En una mañana sombría del 11 de septiembre de 1982, un macabro descubrimiento sacudió a la ciudad de Quito. En el antiguo zoológico de la ciudad, un guardia llamado Floresmilo Bolaños se topó con un horror indescriptible: el cuerpo mutilado de Iván Egas –un estudiante universitario de 23 años– yacía dentro de la jaula de los leones. La escena era dantesca: Los felinos devoraban su cadáver, las crías esperaban su turno y una hembra jugueteaba con un zapato de Egas.
Las autoridades, inicialmente, atribuyeron la muerte de Egas a un trágico suicidio. Según la versión oficial, el joven habría ingresado a la jaula en un estado de embriaguez y depresión, siendo atacado por los leones. Sin embargo, las numerosas inconsistencias en el caso y los testimonios surgidos de la comunidad apuntaban hacia un oscuro complot de asesinato.
La historia que copó los titulares de los diarios locales de aquella época se viralizó recientemente en X (antes Twitter). David Revelo, un usuario que elabora hilos sobre crímenes e historias impactantes, desarrolló un trabajo investigativo basado en los archivos hemerográficos del país para reconstruir el suceso. En conversación con Infobae, Revelo indicó que elabora los hilos porque le gusta escribir, pero reconoce que “todas estas historias siempre están enmarcadas en problemas de fondo más fuertes y atemporales, hay cosas que son cíclicas creo y pasan sin importar la sociedad ni la época: la impunidad, el abuso de poder, la muerte en si misma, el dolor, la alegría y esas cosas universales son lo que me gusta resaltar en lo que cuento”.
Los primeros rumores del crimen se centraron en el teniente del ejército Pedro Larenas, quien presuntamente había planeado la muerte de Egas debido a una presunta relación entre éste y su esposa, Lilia. Testimonios indicaban que Larenas había utilizado recursos militares para seguir a Egas la noche de su muerte, en un intento de venganza celosa.
A pesar de las pruebas que apuntaban hacia los Larenas, las autoridades decidieron tomar un rumbo diferente. Floresmilo Bolaños, el guardia que encontró el cuerpo, fue injustamente arrestado y encarcelado durante más de seis años, convirtiéndose en el chivo expiatorio de un sistema que se negaba a hacer justicia.
En el transcurso del juicio, que tuvo lugar entre enero y abril de 1984, surgieron detalles escalofriantes. Se reveló que seis personas estaban vinculadas al crimen en diferentes niveles de participación, pero solo Bolaños fue condenado. Los Larenas, por su parte, se mantuvieron impunes y prófugos desde 1984, burlándose de la justicia y continuando su vida en la clandestinidad.
La familia de Egas nunca cesó en su lucha por la verdad y la justicia. A pesar de la presión ejercida por las Fuerzas Armadas y las autoridades, mantuvieron su postura de que su ser querido no se suicidó, sino que fue víctima de un asesinato planeado.
Las irregularidades
Una de las principales inconsistencias surgió de la ubicación del zoológico en un recinto militar altamente custodiado. Según se observa en la información recopilada en el hilo de Revelo, una de las preguntas era: ¿Cómo había logrado Egas ingresar al zoológico y llegar hasta la jaula de los leones sin ser detectado por las fuerzas de seguridad? El vehículo de Egas fue encontrado a más de 600 metros de la entrada, planteando serias dudas sobre la versión oficial de los hechos.
Además, el estado de la ropa de Egas también generó interrogantes. Su suéter gris fue hallado fuera de la jaula, mientras que su ropa interior estaba manchada de sangre pero no rasgada, lo que contradecía la teoría de que los leones lo habían atacado. Las heridas en su pelvis, descritas como casi quirúrgicas, también alimentaron las sospechas de que la muerte de Egas no fue accidental.
Los testimonios y rumores que surgieron durante la investigación añadieron más capas de misterio al caso. Testigos afirmaron haber visto a Larenas y otros militares vigilando los movimientos de Egas, utilizando recursos del ejército para seguirlo y planear su muerte.
Hubo largas filas de personas que esperaban pacientemente para rendir testimonio ante las autoridades. Todos querían compartir lo que sabían sobre el caso de la “Jaula de los Leones”. La comunidad estaba decidida a buscar la verdad, incluso si eso significaba desafiar a las autoridades y enfrentarse al poder establecido.
El caso de la “Jaula de los Leones” se convirtió en un símbolo de la impunidad y la corrupción que permea, incluso hoy, en la sociedad ecuatoriana. A pesar de los esfuerzos de la familia de Egas y de la indignación pública, el caso se archivó oficialmente en 1992, dejando sin resolver uno de los crímenes más perturbadores y controvertidos en la historia de Quito.
La historia de Floresmilo Bolaños, quien finalmente fue liberado en 1989, sirve como un trágico recordatorio del abuso de poder y la corrupción. Bolaños recibió disculpas públicas y una indemnización por su injusto encarcelamiento. Mientras que los Larenas continúan prófugos, llevando consigo el peso de un crimen que nunca se resolvió.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) conoció el caso de Bolaños y falló a su favor debido a la violación de sus derechos humanos fundamentales, incluyendo el derecho a un juicio justo y la presunción de inocencia, evidenciado por su prolongado encarcelamiento sin pruebas concluyentes que lo vincularan con el crimen, lo cual fue considerado como un abuso de la prisión preventiva.