(Washington, Estados Unidos) ¿Hasta qué punto cada uno de nosotros está financiando regímenes autocráticos a través de nuestras inversiones o fondos de pensiones? La pregunta, incómoda si las hay, la planteó Marcos Buscaglia, autor del libro “Más allá de la cartera ESG: cómo Wall Street puede ayudar a que las democracias sobrevivan”, en un evento en el que expertos en inversiones, derechos humanos y democracia discutieron sobre el vínculo entre esos temas.
Los fondos de inversión no necesariamente miran si el país en el que invierten es una democracia o no. Por eso, los expertos entienden que es necesario empezar a generar incentivos que hagan que las decisiones de inversión no solo incluyan la variable de cuál proyecto les hará ganar más dinero, sino también qué valores democráticos tienen esos países.
“Para frenar el deterioro democrático en América Latina necesitamos ampliar la gama de actores que participan en ello y esto incluye al sector empresarial. Y para involucrar al sector empresarial, probablemente necesitemos entrar en una conversación sobre cómo garantizar la seguridad jurídica, cómo proporcionar reglas de juego claras y predecibles que puedan promover la inversión y que puedan promover las operaciones”, dijo Tamara Taraciuk Broner, directora del programa Estado de Derecho del think thank Diálogo Interamericano, al presentar en Washington la mesa redonda, de la que además de Buscaglia también participaron Philippe Bolopion, director general de Tobam, un fondo de gestión de inversiones; Romina Bandura, investigadora en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS); y Nicolás Saldías, analista de la Economist Intelligence Unit.
Para Taraciuk, dado que “el mercado es inherentemente incapaz de discriminar entre gobiernos democráticos y no democráticos” es importante buscar la forma en que se dan incentivos y compensaciones para que se privilegie favorecer las inversiones en países donde se respete el estado de derecho.
“Es una cuestión que ha sido muy importante en el contexto de la inversión en América Latina. Hemos visto instituciones democráticas amenazadas por gobiernos de izquierda y de derecha en una variedad de países como Bolivia, Brasil, El Salvador, México, Venezuela. En todos estos casos, el apoyo financiero siguió llegando, incluso de Wall Street”, agregó la experta, que destacó el papel importante que tienen los bancos y los inversores en temas de democracia.
Cómo cambiar esa realidad
Al volver sobre la pregunta inicial de Buscaglia, la respuesta del experto es que probablemente sean muchas las personas que estén invirtiendo en autocracias sin saberlo. ¿La solución? Presionar.
“Presionar de la misma manera que los activistas lo hicieron hace 20 años para que el mercado financiero incluyera el medio ambiente. Cuando comencé a estudiar finanzas los bonos verdes ni siquiera se mencionaban. ¿Y cómo aparecieron? No por el retorno agradable sobre el medio ambiente, sino porque hubo presiones para hacerlo. Respondieron a las presiones de los inversores y de los grupos activistas”, dijo Buscaglia.
Bolopion encarna bien el potencial de transformación. Tras 30 años en el mundo de los derechos humanos, en septiembre pasado asumió como director general de Tobam, una firma de inversiones centrada en mitigar los riesgos geopolíticos.
“La forma en que se invierte el dinero tiene un impacto”, asegura. Por ello, Tobam excluye de sus carteras a empresas en países no democráticos e incorpora la “exposición autocrática” como factor de riesgo.
Incentivos y premios a los buenos de la clase
Para Saldías, América Latina tiene grandes oportunidades para atraer inversiones responsables. En primer lugar porque los riesgos de guerras o conflictos en el continente son muchísimos más bajos que en cualquier otra parte del mundo.
Pero para que los mercados logren el efecto de favorecer los procesos democráticos, también debe haber incentivos a los países que lo son, como forma de mostrarle al resto que cumplir con el estado de derecho también da resultados económicos.
“Utilicemos entonces la lógica de los incentivos. Ayudar a los países a comprender que hay un beneficio en ser más democráticos y más inclusivos y que si no se hacen esas cosas no se obtendrán esos beneficios. Estados Unidos, Europa, Canadá, son grandes inversionistas en América Latina. Creo que deberían revisar cómo lo hacen. El libre comercio es realmente importante y deberían revisar sus acuerdos y marcar que hay que ser una democracia para tener acceso a sus mercados”, dijo Saldías.
El experto marcó cómo en la región “hay democracias muy fuertes como Chile, Uruguay y Costa Rica” que “deberían recibir algún beneficio de los mercados globales y de los principales países” por cumplir esas normas. “Estos países deberían tener acceso preferencial a sus mercados por ser democracias, ¿no? Si realmente quieren promover la democracia, debe alentarlo y recompensarlo”, agregó.
Otra propuesta de los expertos es que se realicen emisiones de bonos cuya tasa de interés se ajuste según avances en libertad de prensa y elecciones libres. “Si mantener estándares democráticos se vuelve condición para atraer capital, las estrategias de inversión podrían volverse realmente impactantes”, afirmó Bolopion.
China y su influencia en la región
Bandura también incluyó la mirada sobre el rol que juegan otros actores al realizar inversiones en países autocráticos de la región. “Wall Street no es el único jugador en la sala. El mundo ha cambiado drásticamente en los últimos 20 años. Hay una gran tendencia de la inversión china en América Latina, que creo que tiene el potencial de erosionar aún más la democracia”, dijo Bandura.
“China no sólo invierte, sino que ha sido un importante socio comercial para los países latinoamericanos. Esa relación ha cambiado, ha evolucionado. Ya no busca materias primas, sino que invierte en sectores estratégicos como la minería energética, la columna vertebral digital de muchos de estos países”, agregó la experta del CSIS.
Saldías fue en el mismo sentido y puso los ejemplos de Nicaragua, Venezuela y Surinam. “Son un caso clásico de China. Gastar decenas de miles de millones de dólares y apuntalar a regímenes como el de Maduro por cuestiones geopolíticas. No lo hacen por beneficio económico”, dijo.
El caso de Suriname, según Saldías, es también buen ejemplo de lo difícil que se puede volver tener muchas deudas con China. “Le prestaron mucho dinero a Surinam, con un líder autoritario, y ahora los chinos se están poniendo muy difíciles a la hora de renegociar la deuda. Esa es una lección objetiva para los países que están asumiendo deuda china: no es fácil salir”, agregó el analista de la Economist Intelligence Unit.