El régimen de Nicaragua sepultó esta semana el proyecto de canal interoceánico que pretendía construir con la empresa privada china Hong Kong Nicaragua Canal Development Investment Co. Limited (HKND Group), y que fue presentado en su momento como “la obra de ingeniería más grande de todos los tiempos” en el mundo.
La Asamblea Nacional de Nicaragua derogó el miércoles la ley que otorgaba la concesión de construcción y manejo del Gran Canal de Nicaragua por un plazo de 50 años prorrogables otros 50 años al grupo HKND, propiedad del empresario chino Wang Jing.
Al mismo tiempo, los parlamentarios reformaron la Ley 800, Ley del Régimen Jurídico del Gran Canal Interoceánico de Nicaragua y de Creación de la Autoridad del Gran Canal Interoceánico de Nicaragua.
Tanto la reforma como la derogación fueron aprobadas por los 91 diputados de la Asamblea Nacional de Nicaragua, a solicitud, “en trámite de urgencia”, del dictador de Nicaragua, Daniel Ortega.
“Dentro de esos cambios, es necesario adecuar la Ley 800, Ley del régimen jurídico de El Gran Canal Interoceánico de Nicaragua y de Creación de la Autoridad de El Gran Canal de Nicaragua, según las nuevas realidades y propiciar un mejor desempeño para el beneficio de las familias nicaragüenses”, justificó Ortega en su propuesta de reforma.
“El régimen Ortega Murillo reconoce el fracaso del sueño que le quiso vender a los nicaragüenses y al mundo entero con el canal interoceánico de Wang Jing, le acaba de quitar la concesión por 100 años al derogar la ley 840″, reaccionó el opositor Juan Sebastián Chamorro.
“Lo que se dio es la eliminación de la concesión misma a Wang Jing, pero, con la ley 800 queda abierta la posibilidad de confiscaciones y concesiones a un tercero”, explica Chamorro, economista de profesión.
El denominado oficialmente como “Gran Canal Interoceánico de Nicaragua” pretendía conectar el mar Caribe, en el océano Atlántico, con el océano Pacífico a través de un cauce de 278 kilómetros de largo que llegaría hasta el Lago Cocibolca o Gran Lago de Nicaragua, y cruzaría el istmo de Rivas para alcanzar el Pacífico.
El 13 de junio de 2013 el parlamento de Nicaragua, con 61 votos a favor, 25 en contra, dos ausentes y una abstención, entregó la concesión y construcción del canal a HKND, grupo empresarial creado en Hong Kong expresamente para realizar la obra.
A la cabeza de este grupo aparecía Wang Jing, un multimillonario chino que, para entonces, tenía 41 años y figuraba en la lista de las 200 personas más ricas del mundo, con una fortuna calculada en 10,200 millones de dólares, según el Índice de Multimillonarios de Bloomberg.
Sin embargo, para el 2015 la fortuna de Wang tuvo una caída del 84 por ciento después que la empresa Beijing Xinwei Telecom Technology Group Co. se desplomó junto con los mercados bursátiles de China. Wang Jing era dueño del 35 por ciento esa empresa y su caída fue la peor registrada en 2015 por el Índice, que diariamente clasifica a las 400 personas más ricas del mundo.
Hace unos días, el nicaragüense diario La Prensa reportó Xinwei Group fue declarada en quiebra, según información proveniente de medios de comunicación chinos, y su cotización en la Bolsa de Valores de Shanghai fue suspendida debido a “movimientos financieros irregulares”, que habrían dejado una estafa de unos 31 mil millones de dólares.
“Detrás de la quiebra del Grupo Xinwei se puede decir que el actual controlador Wang Jing es el hombre rico más misterioso en la historia empresarial china. Nadie sabe su verdadero origen, educación y experiencia profesional”, registró Sina Finance, un medio de comunicación propiedad de Sina Corporation, una prestigiosa compañía de telecomunicaciones de China.
“Las estafas de Wang Jing incluyeron supuestas excavaciones en minas de oro, la promesa de la construcción de un canal interoceánico y el lanzamiento de satélites. Nada de esto ocurrió y, al contrario, estafó a varios gobiernos y a 150 mil accionistas de sus empresas, obtuvo decenas de miles de millones de ganancias engañosas. Y desapareció”, expuso el medio nicaragüense, quien expresó que “Wang Jing, el estafador caído en desgracia, ahora viviría en Estados Unidos”.
