Daniel Ortega respondió este lunes a las duras críticas contra el régimen nicaragüense que ha formulado Javier Milei, presidente electo de Argentina, con el retiro “de forma inmediata” de su embajador en Argentina, Carlos Midence, “ante la instalación y toma de posesión de un nuevo gobierno” y “frente a reiteradas declaraciones y expresiones de los nuevos gobernantes”.
Milei decidió no invitar a los actos oficiales de su toma de posesión, el 10 de diciembre próximo, a los líderes de las dictaduras de Irán, Venezuela, Cuba y Nicaragua por las constantes violaciones a los derechos humanos y el respaldo al terrorismo internacional.
Apenas unos días atrás, el 20 de noviembre pasado, Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, felicitaron a Javier Milei, presidente electo de Argentina, por su triunfo, y al pueblo argentino “por su ejemplar y pacífica jornada electoral”.
“En correspondencia con la decisión del pueblo argentino de elegir a su presidente, felicitamos al presidente electo, Javier Milei, con nuestros deseos de bienestar para las nobles familias argentinas”, dijo la misiva, en la que, además, Ortega y Murillo aseguraron ser “defensores de los principios de no intervención, respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos”.
A pesar de cierta afinidad ideológica con el actual gobierno de Alberto Fernández, la administración de Daniel Ortega ha mantenido una relación de altibajos con Argentina: ya ha habido retiro de embajadores, reclamos y acusaciones de traición.
El 21 de junio de 2021, los gobiernos de Argentina y México llamaron a sus embajadores en Nicaragua, Mateo Daniel Capitanich y Gustavo Cabrera Rodríguez, respectivamente, para consultarles sobre “las preocupantes acciones políticas-legales realizadas por el gobierno nicaragüense”, según un comunicado oficial conjunto.
Para esos días el régimen de Ortega comenzaba una ofensiva para impedirle a la oposición participar en las elecciones generales que se celebrarían en noviembre de ese año. Siete opositores que pretendieron postularse para competir contra Ortega fueron encarcelados y todos los partidos de oposición fueron proscritos.
Los encarcelamientos masivos de opositores “han puesto en riesgo la integridad y libertad de diversas figuras de la oposición (incluidos precandidatos presidenciales), activistas y empresarios nicaragüenses”, señalaron Argentina y México en el comunicado.
Un año más tarde, en agosto de 2022, Ortega llamo “traidor” al presidente argentino Alberto Fernández, por detener a 14 venezolanos en Argentina y retener un avión venezolano-iraní por posibles vínculos con el terrorismo internacional.
“Está haciendo un papel más vergonzoso, más triste, más degradante que el que hace (el secretario general de la OEA, el uruguayo) Luis Almagro, que abiertamente es instrumento de los gringos”, dijo el dictador nicaragüense de Fernández durante un acto en ocasión del 42 aniversario de la Fuerza Naval de Nicaragua.
“¿Desde cuándo Argentina dejó de ser independiente y ahora responde a las leyes norteamericanas, a los jueces norteamericanos, y a las persecuciones de los Estados Unidos? ¿Desde cuándo?”, se preguntó Ortega.
En enero de ese mismo año, la Cancillería argentina envió una nota verbal de queja a Nicaragua por la presencia del vicepresidente iraní Mohsen Rezai, como invitado especial en la ceremonia de asunción Ortega, que se celebró el 10 de enero en Managua.
“El gobierno argentino lamenta profundamente tomar conocimiento de la presencia en la República de Nicaragua del Sr. Rezai, debiendo recordar que sobre este último pesa una orden de detención internacional, librada por la Justicia argentina, en tanto se encuentra imputado en el marco de la causa que investiga el peor atentado terrorista que la República Argentina ha sufrido en su territorio y que costó la pérdida de 85 ciudadanos argentinos y cientos de heridos, acaecido el 18 de julio de 1994 en contra de la sede de la AMIA/DAIA”, sostiene la misiva de protesta.
“Los hechos que se le imputan al Sr. Rezai constituyen un crimen de lesa humanidad en virtud del derecho internacional consuetudinario, razón por la cual, su presencia en la ciudad de Managua, aun cuando sea en su carácter de Vicepresidente de Asuntos Económicos de Irán, no lo exime de responder ante la Justicia argentina, lo que nos obliga a expresar nuestro enérgico reclamo”, añadió.
“El Gobierno de la República Argentina, teniendo en cuenta los lazos de amistad que lo unen al Gobierno de la República de Nicaragua, así como las obligaciones que surgen del derecho internacional, espera contar con la plena colaboración de la comunidad internacional para asegurar la comparecencia de los imputados y el esclarecimiento de la Causa AMIA, lo que reviste la mayor importancia institucional para la República Argentina”, concluyó, sin que hubiese respuesta alguna de Nicaragua.
Según un analista, el régimen de Nicaragua ha instituido “la rabieta” como estilo de relacionarse entre los países y generalmente recurre al insulto, la expulsión de embajadores ajenos, o retiro de los propios, cuando se siente contrariado.
“Milei dijo en una entrevista que él no tendría relaciones con un comunista como Ortega y Rosario Murillo le subió la parada, ese es su estilo”, explica.
El ex embajador nicaragüense José Dávila coincide con esta apreciación: “La dictadura de Ortega no conoce los modales ni tiene la educación de llevar unas relaciones diplomáticas normales con todos los países”.
“Si hay dificultades con un gobierno extranjero, hay formas de superarlas, hay medidas como escribir notas diplomáticas, visitas de los embajadores a las cancillerías anfitrionas, llamar a los embajadores a consultas, etc. Y si hay condiciones ya muy difíciles se le anuncia al otro país la ruptura de las relaciones diplomáticas, pero el régimen de Ortega pelea con los gobiernos democráticos o aún con gobiernos de cierta línea de izquierda, de una manera vulgar y con escritos insolentes, violando todas las normas de cortesía establecidas en la Convención de Viena sobre las relaciones diplomáticas, de 1961″, dice Dávila.
Para el analista y diplomático “Ortega ha demostrado que a él solo le interesan las relaciones con el bloque mundial de dictaduras y autoritarismos que encabeza Rusia, China y otras dictaduras como Irán, Siria, etc.”
El retiro del embajador nicaragüense, añade, “es una decisión que demuestra sectarismo, cerrazón y aislamiento diplomático toda vez que ni siquiera ha iniciado funciones el nuevo gobierno argentino, y ya retira su embajador, sin siquiera guardar las formas establecidas de si es un retiro a consultas, es una ruptura de relaciones diplomáticas, o dejó nombrado un Encargado de Negocios”.
El embajador nicaragüense retirado por Ortega, Carlos Midence, 51 años, escritor y diplomático, asumió su puesto en Buenos Aires el 24 de marzo del año pasado. Antes fue embajador de Nicaragua en España, y también fue retirado pocos días antes, en medio de las tensiones diplomáticas entre ambos gobiernos por la deriva autoritaria del régimen nicaragüense.