El centro de la ciudad brasileña de Porto Alegre, normalmente lleno de bullicio, presenta un panorama desolador con escasos viandantes, tiendas cerradas y comerciantes desesperados por las pérdidas millonarias y los robos vinculados con las inundaciones.
La crecida del río Guaíba provocó en tan solo la primera semana de mayo un daño económico estimado en 585 millones de reales (unos 113 millones de dólares), según la cámara de comercio local.
Con el nivel del río otra vez en aumento y en vías de batir un nuevo récord, esa cifra se elevará aún más porque no hay previsión para una vuelta a la normalidad en esta ciudad de 1,3 millones de personas.
Parcialmente inundada, la calle de la ‘Praia’, una de las más transitadas de la capital de Rio Grande do Sul, no tiene luz ni agua, y bancos y tiendas tienen la persiana abajo hasta nuevo aviso.
El nombre de la calle recuerda que hace un par de siglos este lugar daba al río, antes de que la ciudad se expandiera hacia terrenos que el Guaíba ahora está reclamando de vuelta.
En Kings Moda, Juliano Sobrosa lleva una linterna de minero en la frente mientras dobla montañas de pantalones tejanos. Cuatro días antes de la inundación, le llegó un cargamento de 1.000 que ahora no sabe dónde meter.
Además, ha tenido que traer la ropa que estaba en otra tienda cercana, inundada con alrededor de un metro de agua.
“Las ventas cayeron un 80 %, pero por lo menos tenemos seguidores en Instagram y trabajamos online. Otros comerciantes, no”, señala este emprendedor de 35 años.
Entre los que no se manejan tan bien en redes sociales está Juliano Stiigledel, que regenta una zapatería cerca de la calle de la ‘Praia’. Las dependientas sacan lustre a las botas y consultan el celular, porque clientes no hay. Ni siquiera con el COVID-19 le fue tan mal, dice.
De obtener unos 50.000 reales a la semana, ahora no gana nada. En realidad, asegura que solo abre por no quedarse en casa dándole vueltas a la cabeza y para mantener los empleos.
El Gobierno federal ha anunciado ayudas, como la reducción de los intereses cobrados en los préstamos a las pequeñas empresas y el aplazamiento de impuestos, pero Stiigledel duda de que sea suficiente porque cree que las ventas no se recuperarán hasta diciembre.
“Aplazar un mes los impuestos no va a resolver nada… Vivo en la angustia y solo tengo ganas de llorar y llorar”, afirma este comerciante de 40 años.
Miedo a los robos
A los problemas financieros se añade el miedo a los robos, que han aumentado debido a la falta de movimiento y de iluminación pública por la noche.
Leonilda Strack, la responsable de un edificio comercial inundado, monta guardia a unos metros, sentada en una silla plegable y con un termo de agua para el té. Allí pasa todo el día de 7:00 a 19:00, cuando le toma el relevo un guardia de seguridad.
“Ya robaron en esa farmacia y en ese banco”, dice esta mujer de 62 años.
Antes de las inundaciones, estaba a punto de cerrar dos contratos con empresas para ocupar unos locales libres, con la mudanza prevista para el pasado fin de semana. Anularon todo.
“La joyería de abajo invirtió mucho dinero, hicieron todo el mobiliario de yeso… Con 10 días bajo el agua, debe de estar todo podrido”.
Brasil suspendió por tres años el pago de la deuda de Rio Grande do Sul
El Gobierno brasileño anunció este lunes una suspensión de los pagos de la deuda del estado de Rio Grande do Sul con el Tesoro durante tres años, para ayudar a la reconstrucción de esa región devastada por las inundaciones.
La deuda de ese estado llega a 104.000 millones de reales (20.390 millones de dólares) y, con la moratoria, cerca del 10 % de ese monto será liberado para la reconstrucción del estado, dijo el ministro de Hacienda, Fernando Haddad, junto al presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, y autoridades del Parlamento, que deberán aprobar esa medida.
El ministro agregó que, durante ese período, tampoco serán contabilizados los intereses de la deuda, todo con el propósito de “recuperar la capacidad económica de Rio Grande do Sul en el plazo más corto posible”, apuntó.
El gobernador de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite, que asistió por videoconferencia al anuncio, agradeció el apoyo y reconoció “el esfuerzo de todo el Gobierno federal” frente a la emergencia.
Antes del actual desastre climático, Rio Grande do Sul ya tenía serios problemas para honrar su deuda con el Tesoro, que equivale al 185 % de los ingresos anuales de ese estado, de acuerdo a los datos del Gobierno regional.
Las consecuencias económicas del desastre aún son inmensurables, pero un balance de la Federación de Industrias de Rio Grande do Sul ya ha trazado un panorama parcial.
Según ese organismo, en las ciudades afectadas se ubica el 86,4 % de las plantas industriales del estado, que tienen sus actividades prácticamente paralizadas desde hace dos semanas, al igual que casi todo el sector agropecuario regional.
También han sido perjudicadas unas 600.000 pequeñas y medianas empresas y ha caído en picada hasta el comercio electrónico, debido a las dificultades para la entrega en regiones en las que puentes y carreteras se han venido abajo y los aeropuertos operan a medias o están completamente cerrados, como ocurre con el de Porto Alegre.
La semana pasada, el Gobierno federal ya había anunciado un plan de ayuda para Rio Grande do Sul por unos 50.000 millones de reales (9.800 millones de dólares), que incluyen asistencia directa y créditos subvencionados para pequeñas empresas, entre muchas otras medidas.
(EFE)