Benjamin Gedan, ex asesor de Obama, alertó sobre el deterioro de la democracia en América Latina

El director del programa para la región del Woodrow Wilson Center sostuvo que “la mayoría de los gobiernos no está luchando contra el autoritarismo” y consideró “decepcionante” su postura ante las guerras en Ucrania y Gaza

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Benjamin Gedan, director del programa
Benjamin Gedan, director del programa América Latina del Woodrow Wilson Center

Benjamin Gedan es Director del programa América Latina del Woodrow Wilson Center, uno de los think tank más influyentes de Washington DC, y supo desempeñarse como ex director para América del Sur del Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno del ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

Su amplia trayectoria y vasto conocimiento sobre la región lo convierten en una referencia a la hora de analizar la coyuntura actual.

En diálogo con Infobae, el analista se refirió a la situación actual de América Latina, marcada por un “rechazo generalizado a los oficialismos” en los últimos años, y alertó sobre un fuerte deterioro del nivel democrático.

Habló, además, de cómo los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua lograron consolidar sus estructuras dictatoriales, y advirtió que el gobierno de Nayib Bukele en El Salvador va por ese camino. Asimismo, analizó las crecientes influencias de China, Rusia e Irán, y reconoció que la región “necesita otro involucramiento de Estados Unidos”.

Respecto a la postura de América Latina ante las guerras en Ucrania y la Franja de Gaza fue tajante al considerarla “decepcionante”.

Gedan alertó sobre el deterioro
Gedan alertó sobre el deterioro del sistema democrático en América Latina

-La primera década de este siglo se vio marcada por una fuerte influencia de la izquierda latinoamericana hasta mediados de la década pasada que hubo un giro en la mayoría de los países. Sin embargo, en los últimos años volvió a predominar la izquierda. ¿Cómo ve la coyuntura actual de la región?

-No hay pruebas de que hemos visto cambios ideológicos en la región, sino un rechazo generalizado a los oficialismos. Hay mucha evidencia de ese fenómeno, de que los votantes están muy insatisfechos con sus gobiernos, que están muy listos, muy preparados, muy dispuestos a castigar a quien está en el poder.

-¿A qué atribuye ese descontento generalizado?

-Hay varios factores. Tiene que ver con los efectos brutales de la pandemia, no solamente en la salud pública, sino en los recursos que los gobiernos tienen para hacer frente a las demandas de los pueblos latinoamericanos. También en los últimos años tiene que ver con las expectativas muy altas de los votantes que votaron para proyectos progresistas. Proyectos progresistas que anticiparon a sus seguidores muchas inversiones en instituciones públicas, y al final los gobiernos o no tenían los recursos fiscales para poner en instituciones públicas, o no tenían mayorías en los congresos, o no tenían el liderazgo necesario. Por varios motivos esos gobiernos de la izquierda no mostraron la capacidad de minimizar la desigualdad, de mejorar los servicios públicos, de bajar las tasas de pobreza. No lograron lo que habían ofrecido en sus campañas políticas, y por eso ahora estamos en otra fase desde el ciclo político en la región.

-Si tuviese que hacer una comparación entre la primera década y la última que pasó, ¿cómo las evalúa?

-En algunos aspectos la coyuntura actual es peor. No sólo en las cifras económicas, que en la última década han sido peores que las de la primera década perdida, sino que hoy en día existen también preocupaciones sobre la capacidad de los países para mantener sus sistemas democráticos, que es algo novedoso. Hoy en día no solamente tenemos esos desafíos económicos, sino también mucha incertidumbre acerca de cómo esos países van a recuperar la confianza de sus poblaciones en el propio sistema político.

-Esa degradación de la democracia que usted menciona se ha visto -y se sigue viendo- principalmente en los casos de Venezuela, Cuba y Nicaragua…

-Los tres casos de países autoritarios en la región son tragedias que hacen pensar en cómo una región que supuestamente está comprometida con la democracia ha permitido que haya tres países dictatoriales. No creo que hayan tenido en los últimos años un gran impacto en la política por otros lados. Obviamente en los años 90 el chavismo sí tenía mucha capacidad para influir a los demás países latinoamericanos por haber tenido tantos recursos financieros y el petróleo a precios subsidiados. Hoy en día esos tres países carecen totalmente de recursos financieros y tampoco tienen modelos políticos atractivos, por eso no creo que estén influyendo en la realidad política de otros países. Yo sé que cuando hay manifestaciones, por ejemplo en Panamá, siempre hay gente que culpa a la influencia de Venezuela, Cuba y Nicaragua, o tal vez de Lula, pero no lo veo así. Lo que sí reconozco es que la capacidad de esos países de resistir la influencia de Estados Unidos y la UE y mantener sus sistemas dictatoriales sí ofrece un modelo para otros gobernantes que están pensando en tomar un camino parecido para limitar los derechos humanos y los derechos civiles. Porque esos tres países sí muestran la capacidad de encontrar afuera de la región aliados importantes como China, que podrían aportar algo importante y mantener esos sistemas a pesar de las presiones de Estados Unidos y sus aliados.

Benjamin Gedan consideró que el
Benjamin Gedan consideró que el gobierno de Nayib Bukele en El Salvador está siguiendo la línea autoritaria de regímenes como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua (Europa Press/Contacto/Camilo Freedman)

-¿Cuáles serían esos gobernantes que estarían pensando en seguir ese mismo camino?

