La deforestación con sus incendios afecta a Brasil con fenómenos extremos: ¿podrá hacer frente al reto medioambiental a tiempo para la COP30?

Las temperaturas extremadamente altas de la semana pasada en San Pablo y Río de Janeiro, donde se alcanzaron más de 42 grados centígrados con percepciones de casi 60 grados, llamaron la atención sobre el problema del cambio climático

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Las llamas consumen un área cerca de Transpantaneira, una carretera que cruza los humedales de Pantanal, en el estado de Mato Grosso, Brasil (AP Foto/Andre Penner)
Las llamas consumen un área cerca de Transpantaneira, una carretera que cruza los humedales de Pantanal, en el estado de Mato Grosso, Brasil (AP Foto/Andre Penner)

Las temperaturas extremadamente altas de la semana pasada en San Pablo y Río de Janeiro, donde se alcanzaron más de 42 grados centígrados con percepciones de casi 60 grados, llamaron la atención sobre el problema del cambio climático y el papel cada vez más catastrófico de la deforestación, de la que los incendios son el indicador más significativo. Noviembre fue trágico para el Pantanal, que perdió en pocas semanas el 7% de su bioma, cerca de un millón de hectáreas.

El Pantanal es el mayor humedal del mundo, situado en una zona central de Sudamérica, principalmente en Brasil, en los estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul, Bolivia y Paraguay. En Brasil, sólo en la primera quincena de noviembre se registraron 3.098 incendios, un récord histórico. En todo 2022 se habían producido 2.328. Por eso se declaró el estado de emergencia en el norte del Pantanal, también porque la población aún recuerda los trágicos incendios de 2020, que quemaron más del 30% del territorio en la parte brasileña, el equivalente a 44.998 kilómetros cuadrados.

En septiembre y octubre le tocó a la Amazonia. Con su capital, Manaos, cubierta de humo, el estado de Amazonas registró el peor índice de incendios de los últimos 25 años, en torno a los 9.000. Al parecer, estas cifras chocan con los datos del Prodes, los únicos utilizados como referencia en el sistema de investigación internacional. Fueron publicados hace unas semanas por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) y registraron una reducción de la deforestación en todo Brasil del 22,37% entre el 1 de agosto de 2022 y el 31 de julio de 2023. Sin embargo, como señaló el portal de noticias Terra, “las áreas de bosque en el centro de la Amazonia que están ardiendo actualmente no estaban presentes cuando se recogieron estos datos. No obstante, se espera que estos incendios aumenten las tasas de deforestación, que sólo se calcularán en las encuestas Prodes del próximo año”.

La respuesta de la administración de Luiz Inácio Lula da Silva a la crisis de los incendios ha sido criticada. El propio gobierno federal ha admitido que la estructura de lucha contra los incendios es insuficiente, pero esta semana no presentó ninguna nueva incorporación al grupo de trabajo forestal. En cuanto al Pantanal, el Ministerio de Medio Ambiente dijo que había enviado más bomberos y prometió más aviones.

En este contexto, Brasil empieza a calentar motores para el escaparate medioambiental más importante del mundo, la COP30, la conferencia de la ONU sobre cambio climático que negociará la aplicación del Acuerdo de París, aprobado en 2015. La ONU eligió Brasil el pasado mes de mayo. La COP30 se celebrará en 2025 en la segunda ciudad más grande de la Amazonia, Belém, capital del estado de Pará que sin embargo, según los últimos datos de Prodes, ocupa el primer lugar en Brasil por la deforestación. Pará perdió 3.272 kilómetros cuadrados de bosque entre el 1 de agosto de 2022 y el 31 de julio de 2023, contribuyendo en el 36,35% de la deforestación brasileña. Lula había propuesto que su país acogiera la COP30 incluso antes de asumir el cargo. Poco después de la elección hizo su primera aparición internacional como presidente electo en la conferencia sobre el clima COP27, celebrada en Egipto en noviembre. En esa ocasión fue celebrado como una “rockstar” y defendió la candidatura de Brasil. Inmediatamente después de la decisión de la ONU, el presidente apareció en un video difundido en sus redes sociales con su ministro de Asuntos Exteriores, Mauro Vieira, y el gobernador de Pará, Helder Barbalho. “Será un honor para Brasil recibir a representantes de todo el mundo en un estado amazónico. Estoy seguro de que Helder Barbalho y el pueblo de Pará están preparados para promover la mejor COP de la historia”, dijo el presidente.

Bomberos combaten un incendio en las orillas de la carretera BR-262, el 17 de noviembre de 2023, cerca de la ciudad de Miranda, Brasil (EFE/Isaac Fontana)
Bomberos combaten un incendio en las orillas de la carretera BR-262, el 17 de noviembre de 2023, cerca de la ciudad de Miranda, Brasil (EFE/Isaac Fontana)

Se esperan al menos 70.000 personas en Belém y quién sabe si también vendrá el papa Francisco, que a principios de noviembre declaró a la RAI, la televisión estatal italiana, que asistirá a la COP28, que se celebrará en Dubai (Emiratos Árabes Unidos) del 30 de noviembre al 12 de diciembre. “Todavía estamos a tiempo de detener el calentamiento global”, dijo el Papa, “nuestro futuro, el futuro de nuestros hijos y nietos está en juego. Es necesaria cierta responsabilidad”. La COP28, conviene recordarlo, aún no ha comenzado, pero ya ha sido el centro de muchas polémicas. Su presidente, el sultán Ahmed al-Jaber, ya ha sido criticado internacionalmente por un aparente conflicto de intereses: además de coordinar los esfuerzos del gobierno en el campo de las energías renovables, también preside la petrolera estatal del país, la Abu Dhabi National Oil Co.

Pero, ¿qué diría el Papa si viniera hoy a Belém sin tener que esperar hasta 2025? Tal vez diría lo que Simon Stiell, Secretario Ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC en inglés) afirmó cuando viajó a la capital de Pará para asistir a la Cumbre Amazónica a principios de octubre. Era su primera vez en la ciudad. “Acabo de pasar dos días aquí y ciertamente me he hecho una idea de las cualidades históricas y culturales de Belém, es una ciudad preciosa”, declaró a la prensa brasileña, añadiendo que “en términos de idoneidad para acoger una conferencia internacional, y en concreto la COP, hay muchas consideraciones logísticas que el gobierno tiene que resolver”.

El primer problema que señaló es el del alojamiento hotelero. Según la Asociación Brasileña de la Industria Hotelera del estado de Pará, Belém cuenta actualmente con 12.115 camas, pocas para el número de participantes en la COP30, estimado en unas 70.000 personas. “Entonces, ¿cómo se resuelve la logística en términos de acceso al transporte, instalaciones, transporte aéreo y seguridad? - dijo Stiell a los periodistas locales - éstas son algunas de las principales consideraciones en las que está trabajando la CMNUCC, en estrecha colaboración con las autoridades brasileñas”. Entre las hipótesis está la creación de nuevas camas en embarcaciones atracadas en el puerto.

Una residente de la Rocinha, en Rio de Janeiro, se refresca para hacer frente al calor (Tercio TEIXEIRA / AFP)
Una residente de la Rocinha, en Rio de Janeiro, se refresca para hacer frente al calor (Tercio TEIXEIRA / AFP)

Sin embargo, persiste el gran problema de las infraestructuras, empezando por el Aeropuerto Internacional de Belém, que será la principal puerta de entrada de los visitantes que lleguen para la COP 30. Según los expertos, la terminal de pasajeros funciona ya actualmente por encima de su capacidad. Además de la urgente necesidad de ampliarla, también hay que incrementar el tamaño de la plataforma de estacionamiento de aeronaves. En cuanto a la movilidad urbana, los retos son múltiples, empezando por la antigua flota de autobuses, muy contaminante para el medio ambiente, la peor carta por tanto para una ciudad que acoge una conferencia sobre el clima, tan simbólica como la COP 30. El tráfico urbano es también un serio obstáculo para la movilidad en la ciudad. Según datos de la secretaría de movilidad de Belém, en 2021 se produjo cada hora más de un incidente de tránsito, lo que supone una media de cerca mil por mes.

Además, queda el problema más grave, el del saneamiento básico. En la postal de la ciudad que Brasil ciertamente no quiere mostrar están los llamados canales, una característica negativa de Belém. No sólo se encuentran en los suburbios más pobres, sino también en barrios considerados acomodados de la ciudad. Estos canales suplen alcantarillas inexistentes. Según datos del Sistema Nacional de Salud (SNIS), Belém tiene menos del 3% de sus aguas residuales tratadas y sólo el 15% de la población de la capital dispone de red de alcantarillado. Por esto Belém ocupa el cuarto lugar entre las peores ciudades de Brasil en cuanto a tratamiento de aguas residuales. En 2015, el gobierno de Pará abrió un grande vertedero sanitario en Marituba para eliminar los residuos producidos en la propia ciudad, en la cercana Ananindeua y en Belém. Los ecologistas apoyaron esa decisión porqué los vertederos sanitarios se consideran una solución más sostenible que los basurales, ya que los residuos se tratan en lugar de simplemente tirarlos a cielo abierto.

A pesar de varias protestas de residentes que tenían problemas oculares y respiratorios como consecuencia del sitio, protestas que se han sucedido a lo largo de los años, el vertedero sanitario en Marituba sigue funcionando. Diversos estudios de campo han indicado la presencia de metales tóxicos y residuos orgánicos en los cuerpos de las personas que viven cerca. Rosivaldo Mendes, investigador y especialista en salud pública de la Sección de Medio Ambiente del Instituto Evandro Chagas (IEC), institución científica vinculada al Ministerio de Salud, declaró a la revista Piauí que “los resultados muestran que los cambios en los parámetros de las aguas superficiales están en desacuerdo con la Resolución del Consejo Nacional de Medio Ambiente (Conama) 357/2005″, que establece un límite tolerable para la presencia de elementos tóxicos en los cursos de agua”. Entonces, ¿serán capaces los gobiernos local y nacional de resolver este y otros problemas estructurales cuya resolución podría cambiar la vida de los habitantes de Belém incluso una vez bajado el telón de la COP 30? El temor de la población es que la COP 30, bautizada ya como la “Copa Mundial del Medio Ambiente” repita el mismo despilfarro del Mundial de 2014, que dejó al país un amargo legado de obras inacabadas, ejemplos de corrupción y “elefantes blancos”.

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