El jubilado de 81 años Álvaro Pereyra había llegado al Residencial Adulto Mayor, en el departamento de Treinta y Tres, hacía pocas horas. Estuvo internado hasta el viernes en un sanatorio por un cáncer de pulmón que padecía y había sido dado de alta para recibir cuidados paliativos. Pereyra estaba en el hogar en la madrugada del domingo, cuando por causas que se investigan en el residencial se desató un incendio que ocasionó una tragedia.
El fuego provocó la intoxicación de todos los internos que vivían en el hogar, quienes murieron en el lugar o al poco rato, en un sanatorio local. Además de Pereyra, también vivía allí Marne Maspolet, que la noche anterior había cumplido los 87 años, según los relatos consignados por El Observador.
En el residencial vivían algunos abuelos conocidos y queridos en una ciudad de menos de 30.000 habitantes. Una de las víctimas fue Haydee Carnales, quien había trabajado en la parroquia del pueblo durante más de 30 años. También falleció Ramonita, como se la conocía a Ramona Hernández, una maestra jubilada que integraba un coro de la localidad. Tenía cáncer, pero se lo estaba tratando y lucía bien.
Carmen Larronda fue otra de las víctimas del incendio. Tenía 65 años al momento de su muerte y fue recordada por la comunidad por su trabajo como enfermera. Otra víctima muy mencionada en las redes sociales fue Nélida Nocedo, de 87 años, madre de una funcionaria que ocupó cargos jerárquicos en la municipalidad.
Las historias de las víctimas se reiteran en Treinta y Tres, una ciudad conmocionada por esta tragedia y que atraviesa tres días de duelo.
Las víctimas –ocho mujeres y dos hombres– murieron por inhalaciones de monóxido de carbono tras un incendio cuyo origen todavía se investiga, según informó El País. La causa pudo haber sido provocada por un eventual cortocircuito en el sistema eléctrico o por la caída de una sábana por encima de una estufa.
La empleada del lugar, una mujer de 30 años, fue la única sobreviviente del incendio. Según declaró ante la Policía, le quedaban pocos minutos para terminar el turno cuando ocurrió el accidente. Sobre la seis de la mañana, una de las residentes le pidió para bañarse. Cuando terminó la tarea, observó que los dormitorios estaban llenos de humo. Por el garaje, logró sacar a la interna que acababa de bañar. Volvió por una residente que llevó al exterior, pero luego no pudo volver a ingresar porque se había intoxicado.
Fueron los policías y los bomberos quienes sacaron a los otros ocho internos y los colocaron encima de colchones tapados por frazadas. Las víctimas no estaban quemadas, aunque algunos tenían mucho hollín sobre los rostros, según la reconstrucción que hace el diario uruguayo.
Cuando la ambulancia llegó, dos enfermeras estaban tratando de reanimar a los abuelos, pero ya habían fallecido por la inhalación de monóxido de carbono. Solo tres de ellos permanecían con vida y lograron ser trasladados a sanatorios de la zona, donde finalmente murieron.
El caso genera conmoción en Uruguay. El Ministerio de Salud Pública aseguró que el residencial estaba en “buen estado” y que mantenía un correcto cuidado de los residentes. Si bien no contaba con habilitación, era fiscalizado y había recibido una inspección por última vez en marzo. Algunos familiares de las víctimas también destacaron la atención que el centro brindaba.
La Asociación de Residenciales para el Adulto Mayor, sin embargo, señaló que el residencial de Treinta y Tres había recibido una denuncia por “malas condiciones” de trabajo. El vocero de la gremial, Juan Sparkov, aseguró que hay tres expedientes abiertos respecto a 11 residenciales del departamento.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos, en tanto, anunció la apertura de una investigación de oficio sobre lo sucedido en el residencial. Esta oficina aseguró que es necesario una “supervisión y seguimiento más estricto” de este tipo de hogares.