-Para mí el país que está más cerca al modelo dictatorial es El Salvador porque lo que tenemos allá es una suspensión prolongada de la Constitución, tenemos arrestos masivos sin pruebas, sin procesos tradicionales judiciales, y un mandatario que tiene todo el control de los demás poderes del Estado, de la Corte, del Congreso, y que está por presentarse para otro turno sin el derecho constitucional de hacerlo.

-En el caso puntual de Venezuela, que es tal vez el que más ha marcado la agenda en los últimos años, ¿ve alguna posibilidad de solución pacífica, o es una utopía pensar que Maduro pueda dejar el poder por la vía electoral el año que viene, a pesar de los acuerdos firmados con la oposición?

-Lo veo poco probable, pero vale la pena intentarlo, y vale la pena acompañar cualquier proceso electoral que exista en el país. Digo que lo veo un poco probable porque es un régimen autoritario bien instalado, consolidado, que tiene los aliados importantes en el exterior como China, y que tiene con su petróleo un recurso muy importante que ofrecer como una salida del aislamiento político y de las sanciones de Estados Unidos. Al mismo tiempo, es obvio que el régimen quiere encontrar una salida diplomática, por eso está siempre dispuesto a conversar y negociar con Estados Unidos, porque lo que quiere es una oportunidad de encontrar una legitimidad en el marco internacional y de salir de las sanciones que llevan más de una década. Por eso creo que hay alguna voluntad en Caracas para promover un proceso electoral no muy justo. Pero algo que ofrece como una oportunidad, tal vez mínima, pero es mejor que nada. Y digo que es mejor que nada porque yo no coincido con mucha gente que cree que es peor que nada porque un proceso electoral de este equipo podría legitimar al régimen. Lo que pasa es que a veces estos gobiernos cometen errores, como en Guatemala. Allí el gobierno medio autoritario inhabilitó a muchos candidatos, creo que tres, muy competitivos, antes de las elecciones. Pero de repente un candidato bastante independiente, que tiene y tenía una agenda anticorrupción, logró entrar en el balotaje y al final ganó. Ese tipo de errores se pueden cometer, incluyendo en Venezuela. Por eso es tan importante que acompañemos a los procesos electorales, aún muy injusto y sin los derechos necesarios y sin la existencia de instituciones electorales independientes y capaces.

-Recién usted mencionaba la creciente influencia china en la región. ¿Cómo ve esta influencia? ¿Se puede decir que en parte es producto a cierto descuido por parte de Estados Unidos?

-Creo que hay dos factores. Uno de ellos indudable es la ausencia de Estados Unidos y su incapacidad o falta de compromiso con las economías débiles de la región, que requieren mucha más inversión en infraestructura, en instituciones públicas. La región necesita otro involucramiento de Estados Unidos y no ha visto esto por mucho tiempo. Pero es importante enfatizar el tamaño de la economía china, que es enorme. Sus demandas por los recursos naturales de Sudamérica más que nada, y su capacidad con todos los recursos que tiene este Estado para influir a la región. Para mí la ausencia de Estados Unidos no es el único factor, sino es normal e inevitable que países sudamericanos más que nada van a tener relaciones estrechas con China por todo lo que representa su mercado para sus exportaciones y por las oportunidades que representan las inversiones de la Ruta de la Seda. Por eso para mí no se puede culpar solamente a Estados Unidos por la nueva presencia e influencia de China en América Latina.

-Hay otros dos casos de creciente injerencia en la región, y que son estrechos aliados de China, que son Rusia e Irán. En el caso de Moscú lo vemos principalmente en Venezuela, pero también en otros países, y el caso de Teherán lo vimos materializado recientemente con la decisión de Bolivia de romper relaciones con Israel. ¿Qué mirada tiene de esto?

-Es importante reconocer que sus raíces son totalmente distintas que las del fenómeno chino. Ni Irán ni Rusia tienen nada para aportar a la región. Son países que realmente no tienen relaciones económicas o comerciales importantes, no tienen modelos políticos atractivos, pero la presencia de ellos sí es preocupante para Estados Unidos, pero tampoco tienen mucha capacidad en Latinoamérica. Los países con los cuales tienen relaciones interesantes son los que no pueden tener una relación buena con Estados Unidos, la UE, o los países occidentales, y por eso recurren a una relación con Irán o con Rusia. Pero son casos muy distintos que el caso de China.

-Tanto Rusia como Irán están implicados en los últimos dos grandes conflictos armados, me refiero a las guerras en Ucrania y Gaza. ¿Cómo evalúa la postura que tuvieron en general los gobiernos de la región ante esos conflictos?

-Decepcionante, pero a la vez entendible. Entiendo que la mayoría de los gobernantes de la región no creen que tienen el privilegio, el lujo, de poder tener una política exterior basada en valores, en principios. Por las debilidades económicas, yo tengo la impresión de que la mayoría de los países de Latinoamérica están buscando aliados por todos lados y no les importa si esos aliados son democráticos o autoritarios, si están invadiendo y atacando a sus vecinos o no, y si violan los derechos humanos como en China o no. Para mí este es el fenómeno. Es decepcionante porque esta es una región que en su mayoría tiene países muy comprometidos con la democracia. De hecho todos han firmado la Carta Interamericana Democrática que muestra un compromiso único en el mundo. Existe también en la UE. