La 9ª Conferencia de Seguridad Hemisférica (HSC), impulsada por la Florida International University (FIU) y coorganizada por la Fundación TAEDA, incluyó este jueves una mesa de debate sobre el papel fundamental de los aliados y socios en el refuerzo de la seguridad en América Latina y el Caribe centrándose en la necesidad de iniciativas de ayuda, coordinación estratégica y colaboración colectiva para fomentar la estabilidad y la prosperidad entre las naciones. Cuatro destacados panelistas compartieron sus perspectivas y enfoques sobre cómo enfrentar los desafíos que plantea esta región.
Sylvia Cesaratto, cónsul general de Canadá en Miami, presentó la estrategia integral canadiense hacia el continente americano enfocándose en tres pilares clave que buscan estrechar los lazos económicos, políticos y sociales. “Canadá se posiciona como un país comprometido profundamente con el hemisferio americano, tratando a las Américas no solo como un vecindario cercano, sino como una parte integral de su identidad y política exterior”, afirmó.
Señaló que la primera prioridad de Canadá en Latinoamérica y el Caribe es fortalecer la prosperidad económica, tanto para los países de la región como para sí mismo, y dijo que esto se logra a través de la promoción del comercio y las oportunidades de inversión, incluido el desarrollo de acuerdos de libre comercio. “El gobierno canadiense enfatiza un crecimiento sostenible e inclusivo, destacando su agenda comercial feminista que busca asegurar que las poblaciones más vulnerables, especialmente las mujeres, se beneficien del comercio internacional”, afirmó Cesaratto.
El segundo pilar del compromiso canadiense con la región, según explicó Cesaratto, es el apoyo a la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho. “Canadá prioriza los derechos de las mujeres y la igualdad de género dentro de esta categoría, trabajando activamente para fortalecer las instituciones democráticas y la buena gobernanza en la región. La importancia de una política exterior feminista es una característica destacada de su enfoque, buscando integrar a las mujeres en todos los niveles de desarrollo”, explicó.
Y advirtió que el tercer eje de la política de Canadá hacia el hemisferio se centra en ayudar a los países a alcanzar sus objetivos de desarrollo sostenible, “incluidos los esfuerzos por promover la seguridad regional, la paz y la resiliencia frente al cambio climático”. Y remarcó que el país norteamericano lleva a cabo estas iniciativas “tanto de manera bilateral como multilateral”, colaborando con aliados afines y organizaciones multilaterales como la OEA, el BID, el Banco de Desarrollo del Caribe, la Organización Panamericana de la Salud y otras instituciones de Caricom.
El comodoro Stephen Anderson, consejero militar integrado al Comando Sur de los Estados Unidos, abordó los retos impuestos por la pandemia de Covid-19 y cómo ésta ha afectado la cooperación en la región. Recordó que la crisis sanitaria obligó a los países a priorizar la protección de sus intereses nacionales, revelando deficiencias en la comunicación entre naciones aliadas.
“El diálogo entre los aliados, aunque cortés y activo, reveló brechas significativas en nuestra integración con América Latina y el Caribe. La falta de una coordinación y sincronización efectiva emergió como un problema principal, exacerbado por un entorno de recursos limitados y una duplicación excesiva de esfuerzos. Sin embargo, la crisis del Covid-19 también funcionó como un catalizador que impulsó una mayor colaboración, permitiendo a los aliados identificar y capitalizar sus fortalezas y oportunidades conjuntas”, señaló Anderson.
Anderson también abordó la posición de América Latina y el Caribe dentro de un contexto global, destacando la percepción de que la región es relegada por cuestiones consideradas como más urgentes a nivel internacional. Afirmó que, a pesar de no ser vistas como áreas de alta competencia o fragilidad en comparación con otras regiones, existen oportunidades reales de cooperación donde contribuciones bien dirigidas podrían tener un impacto significativo. “La importancia de América Latina y el Caribe para los aliados occidentales es una cuestión compleja y multifacética”, advirtió.
“En América Latina y el Caribe el rol del sector militar no es de liderazgo, sino más bien de apoyo, lo cual representa un cambio en el enfoque tradicional de liderazgo activo que caracteriza a las fuerzas militares”, añadió. Y resaltó la relevancia estratégica de la región frente a conflictos globales y la actividad de “adversarios” en la región.
“En el contexto de conflictos globales estratégicos como los que se están viviendo en Ucrania e Israel, y los problemas en el Mar Rojo que afectan puntos estratégicos vitales, es crucial no subestimar cómo estos conflictos podrían impactar eventualmente en América Latina y el Caribe. Los adversarios están activos en la región y eso subraya la necesidad de una respuesta rápida y efectiva para no quedarse atrás estratégicamente. La inacción no es una opción viable, y se requiere una intervención temprana para evitar consecuencias más severas”, concluyó Anderson.
