Los relatos mágicos del Ecuador perduran hasta nuestros días. Para muchos, son leyendas que describen la tradición oral de las comunidades. Para otros, aún son formas de entender lo que consideran inexplicable. En ese contexto de tradición y leyendas aparece un personaje que atemoriza por su aguda mente, por libidinoso y por sus rarezas. Se trata del Chuzalongo, una entidad conocida en los Andes ecuatorianos y en algunos sectores de la costa del país.
Su nombre viene de dos vocablos kichwas: Chuza que significa pequeño y longo que se traduce como niño. Según el doctor en Historia de América, Fernando Hidalgo Nistri: “Al Chuzalongo se lo ha descrito, casi por unanimidad, como una especie de gnomo o duende que habita en los bosques, en las alturas de los páramos, en la profundidad de los ojos de agua o de las quebradas solitarias. El rasgo más característico es su estatura que, según el decir de los testigos, no pasa del metro”, de acuerdo a su texto publicado en Revista Diners. Hidalgo Nistri señala que a este ser “también lo describen como un ser peludo. Hay quienes aseguran que tiene unas orejas que le salen de los hombros, y hasta dicen que hay un Chuzalongo que anda con los pies al revés”.
La Real Academia de la Lengua Española define al Chuzalongo como un “enano de pene enorme que ataca en el campo a las mujeres” y que pertenece a la tradición mítica popular ecuatoriana.
El libro Mitos y leyendas Latinoamericanas indica que el Chuzalongo vive en las montañas. El protagonista de esta leyenda tendría larga cabellera, tez blanca y ojos celestes, pero tiene el poder de transformarse en un horrible monstruo. Los relatos coinciden en que puede manipular, en que actúa con maldad y con picardía, que puede desaparecer o aparecer a voluntad. El Chuzalongo tiene poderes mágicos, según los relatos orales y escritos.
Al ser un personaje de la tradición oral, su origen no está bien definido así como su representación y actuaciones. Ligia Chacasaguay y Miram Villalba, en su proyecto de grado publicado por la Universidad Nacional de Chimborazo, entrevistaron a dos mujeres que relataron lo que sabían de este mítico personaje. Una de ellas dijo que “el Chuzalongo era un hombre que medía un metro de estatura, con una edad aproximada de cuarenta años. Su aspecto físico era totalmente desagradable y acostumbraba a entrar en las noches a las casas de mujeres que vivían solas, que eran jóvenes y de cabello largo para abusar de ellas”. La otra entrevistada señaló que “en tiempos remotos existía un ser mitológico con una cabeza de gran tamaño, siempre llevaba la cara sucia y que tenía aproximadamente siete años. Dicho niño montaba un caballo blanco y acostumbraba a hacer maléficas travesuras como entrar a las casas y golpear a los niños”.
Los relatos del Chuzalongo
En tiempos lejanos, una valiente joven desafió las advertencias de su abuelo y se aventuró hacia las montañas al amanecer. La doncella quería quemar la paja del páramo para alimentar al ganado y evitar así el castigo impuesto por el capataz a su padre. A medida que exploraba el páramo, se encontró rodeada de pajas que danzaban al viento. A su alrededor vio conejos asustados y aves audaces. A pesar de estar sola sacó una vela de cebo y unos fósforos de su bolsa multicolor. Sin embargo, justo cuando iba a encender el fuego, sintió un misterioso contacto en el hombro y volteó la cabeza solo para descubrir que no había nadie cerca.
Poniéndose en pie y escudriñando su entorno, la joven retomó su tarea pero se encontró con la presencia de un diminuto hombre vestido con poncho, shigra (bolso kichwa) y un imponente sombrero. Le dirigió una amplia sonrisa mientras le advertía: “No quemes a la Pachamama”. Ambos empezaron a conversar y el pequeño hombre ganó la confianza de la joven.
Al día siguiente, cuando sus padres no la vieron regresar, empezaron su búsqueda. En el páramo no había señales de la joven. La búsqueda se extendió por la montaña y el pueblo, pero no se encontraron pistas sobre dónde podía estar. Un día después, la joven apareció misteriosamente por el sendero con una sonrisa peculiar y una mirada brillante que desconcertó a sus padres. Al relatar su experiencia, causó revuelo en la comunidad al mencionar con naturalidad que había pasado la noche con un hombre pequeño que le había brindado felicidad repetidamente. Aunque sus padres dudaban de esta parte de la historia, insistían en que el hombre era conocido en la comunidad.
Ante ese relato de la joven, la comunidad la sometió a un ritual de purificación con agua fría, ortigas y ataduras, seguido por la quema del páramo por la tarde. Mientras tanto, encerraron a la joven en su choza bajo custodia. La joven resultó embarazada. Su familia no dejaba de buscar al responsable.
Una noche, llegó a la casa de la doncella un hombre pequeño con sombrero grande, poncho y una shigra. Su presencia apenas perceptible a través de su sombra y el viento que entró a través del cuarto. Poco después anunciaron la desaparición de la joven. El abuelo de la muchacha, lleno de tristeza, atribuyó el incidente al Chuzalongo y advirtió que no deberían buscarla, ya que cobraría una nueva vida.
Este es uno de los relatos de la leyenda del Chuzalongo recogidos por La Hora. Aún hoy, cuenta el medio, hay personas de las comunidades que se asientan en las laderas del volcán Chimborazo que creen que “el nacimiento de un niño albino es un indicio de la descendencia del Chuzalongo”.
También existe la narración sobre dos jóvenes hijas de un agricultor, que cuidaban el ganado en lo alto del monte. Cuando el padre no las vio regresar fue a buscarlas y encontró una escena fatal: sus hijas estaban descuartizadas y cerca, huía una pequeña criatura.
Otras historias cuentan que este personaje suele pelearse con los hombres del campo para demostrar su fuerza. Quienes conocen sobre el mítico Chuzalongo indican que está desnudo y no le gusta que lo vean, por ello para escapar de su presencia la persona debe retirarse una prenda de vestir y lanzarla. El Chuzalongo buscará la prenda y, mientras tanto, la persona podrá huir.