(Desde Santiago, Chile) En 2005, el Museo de Bellas Artes se anotó un triunfo mayor y logró que el Museo Rodin de París trasladara parte de la colección del afamado escultor francés hasta Santiago, a fin de exhibir por primera vez al público chileno sus piezas.
La muestra se convirtió de inmediato en la más exitosa en la historia del museo y atrajo a más de 300 mil personas. Sin embargo, a solo un mes de inaugurada, una inesperada noticia sacudió al país: el “Torso de Adele”, una de las 62 esculturas traídas desde Francia, había desaparecido.
El misterio fue resuelto en menos de 24 horas, luego de que el estudiante de arte Luis Onfray Fabres, de entonces 20 años, devolviera la obra de arte a la policía confesando que la había robado como parte de un “proyecto artístico”.
Y aunque para la gran mayoría se trató de un acto meramente delictivo, para otros fue una “performance” artística que incluso inspiró un documental en 2017. Onfray tuvo suerte, pues sólo fue condenado a trabajar durante menos de un año en la biblioteca de la ExPenitenciaría de Santiago.
Hace unos días, Onfray, hoy de 38 años, detalló en primera persona al diario británico The Guardian las circunstancias del robo y sus posteriores consecuencias.
“Ni siquiera lo pensé”
“Era un estudiante de arte en Santiago cuando me invitaron al Museo Nacional de Bellas Artes para un evento privado en junio de 2005. Tomé algunos tragos y necesité ir al baño, que estaba abajo.
En el camino entré en una sala muy oscura. No podía ver ni las palmas de mis manos. Luego, sin saberlo, me topé con el Torso de Adele de Rodin, una pequeña escultura de solo 11 centímetros de alto y 37.5 de ancho. Cuando la toqué, estaba fría. Era la primera vez que se exhibía una obra de Rodin en Chile.
Ni siquiera lo pensé, era ahora o nunca. Sostuve la obra en mis manos y no pasó nada. Así que simplemente la tomé, la puse en mi bolso y me fui sintiéndome emocionado y eufórico.
Había pensado previamente en tomar una obra de arte de un museo para ver cómo reaccionaría el público. El robo está en todas partes de este país: los políticos chilenos han estado saqueando durante años. Entonces pensé: ¿por qué no explorar el robo casi como si fuera una intervención artística y ver qué pasa después? Mi vida en ese momento era bastante punk. Estaba en una banda de rock y me interesaban las ideas artísticas radicales.
No había pensado específicamente en tomar la obra de Rodin, era solo una idea general. Esa noche, todos los factores se combinaron para que lo hiciera. No había alarma, no había cámaras.
Fui a casa y me serví una copa de vino. Comencé a dibujar la escultura en mi libreta. Vi la firma de Rodin en ella. Era espectacular y me sentí tan afortunado, un observador de una gran historia. Después de unas horas de dibujar, me fui a la cama y dormí bastante bien”.
“La traté con cuidado”
“El día siguiente estaba frío, húmedo y nublado. Encendí la televisión y vi las noticias. Era un caos. Era la noticia más importante en Chile: una obra había sido sustraída del Museo Nacional de Bellas Artes.
Fue entonces cuando comencé a temer las consecuencias legales. Fui a la comisaría para devolver el Torso de Adele y, al principio, les dije que había encontrado la escultura en el parque. Nunca quise estar en medio de la acción, solo quería ver qué sucedía después. Pero decidí que no tenía sentido mentir, así que luego les dije que era estudiante y que esto era una acción artística. El oficial dijo: “Eso fue genial”.
Pasé la noche en una celda de detención. Allí, un policía me dijo que había manchado la reputación de Chile. Pero nunca me arrepentí de nada. Había preocupaciones de que la obra estuviera dañada, y verificaron que estuviera bien. Pero yo no iba a destruir una obra de arte, la traté con cuidado.
Cuando la policía fue a mi casa, les mostré un documento en mi computadora donde había escrito planes iniciales para tomar una obra de arte, con la frase: “La pérdida devuelve la memoria de algo que no está ahí”. En un mundo lleno de contenido, quería explorar la idea de, en lugar de llevar algo a un museo, hacer lo contrario. Después de que tomé la escultura, la exposición fue suspendida y luego reabierta sin el Torso de Adele, pero mucha gente aún hacía fila para ver el pedestal vacío. Me gusta pensar que la gente en Chile está más cerca de la pieza debido a lo que hice.
Las consecuencias legales fueron largas e incómodas. Tuve que hablar con abogados, preparar mi caso y eventualmente ir a juicio. Los periodistas esperaban fuera de mi casa para tomarme fotos. En la audiencia, el juez estuvo de acuerdo en que mi acción era arte. Eso fue fantástico, aunque tuve que pasar 10 meses haciendo voluntariado seis horas a la semana en la biblioteca de la prisión principal de Santiago.
Mi acción dividió a la gente en mi universidad. Algunos la apoyaron, otros no. Suspendieron mis estudios, así que fui a otra universidad. Allí conocí a un artista fantástico que se convirtió en mi mentor.
Casi 20 años después, a los 38 años, estoy en una etapa más madura de mi vida artística. Sigo creando arte, bajo una especie de seudónimo; he hecho fotografía que explora el concepto de la muerte, y estoy creando un libro conceptual con páginas en blanco y textos ocultos.
Me han invitado a exponer algunas de mis obras en Argentina. No diré mucho, pero es una instalación que presenta blancos sobre blancos, ligada al concepto de ausencia. Siempre me ha fascinado eso, pero no estoy interesado en tomar nada más de un museo. Por ahora.”