Bernardo Arévalo de León, líder del Movimiento Semilla, asume finalmente la presidencia de Guatemala este domingo. El camino hasta el Palacio Nacional no fue para nada fácil; inclusive.
La llegada de Arévalo al Ejecutivo deja en sus manos el destino del país, que hasta este 14 de enero estuvo a cargo de Alejandro Giammattei, en una gestión que se volvió famosa por los escándalos de corrupción y la persecución judicial contra sus rivales.
“Dejamos un mejor país del que encontramos” y nos vamos “con la frente en alto”, aseguró Giammattei el viernes al entregar el balance de su mandato, omitiendo todas las maniobras que la Fiscalía ordenó durante los últimos meses para evitar a toda costa la investidura de Arévalo.
El oficialismo guatemalteco, impulsado por la fiscal general Consuelo Porras y sus aliados, alegaron fraude electoral, buscaron retirar la inmunidad al presidente electo y hasta realizaron allanamientos en las sedes del partido y del Tribunal Supremo de Justicia. Sin embargo, todas sus acciones se toparon con una gran resistencia interna y con advertencias de la comunidad internacional, que descartaron cualquier tipo de duda sobre el 60% de votos que le dieron la victoria en el balotaje de agosto.
Dentro de Guatemala, las críticas surgieron principalmente entre las comunidades indígenas y en aquellos sectores que ven el traspaso de poderes como la culminación de la victoria de Arévalo y su lucha por la defensa de la democracia. Inclusive, estos grupos no dudaron en movilizarse ante el intento de “golpe de Estado” del Ministerio Público y permanecen desde hace más de 100 días frente a la sede de este organismo a la espera del traspaso de mando.
“Sabemos que las fuerzas oscuras de este país no están descansando, siguen insistiendo”, comentó esta semana el líder indígena Diego Santiago, que no descarta tener que mantenerse en la lucha.
Por su parte, organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea (UE) y Estados Unidos tuvieron otro de los roles clave en este proceso. Con envíos de misiones de observación, reuniones con el gabinete saliente y el entrante, y sanciones y retirada de visas a los actores señalados por corrupción, el pueblo guatemalteco los describió como “actores importantes en el elenco de esta obra que hemos llamado defensa de la democracia”.
“Las sanciones diplomáticas fueron un disuasivo importante y creo que marcan un parteaguas en la forma en que Guatemala es vista a nivel geopolítico”, agregó al respecto el sociólogo Vaclav Masek.
Asimismo, nueve naciones confirmaron su asistencia para el acto de este domingo, que podrían ser también una señal positiva en esta nueva era que planea iniciar Arévalo.
El rey Felipe VI de España; el presidente colombiano, Gustavo Petro; su homólogo chileno, Gabriel Boric; el paraguayo, Santiago Peña; y Laurentino Cortizo, de Panamá, estarán presentes en la investidura junto con Rodrigo Chaves, de Costa Rica; Xiomara Castro, de Honduras; Jhony Briceño, de Belice; y Evelyn Wever-Croes, de Aruba.
Asimismo, Brasil anunció el envío del vicepresidente, Geraldo Alckmin; México, de una comitiva presidencial; y Estados Unidos, de una delegación comandada por la administradora de la Agencia para el Desarrollo Internacional, Samantha Power.
De todas formas, el traspaso de mando es tan sólo el primer desafío de los tantos que le tocará afrontar al líder del Movimiento Semilla durante los próximos cuatro años.
Además de que la persecución no cesará y tendrá apenas 23 de los 160 escaños del Congreso -controlado por conservadores- lo cierto es que el país atraviesa un delicado momento con un Ejecutivo debilitado por la corrupción, decisiones “irresponsables” tomadas por la gestión de Giammattei, la violencia de las pandillas y el narcotráfico, y una aguda pobreza que dejó a seis de cada diez guatemaltecos en la pobreza, y deberá, por tanto, poner el foco en su lucha por rescatar la “independencia de las instituciones públicas”, tal como prometió en la campaña, y tomar medidas rápido por revertir este escenario.
“Hay preocupación por temas como seguridad, cómo aliviar esta crisis política que estamos viviendo y que creó la fiscal general Consuelo Porras, o que sea un gobierno anticorrupción… esas son las mayores expectativas”, comentó una vecina mientras otra sumó que “tengo claro que el cambio no va a ser de inmediato” pero puntualizó que le gustaría ver “más inversión en salud, en educación, en el medio ambiente porque estamos en la ruina, más oportunidades de trabajo, mejoras en infraestructura”.
“No pretendo que seamos un país avanzado de la noche a la mañana con este nuevo Gobierno pero sí que den pasos para que así pueda suceder y lleguemos a ser un país próspero”, concluyó.
Otro de los temas que Arévalo deberá abordar con relativa urgencia será la cuestión de los presos políticos, la persecución y exilio de jueces anticorrupción, y la ausencia de separación de poderes.
Quién es Bernardo Arévalo de León
A sus 65 años, el socialdemócrata asumirá la conducción del país tras una carrera diplomática que lo llevó a ser embajador y viceministro de Relaciones Exteriores, diputado en Congreso de la República y doctor en sociología.
Hijo del ex presidente Juan José Arévalo Bermejo, que gobernó durante los “gobiernos de la primavera”, marcados por introducir reformas sociales para los pueblos indígenas, el mandatario electo fundó el Movimiento Semilla, de tendencia izquierdista y liderazgos jóvenes, que mantiene hasta el día de hoy.
Si bien en un primer momento se lo veía con bajas chances de llegar a la presidencia, en el balotaje, que lo dejó cara a cara con la ex primera dama, Sandra Torres, concentró gran parte de los votos jóvenes y de un amplio sector de la sociedad cansada de la corrupción y obtuvo el 60% de las boletas, consagrándose presidente con la voluntad de más de la mitad del pueblo. Lo acompañará hasta el 2028 en esta tarea su vicepresidente Karin Herrera.