El régimen de Nicaragua les llama “árboles de la vida”; los medios de comunicación independientes, “arbolatas”; y popularmente se les conoce como “chayopalos” por la mano que los planta: Rosario Murillo, la poderosa esposa del dictador Daniel Ortega, vicepresidenta de la Republica y máxima vocera oficial.
Este 23 de junio el régimen nicaragüense instaló 16 nuevos “árboles de la vida” en Managua, acción que ha sido interpretada como la primera reposición de las más de 20 de estas estructuras metálicas tumbadas durante las protestas de 2018.
Los árboles de la vida plantados por el régimen de Nicaragua son unas armazones de acero, hierro y cemento, de colores variados, a semejanza de árboles, con alturas de entre 15 y 20 metros y con pesos que van de las 9 a las 12 toneladas. El costo de cada “árbol” está calculado entre los 25 mil dólares, los más pequeños, y 40 mil los más grandes.
Comenzaron a plantarse en julio de 2013 en la Plaza La Fe y en la Avenida Bolívar, en el centro histórico de Managua, y poco a poco se fueron propagando a otras avenidas de la capital y, posteriormente, en menor cantidad, a otros municipios de Nicaragua.
Llegaron a sembrarse unos 140 arboles de la vida. La relación con Rosario Murillo, la esposa de Daniel Ortega, era inevitable, dado que ella ha usado esos colores y esa figura como distintivo personal desde antes que la pareja llegara al poder en 2007.
Durante la rebelión ciudadana de 2018 se convirtieron en el blanco de la furia popular que los veía como un símbolo de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. El primero de estos armatostes de metal se derribó el 20 de abril de 2018 y poco después se botaron otros 22 más.
Los manifestantes solían congregarse alrededor de estos árboles con cánticos como “El pueblo unido jamás será vencido” u otras canciones de protestas, mientras un grupo se dedicaba a socavar la mole con máquinas de soldar, sierras eléctricas, gasolina y cuerdas, en un arduo trabajo que, en algunos casos, llevó varias horas.
Cada vez que caía una de estas estructuras, los manifestantes celebraban saltando y gritando consignas sobre el “árbol” caído.
La tumba de estos árboles no estuvo exenta de peligros y accidentes, y el 16 de mayo de 2018 el cineasta de origen guatemalteco Eduardo Spiegler murió aplastado por uno de ellos mientras filmaba el momento en que cientos de manifestantes antigubernamentales derribaban un árbol de metal de 17 metros de altura.
Durante seis años no se conoció de nuevas “siembras” de árboles de la vida, hasta hace unos días cuando Rosario Murillo anunció la instalación de 16 estructuras nuevas.
“Este domingo, Día del Padre, 16 árboles de la vida estarán siendo instalados, como reconocimiento a la gesta heroica de tantos héroes y mártires que han dado su vida para que vivamos con dignidad, soberanía y derechos en nuestra Nicaragua”, apuntó.
Y adelantó nuevas plantaciones metálicas. “Empezamos a entregar estos, 16 son los que vamos a inaugurar este domingo, símbolo de vida, de paz, de fortaleza espiritual, de victoria, de esperanza invicta, adelante, siempre con dignidad, hermandad, soberanía y derecho en toda nuestra Nicaragua”, dijo sobre estas estructuras que llamó “emblemas” y “símbolos de vida y esperanza”.
Rosario Murillo es una mujer de profundas creencias esotéricas, y ha incorporado a los árboles de la vida como parte de su “arsenal religioso” para la buena suerte y la protección contra maleficios.
Los árboles de la vida se encuentran, con diferentes interpretaciones, en la obra del pintor austriaco Gustav Klimt, en la Cábala judía o en la figura del ojo de Horus, dios de la mitología egipcia. Suelen representar la conexión entre todas las formas de creación y los distintos planos de existencia.
Antes de llegar al poder, Rosario Murillo usaba estos emblemas para marcar su espacio personal. Tras que su esposo, Daniel Ortega, llegara a la presidencia, en enero de 2007, el entonces nuevo gobierno comenzó a usar este símbolo en membretes oficiales, propaganda gubernamental, camisetas de sus partidarios y en instituciones estatales.
En 2013 comenzaron instalarse estas estructuras metálicas por toda Nicaragua, en los colores que usa Murillo para marcar su entorno: fucsia, principalmente; amarillo; rojo; verde; celeste; morado y blanco.