Manabu Ohara, director para América Latina y el Caribe de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), destacó el robustecimiento de las relaciones japonesas con la región, subrayando la profundidad y amplitud de esta cooperación. “Japón ha fortalecido significativamente su relación con América Latina y el Caribe a través de un enfoque multifacético que va más allá de las meras transacciones económicas, abarcando intercambios culturales y de personas,” explicó Ohara.
Señaló que este enriquecimiento de la relación regional con Japón se refleja en las visitas del primer ministro Fumio Kishida a países como Brasil y Paraguay, donde “se anunciaron políticas específicas que buscan subrayar la confianza y el compromiso para liderar iniciativas globales conjuntas”.
En el campo de la cooperación para el crecimiento de la región, afirmó que la JICA desempeña un papel esencial, implementando una amplia gama de programas -que incluyen préstamos, concesiones, inversiones en el sector privado, cooperación financiera y técnica, y programas de voluntariado- para “promover un desarrollo socioeconómico estable y sostenible en la región, en desafíos clave como la seguridad humana, el cambio climático, el comercio y la inversión”.
Ohara también habló sobre la importancia de las redes regionales y los programas de asociación, particularmente el programa de cooperación con naciones como Brasil, México, Chile y Argentina. “Estos programas se centran en enfrentar problemas conjuntos y desarrollar proyectos en áreas críticas para la región y más allá, incluyendo algunas bases en África,” reveló, destacando la colaboración estratégica de Japón con grupos nacionales en México, América Central y el Caribe, y con organizaciones regionales como Caricom.
Por último, Paul Nantulya, investigador del Centro Africano de Estudios Estratégicos de la Universidad de Defensa Nacional de EEUU, destacó las conexiones profundas entre África y América Latina, basadas en similitudes históricas y sociales que trascienden los confines geográficos. “Ambas regiones han experimentado historias coloniales y movimientos de liberación nacional, además de haber explorado diversas formas de socialismo y capitalismo”, señaló, enfatizando cómo este pasado compartido, incluyendo aspectos negativos como malos gobiernos y dictaduras militares, ha fortalecido los lazos entre estos dos mundos.
Nantulya resaltó la creación de comisiones de la verdad y reconciliación como un reflejo claro de esta conexión entre África y América, apuntando a un compromiso común hacia la superación de los conflictos pasados mediante el diálogo y la comprensión. Y subrayó también la importancia de las vinculaciones culturales, siendo Brasil un ejemplo notable por su gran población de ascendencia africana.
El investigador exploró también cómo África y América Latina han esbozado sus relaciones internacionales, específicamente con China, a través de foros como el FOCAC y el Foro China-CELAC. “Este paralelismo en la forma en que ambas regiones se relacionan con China ha sido denominado como ‘imagen espejo’ por los académicos, destacando la similitud en los enfoques y estrategias empleados por China en ambos lados del Atlántico”, explicó.
Y profundizó en el concepto de “capacidad de acción” como determinante en la manera en que los países deberían gestionar sus relaciones con potencias extranjeras, especialmente China. Señaló que este concepto, que describe la habilidad y voluntad de los gobiernos de ejercer control efectivo y transparente sobre sus interacciones internacionales, es crucial para entender las dinámicas de poder y responsabilidad.
“La evidencia empírica sugiere que China, a través de sus empresas estatales, ajusta sus interacciones y acuerdos según el nivel de agencia que percibe en los países con los que se involucra. En contextos donde los medios de comunicación están reprimidos, los parlamentos son limitados en su independencia y las instituciones que deberían supervisar cómo los gobiernos se relacionan con socios extranjeros son débiles, se observan mayores abusos y transgresiones”, dijo Nantulya.
Pero remarcó que, en este contexto, países como Liberia, Sierra Leona y Ghana ofrecen lecciones valiosas por cómo lograron imponer “restricciones efectivas sobre los actores chinos” al garantizar que estos respeten las leyes locales de adquisiciones y licitaciones. “Liberia, Sierra Leona y Ghana son ejemplos notables dentro del continente africano donde medios activos, parlamentos que buscan afirmar su independencia y judicaturas independientes han logrado moderar las acciones de las empresas chinas. Las mismas empresas y actores que operan en África están presentes en América Latina y el Caribe, y su comportamiento tiende a adaptarse a la situación local”, concluyó.
Fotos: Nacho Martin Films (@nachomartinfilms)