A principios de enero el esloveno Dejan Kovac fue asesinado a tiros en la ciudad de Santos, en el litoral de San Pablo, no lejos del puerto, centro neurálgico del narcotráfico internacional. El hombre regresaba a casa con su esposa, ciudadana brasileña y su hijo de dos años. La ejecución, captada por las cámaras, llevó a los investigadores a no descartar ninguna pista, hasta que descubrieron que el hombre no era un tranquilo emigrante esloveno que se había trasladado a Brasil y, sobre todo, que no se llamaba Dejan Kovac.
El individuo asesinado fríamente delante de su hijo no era otro que un sanguinario sicario serbio, de 43 años, que llevaba 10 años escondido en Brasil. Su verdadero nombre era Darko Geisler Nedeljković. Su historia ha levantado de golpe el velo sobre un fenómeno en auge: en Brasil crecen nuevas mafias frente a las históricamente más presentes, como las italianas. Desde la Cosa Nostra siciliana, ramificada en el gigante latinoamericano desde los tiempos de Salvatore Buscetta y Gaetano Badalamenti en los años 80, hasta la ‘ndrangheta calabresa, el crimen organizado italiano ha sido pionero en Brasil. Baste decir que fueron dos miembros de la mafia napolitana, la Camorra, los hermanos Bruno y Renato Torsin, en la prisión Taubaté de San Pablo, quienes enseñaron al naciente Primer Comando de la Capital (PCC) las reglas necesarias para crear una mafia, incluido el papel del bautizo para jurar lealtad y ayuda mutua.
Aunque la ‘ndrangheta sigue siendo hoy el principal aliado del PCC, el caso de Darko Geisler Nedeljković muestra nuevos escenarios criminales. Svetlana Djokic es la periodista de investigación montenegrina que, en su documental sobre la muerte en 2014 de su compatriota Andrija Mrdak, guardaespaldas y número uno de Armin Musa Osmanagić, a la sazón líder de uno de los principales clanes mafiosos de Montenegro, había transmitido por primera vez la información de que Geisler había huido a Brasil. De hecho, fue Geisler quien disparó a Mrdak en la linda ciudad de Bar, el principal puerto de Montenegro. “A pesar de las informaciones aparecidas en los medios de comunicación sobre la presencia de Geisler en Brasil, que surgieron dos meses antes de su asesinato, la policía montenegrina no solicitó oficialmente la verificación de esta información, algo que, en mi opinión, debería haber hecho, sobre todo teniendo en cuenta que un miembro del clan criminal montenegrino Škaljari compartió públicamente esta información poco antes del asesinato de Geisler. Según las pruebas de la acusación, Geisler fue asesinado por este clan”, declaró Djokic a Infobae.
Para ella, la huida del sicario serbio a Brasil no es ninguna sorpresa. “Llevamos años observando cómo criminales buscados por los delitos más graves eluden la justicia cambiando de identidad y poniéndose a salvo lejos de los países que los buscan, a menudo con documentos falsos. En la mayoría de los casos estos delincuentes eligen países sudamericanos para escapar de la justicia donde, según los investigadores, criminales serbios y montenegrinos llevan años traficando con cocaína. Brasil no es una excepción en este sentido. La cooperación entre delincuentes balcánicos y grupos criminales de numerosos países sudamericanos es sin duda una de las razones por las que la mafia serbia busca refugio aquí”, detalló la periodista de investigación a Infobae.
Djokic añadió que “todas las mafias cooperan, y esto se ha demostrado muchas veces. La cuestión es sólo qué grupo criminal colabora con cuál. En los últimos años, en particular desde 2014, cuando comenzó una guerra entre dos clanes criminales montenegrinos, los Škaljari y los Kavač, por un cargamento de cocaína desaparecido en Valencia, más de 60 personas fueron asesinadas. Los asesinos persiguieron a sus víctimas por todo el mundo. Estos dos grupos se fortalecieron absorbiendo a grupos delictivos más pequeños tanto de Montenegro, su lugar de origen, como de Serbia. Se ha descubierto que grupos criminales de los dos países han contrabandeado toneladas de cocaína desde Sudamérica en los últimos años”.
