(Desde Santiago, Chile) El sábado 27 de abril, a las 5:00 de la madrugada, los 245 conscriptos de la Brigada Motorizada N°24 “Huamachuco”, de la VI División del Ejército, comenzaron una marcha de instrucción desde el Campo de Entrenamiento Pacollo hasta el Cuerpo Militar de Putre (2.170 kms al norte de Santiago), que muchos de ellos nunca olvidarán.
Y aunque lo que ocurrió en esa jornada aún es motivo de investigación, lo cierto es que al día siguiente, el Ejército confirmó que un miembro del grupo, Franco Vargas, de 19 años, había fallecido. Oficialmente, la institución dijo que durante un descanso presentó problemas respiratorios y que fue “trasladado de inmediato” a la enfermería del predio, donde fue estabilizado por el enfermero militar. Luego de eso fue llevado al Cesfam de Putre, donde simplemente se confirmó su muerte.
Sin embargo, pocas horas después, el ejército también confirmó que otros 45 conscriptos habían sufrido un cuadro infeccioso de origen respiratorio y gastrointestinal. Dos fueron trasladados al Hospital Militar de Santiago, mientras que cinco fueron internados en el Hospital Juan Noé. De este último grupo, dos llegaron graves.
Los otros 38 quedaron en aislamiento en la unidad militar y a poco más de una semana, decenas de testimonios de familiares contradicen la de los militares, aunque existen sumarios en curso que, se espera, permitirán aclarar el trágico entrenamiento.
La muerte de Franco
Apenas le fue comunicada la noticia de la muerte de su hijo, Romy Vargas comenzó a recibir versiones de padres de otros reclutas que no coincidían en nada con la versión que le habían dado desde el Ejército.
Según consigna un reportaje de BBCL Investiga, de acuerdo a esas versiones, tras levantarse de madrugada el grupo se desplazó desde 4.600 metros de altura a un sector sobre los 3.100, a 15 grados bajo cero. Según se desprende de los testimonios, sólo vestían una polera y pantalones, sin primera capa.
Franco habría expresado que no se sentía en condiciones, pero no fue escuchado. Otros conscriptos aseguran que el joven fue humillado por el coronel a cargo.
“Perdió la primera capa. Le avisó al capitán que él no tenía fe de llegar, y el viejo lo trató de cobarde y lo hicieron bajar igual”, afirmó uno de sus compañeros.
Franco se desmayó a poco andar. “Despertó el niño y lo siguió aporreando este milico. Le decía ‘te voy a sacar la cresta para que te mueras luego, no te quiero aquí’, después el niño cae desvanecido y le dice ‘viste, un pelao menos, este maldito’. Así nos contó mi hijo llorando”, aseguró un padre de manera anónima a CHV.
María, madre de otro conscripto, describió los últimos momentos de Franco:
“Se cayó en varias oportunidades y ellos como grupo lo ayudaron, pero los cabos se dieron cuenta de que ellos lo estaban ayudando y se molestaron. El niño se cayó y lloraba y le decía que él se quería ir para su casa. Los cabos le pegaron hasta que ya no abrió más los ojos”, confidenció.
Grupo en shock
Según contaron los mismos padres, esa noche el grupo lloró por Franco, pero también por el trauma propio y las ganas de abandonarlo todo, pues muchos de ellos se habían alistado de manera voluntaria para cumplir el servicio militar.
Horas más tarde, al menos 45 conscriptos del grupo comenzaron con síntomas respiratorios agudos y problemas gastrointestinales.
La gran mayoría fue aislado en el Centro Sanitario Militar con virus respiratorios varios: rinovirus (5), influenza A (3) y parainfluenza (1).
Si bien no está oficialmente claro por qué se produjeron esos malestares, un padre relató que a los conscriptos los habrían hecho comer “carne cruda” y tomar “agua de pozo”, algo que evidentemente podría haberles gatillado problemas gastrointestinales.
Los militares en Arica, en tanto, aseguran que tomaron muestras al agua y la comida de los conscriptos para determinar si aquello fue el origen de las infecciones.
Intento de suicidio
Las consecuencias del traumático momento no tardaron en llegar. Luis González, padre de uno de los conscriptos, lo describe así:
“Mi hijo me hizo una videollamada llorando. Quedó shockeado. Quiso asistirlo (al conscripto fallecido), pero los mandos superiores le dijeron que no. Vio como lo arrastraban como un saco de papas”, relató.
