”, “decrépitos”, “fracasados”, “tragamonedas del imperio” y “mendrugos”, entre otros. Todo en un discurso de menos de 15 minutos.

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