Por si fuera poco, a finales de febrero, una operación de la policía federal, la Operación Brianski, destapó un grupo criminal ruso establecido en Brasil que, utilizando facilitadores locales, había conseguido blanquear unos 40 millones de reales, 81 millones de dólares, procedentes del narcotráfico en criptodivisas. Los criminales rusos se habían establecido en el sur de Brasil, en Florianópolis, en el estado de Santa Catarina, donde habían comprado residencias de lujo en efectivo. No se revelaron sus identidades, sino sólo los delitos por los que eran conocidos en su país de origen, es decir estafas y robos, muy menores en comparación con los delitos de blanqueo de dinero procedente del narcotráfico imputados en Brasil. Sin embargo, el caso de Florianópolis sólo sería la punta del iceberg. Hace dos años ya aparecieron pruebas de la existencia de operaciones conjuntas de narcotráfico entre la mafia rusa conocida como la Bratva y el PCC en la frontera entre Brasil y Bolivia, especialmente en los estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul. La Bratva, cuyo líder es Semion Mogilevich, incluido en la lista del FBI estadounidense de los 10 fugitivos más buscados del mundo, también está implicada en el tráfico de armas y el blanqueo de dinero en Brasil.
La mafia nigeriana también crece en el gigante sudamericano. El último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) sobre el tema, titulado “Crimen organizado en Nigeria: una evaluación de la amenaza”, destacó cómo las mafias nigerianas se han fortalecido en Brasil en los últimos años, especialmente en las redes de transportistas de cocaína llamadas “mulas” en portugués, que utilizan a compatriotas residentes en Brasil o a venezolanos necesitados de dinero. La ruta parte del aeropuerto internacional de Guarulhos, en San Pablo, y llega hasta Lagos, en Nigeria y Cotonú, en Benín, casi siempre vía Addis Abeba, en Etiopía. A finales de febrero, en el vuelo comercial en el que viajaban tres ministros del gobierno brasileño para asistir a la reunión anual de la Unión Africana en Addis Abeba, un correo de drogas murió cuando una de las 96 cápsulas de cocaína que había ingerido se abrió en su estómago. El informe de la UNODC destaca que, en 2018 y 2019, los ciudadanos nigerianos fueron el grupo criminal extranjero con mayor número de detenciones por drogas en Brasil.
Entre las estrategias que los criminales nigerianos utilizan en el gigante latinoamericano está la de utilizar pasaportes de otras nacionalidades para evitar sospechas, por ejemplo documentos de Mali o Angola. Si, según los expertos, estas redes de correos de droga son formadas por simples criminales, detrás de ellas, sin embargo, se evidencia un importante esquema mafioso que luego consigue revender la cocaína en Europa, donde la mafia nigeriana se ha ganado importantes espacios, especialmente en el sur de Italia. La mafia nigeriana está estructurada de manera extremadamente jerárquica y militar, dividida en los llamados “cultos secretos”. Nacidos en los años 50 como organizaciones estudiantiles, los cultos secretos se convirtieron primero en grupos violentos y luego en grupos mafiosos, como los Maphites, Black Axe, Supreme Eiye y Vikings. La superstición es un factor de unión decisivo entre los miembros de estos grupos. En el informe semestral de la Dirección de Investigación Antimafia italiana, se afirma sobre la mafia nigeriana que “los rituales mágicos y fideístas constituyen un factor de cohesión muy elevado que, combinado con el vínculo étnico y la fuerte influencia en la gestión por parte de los lobbies de la madre patria, producen un fuerte sometimiento psicológico”. La mafia nigeriana parece casi remodelar la configuración de la ‘ndrangheta italiana, actuando con grupos criminales locales que tienen cierta autonomía de acción pero que siempre responden ante la casa madre. En Brasil, la mafia nigeriana mueve dinero con el sistema hawala, una forma de transferencia de dinero ya prevista por la jurisprudencia islámica en el siglo VIII. El Hawala no implica ningún acuerdo o documento escrito: el intermediario recibe el dinero en Brasil y comunica la cantidad a su homólogo en el lugar al que debe llegar el dinero. Este último lo entrega al destinatario: todo se basa únicamente en la confianza y en un código de honor.