Los números con que fue presentado el proyecto canalero eran impresionantes. El canal sería tres veces más grande que el canal de Panamá, se invertirían 50,000 millones de dólares, ofrecería 50,000 empleos y duplicaría el producto interno bruto (PIB) del país en los cinco años calculados de construcción.
El proyecto pretendía iniciar la construcción a fines de 2014 y para el 2020 el canal ya estaría funcionando. El régimen de Ortega aseguraba que el canal acabaría con la pobreza y el desempleo en Nicaragua.
Paul Oquist, entonces ministro secretario privado para Políticas Públicas de Nicaragua, dijo en junio del 2013 que el canal elevaría el crecimiento del producto interno bruto (PIB) de Nicaragua hasta en un 15 % para 2015, y que el empleo formal pasaría en 623,458 personas que existían en 2013 a 1.9 millones cuando el canal estuviese construido.
El 22 de diciembre de 2014, en una improvisada ceremonia, a la que se llevó maquinaria de construcción de algunas alcaldías del país, se inauguró la construcción del canal.
“Esta tierra bajo nuestros pies va a permanecer en la historia, esta tierra junto con nuestro trabajo va a dar paso a un país más fuerte y a un pueblo más feliz. Esta tierra y el canal, junto con las empresas nicaragüenses, chinas e internacionales, van a permanecer en la memoria como una historia inolvidable”, expresó el empresario Wang Jing en su discurso inaugural.
La construcción, sin embargo, nunca arrancó.
Desde el primer día, el proyecto canalero enfrentó una fuerte oposición. Los campesinos, propietarios de las tierras que serían expropiadas para darle paso al canal, se organizaron en lo que se llamó el Movimiento Campesino, una organización que convocó a un centenar de marchas de protestas y fue decisiva en la rebelión ciudadana que enfrentó Daniel Ortega en 2018.
La oposición al canal argumentaba que la concesión entregaba la soberanía del país a HKND por 100 años, ponía en peligro el Lago de Nicaragua, la reserva de agua más grande de Centroamérica, y no daba mayores ventajas al país, en tanto los ingresos serían para la empresa concesionaria, que no tenía obligación de usar empresas constructoras nacionales, ni mano de obra local, ni pagar impuestos de alguna clase y podría adquirir las tierras estatales necesarias sin costo, y las privadas a precios inferiores a su verdadero valor.
Para junio de 2023, Daniel Ortega reconocía el estancamiento de su proyecto canalero y culpaba de ello al “imperialismo norteamericano”.
“Cuando hemos hablado en Nicaragua y hemos estado trabajando para desarrollar el canal, inmediatamente viene la campaña de las fuerzas enemigas de la revolución, del gobierno norteamericano, etcétera, que empiezan con sus ofensivas, para tratar de impedir que ese proyecto camine”, se quejó Ortega cuando recibió en Managua al presidente iraní Ebrahim Raisi.
Según el dictador nicaragüense, Estados Unidos pretende tener el control sobre Nicaragua “para que ningún otro país pueda desarrollar el canal”, en tiempos en los cuales, el vecino canal de Panamá resulta insuficiente para el actual tráfico naval.
“En algún momento será una realidad aquí en Nicaragua un canal. ¿Por qué? Porque, es cierto, hay un canal por Panamá, que ha sido ampliado, pero las demandas del tráfico internacional son tan grandes que se hace necesario el canal por Nicaragua, pero el canal por Nicaragua (es necesario) para los pueblos, para la paz, para el mayor desarrollo de la economía de nuestro país”, dijo Ortega en otro discurso un año antes, en septiembre de 2022.
Juan Sebastián Chamorro considera que el retiro de la concesión canalera al polémico empresario Wang Jing “no debería ser un motivo de celebración, porque Ortega deja viva a la Autoridad del Gran Canal “cuyas funciones son la creación de la empresa Gran Canal de Nicaragua, que va a administrar no solamente los estudios de factibilidad, sino que también la construcción y la operación del canal interoceánico”.
“¿Por qué Ortega lo está haciendo en este momento?”, se pregunta el opositor. “Muy seguramente porque ya tiene a quien sacarle otra tajada (botín)”, calcula, en lo que parece ser el próximo capítulo de esta historia.