Erika, madre de otro de los conscriptos, advirtió incluso que hubo niños que se intentaron quitar la vida. “Estamos hablando de que psicológicamente están mal”, afirmó el viernes pasado en Meganoticias.
Más tarde se supo que el caso corresponde a Jacob Cárdenas. Heidi Henríquez, su madre, confirmó la situación en conversación con Radio Bío Bío. “Él intentó matarse. Está bien. Gracias a Dios no le pasó nada”, contó.
“Él está dado de baja, no entiendo por qué lo tienen ahí. Yo desde el 16 de abril que estoy pidiendo la baja, porque no está bien psicológicamente. A él le afectó mucho algo. No sé qué gatilló todo esto, pero algo tiene que haber pasado ahí, porque mi hijo amaba la institución. Y ahora no quiere nada. Quiere venirse”, subrayó.
Dicho escenario comenzó a abrir paso a la judicialización. Durante la tarde del pasado viernes, la madre de Cárdenas y familias de otros conscriptos interpusieron recursos de protección ante los tribunales en Santiago, a la espera de que les devuelvan a sus hijos sanos y salvos.
Madre exige segunda autopsia
Romy Vargas, madre del conscripto fallecido, sostuvo que el informe del Servicio Médico Legal (SML) que descartó intervención de terceros en su deceso no es verídico, pues afirma que el cadáver evidenciaba diversas lesiones al momento de concurrir ella a reconocerlo.
La mujer contó que ella debió ser retirada de la sala del SML por su reacción emocional, y acusó que los comunicados emitidos por el Ejército fueron cambiando las versiones del hecho a medida que transcurrían los días.
“Me sacaron; el que se quedó ahí fue mi papá, mirando bien, y él pudo mirar más detalles y sí, dijo que tenía golpes”, dice Romy Vargas.
“Yo me enteré que ahora el SML entregó un comunicado de que no hay participación de terceras personas, pero yo no sé si será el mismo papel que me dieron ese día; lo desconozco, porque si es uno nuevo, no me llegó a mí”, explicó, señalando que su objetivo ahora es reunirse con el Presidente Gabriel Boric.
También pide que el comandante en Jefe del Ejército, Javier Iturriaga, retire de las filas castrenses a quienes, según ella, son los responsables de la muerte de su hijo y del supuesto encubrimiento de sus causas.
“Lo digo con claridad: cuando yo me fui del Servicio Médico Legal, los militares entraron al Servicio Médico Legal en ese momento, cuando empezaron a hacer la autopsia, por lo que yo exijo una segunda autopsia, sin intervención de la Fiscalía Militar. Yo necesito esclarecer la verdad”, enfatizó.
Conscriptos abandonan el ejército
Al día de hoy, al menos 39 reclutas del mismo regimiento al que pertenecía el soldado fallecido han abandonado las filas. Ellos mantienen su relato de que se les obligó a marchar sin abrigo, que recibieron malos tratos y que dentro del regimiento existen malas condiciones, como chinches en los colchones y falta de implementos.
“Yo viví una agresión de parte de un teniente: se nos obligó a sacarnos el cargo para el frío extremo, se nos obligó a marchar solo a polera y camisa y nuestros instructores tampoco daban el ejemplo, porque ellos sí andaban abrigados”, acusa el ahora exconscripto Cristóbal Sanhueza, quien acusa que fue pateado en la cabeza.
“Como experiencia propia de esa marcha, yo jamás había sentido un frío tan grande en mi vida, realmente sentí que iba a perder mis dedos; lloré por el frío y me opuse a mis instructores y muchos hicieron lo mismo. Y quiero dejarlo claro, que eso de que nosotros marchamos con abrigo, las fotos que están mostrando, no sé de qué instrucción será, pero no son de ese día de marcha”, manifestó el exsoldado, quien insiste en que recibieron “aporreos” por parte de los instructores.
Sin embargo, no todos han tenido la misma suerte que Cristóbal para poder retirarse del servicio militar, ya que hay algunos soldados que, pese a los reclamos de sus familiares, no han podido salir dados de baja.
Heidy Henríquez acusó que se le está presionando para que su hijo firme un documento que declara que los conscriptos nunca recibieron malos tratos y, en caso contrario, la baja no ocurrirá.
“El único papel que no firmó él fue la declaración donde dice que a él no le hicieron ni un daño psicológico ni nada de eso. Él no quiso firmar ese papel, y el Ejército no le va a dar la baja hasta cuando lo vean allá, le hagan exámenes y el (personal) psiquiátrico le dé el alta. Y yo renuncié a todo eso. Yo ya no quiero nada con el Ejército”, manifestó.