“Ya no podemos vivir así”. Fabiana Alves lidia con el lodo que dañó su casa mientras su compañero carga el auto: están a punto de abandonar la ciudad brasileña de Roca Sales, arruinada tras la tercera inundación en ocho meses.
Esta acomodada localidad de 12.000 habitantes fue una de las más golpeadas este mes por el peor desastre climático en el estado sureño de Rio Grande do Sul, que dejó unos 170 muertos, decenas de desaparecidos y más de 600.000 desalojados.
En el centro de la ciudad abundan edificios en ruinas y tiendas vacías. Ni siquiera funcionan los supermercados porque el agua del río Taquari entró con tal fuerza que se lo tragó todo.
“En la zona central no se puede permanecer. Estamos reconstruyendo por tercera vez. La gente ya no tiene más recursos”, explica a la agencia de noticias AFP su alcalde, Amilton Fontana.
Por su situación geográfica frente al río, Roca Sales solía registrar una fuerte inundación cada diez años. Pero últimamente se suceden con una recurrencia que no permite ni volver a ponerse en pie.
Según los expertos, el calentamiento vuelve más frecuentes e intensos los eventos climáticos.
“Somos un pueblo guerrero, pero estas últimas inundaciones acabaron con nuestra estructura física y mental”, reconoce el alcalde, sobre un castigado puente por el que el Taquari se desbordó.
Mudar el centro
Fontana quiere mudar el centro a tres kilómetros de su ubicación actual para que los habitantes puedan “empezar una nueva vida en un lugar seguro”.
Pero muchos, como Fabiana Alves, ya se quieren ir de lo que era una próspera ciudad dedicada a la agricultura y la industria.
“Estoy aterrorizada. Cada vez que veo una nube creo que va a haber una nueva inundación”, dice esta mujer, de 50 años, en el patio de su casa alquilada, que se afana en limpiar del barro.
Al día siguiente de las inundaciones, Alves dimitió de su empleo en una empresa cárnica y se dispone a instalarse con su hija de 10 años y su pareja en la región de Porto Alegre, capital del estado situada a unos 130 km al sureste de Roca Sales.
No puede llevarse casi nada: a un lado de la vivienda alquilada, se amontonan sus muebles destruidos. Apenas el sofá es reconocible bajo el lodo.
“Perdí también mis recuerdos, fotos de mis abuelos, ropa de mi hija que guardaba (...) Son cosas materiales, pero ya no lo recuperaré nunca”, dice.
“Todo el mundo sufre”
En la calle principal de Roca Sales, algunos habitantes caminan con la cabeza gacha. Se dirigen hacia un punto de donación de comida.
“Realidad solo hay una: todo el mundo está sufriendo”, resume a la AFP Gelson Moraes Lopes, un camarero de 48 años que recibe de un voluntario varios platos calientes de pasta.
Oriundo del vecino estado de Paraná, este hombre se instaló junto a su esposa en la ciudad atraído por su calidad de vida, con una renta por cápita 16% superior a la media de Brasil, de casi 50.000 reales (10.000 USD), según datos oficiales de 2021.
Moraes Lopes llegó días antes de la primera inundación, en septiembre pasado. Perdió su mudanza.
“En noviembre, volvió la fatalidad” y ahora en su apartamento entró un metro de barro, explica.
Admite que ya no puede más: “Nos vamos, volvemos para Paraná”.
Alerta de la ONU
Jania Delay Silva, de 60 años, y su esposo, Joao Carlos Vargas, de 61, aseguran que a su edad ya no les queda más remedio que quedarse.
“Tenemos que continuar aquí, no podemos sobrevivir de otra manera”, dice ella, secándose las lágrimas, sobre la calle principal.
Esta pareja de jubilados vivía a las afueras de Roca Sales. Su casa fue arrasada en noviembre y construían una segunda en un punto más alto y seguro, junto a sus campos de cultivo.
Pero la nueva inundación ni siquiera les dio tiempo a acabarla.
Por ahora viven en una morada “sin puerta ni electricidad” prestada por unos allegados, afirma Delay.
La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) calificó el viernes de “muy preocupante” la situación de Rio Grande do Sul y advirtió de la necesidad de ayudar a la población a prepararse y recuperarse ante los eventos climáticos.
De lo contrario, dijo un portavoz en Ginebra, quienes perdieron sus hogares “corren el riesgo de convertirse en desplazados”.
(AFP)