La mafia china también ha crecido considerablemente en el gigante latinoamericano en los últimos años. Según un informe del junio 2023 de la organización no gubernamental Earth League International (ELI), titulado “Convergencia del crimen ambiental”, entre los grupos criminales presentes en Brasil se encuentra el llamado SA1, que en América Latina lleva a cabo diversas actividades, como la tala ilegal y el contrabando, pero que en Brasil se dedica principalmente a actividades de blanqueo de dinero, incluso a través de bitcoins. Según el informe, el socio brasileño de este grupo criminal chino es un miembro del Primer Comando de la Capital buscado por varios países, cercano a Dino Bouterse, hijo del ex presidente de Surinam, Dési. Dino cumple 16 años de prisión en Estados Unidos por tráfico de drogas y armas y por ayudar también al grupo terrorista libanés Hezbolá. Según el informe, el jefe del PCC, junto con los criminales chinos, no sólo blanqueaba dinero, sino que también traficaba con armas. Fue detenido dos veces en Surinam por posesión de drogas y Kalashnikov, pero fue liberado poco después con la ayuda de las autoridades locales. En Brasil, SA1, que tiene vínculos con Hezbolá y los cárteles colombianos, también colabora con otro grupo delictivo chino, SA2, en el contrabando de una media de dos toneladas de aletas de tiburón al mes. También se dedica a la minería ilegal, sobre todo en la frontera con Surinam, al sur de la presa de Afobaka. El grupo SA8 también opera en Brasil en actividades de blanqueo de dinero. Según las autoridades es capaz de blanquear hasta un millón de dólares al día. El grupo SA4 es conocido por el contrabando de animales salvajes, como jaguares, y ha sido interceptado en la frontera entre Bolivia y Brasil.
Aunque la mafia albanesa predomina en el vecino Ecuador, también tiene su nicho de mercado en Brasil como brazo de la ‘ndrangheta italiana, con la que colabora estrechamente en Europa desde hace años. Según Europol, la mafia albanesa mueve más de 5.000 millones de dólares en todo el mundo en tráfico de drogas y armas. En 2021, la policía brasileña detuvo en San Pablo a Shaqir (Héctor) Nikolli, buscado por varios países de Europa por tráfico de drogas. El año anterior, en uno de los barrios más elegantes de San Pablo, Jardins, fue asesinado a tiros a plena luz del día mientras se encontraba en un restaurante Zelka Illir, que estaba de paso por Brasil, donde se sospechaba que negociaba envíos de cocaína. Nunca se descubrió a su asesino.
La reciente expansión de estas mafias en el gigante latinoamericano puede explicarse por varias razones. En primer lugar, en Brasil es fácil obtener identidades y documentos falsos. Además, el país es gigantesco y esto facilita a quienes quieren vivir en la clandestinidad. En Brasil también viven importantes mafias y grupos criminales, no sólo italianos, sino también colombianos y mexicanos, que representan a los grandes operadores internacionales y con los que es imposible no relacionarse si se quiere navegar en el mercado de la cocaína. Por esto Brasil es también el lugar ideal para consolidar las relaciones entre los distintos grupos, crear nuevas alianzas y organizar reuniones. Pero, sobre todo, el principal imán sigue siendo el poder del principal grupo criminal del país, el PCC. El grupo ha alcanzado ahora una expansión internacional que atrae nuevas alianzas, siendo Londres, en el Reino Unido, uno de los centros neurálgicos de sus actividades de blanqueo de dinero, según la policía brasileña.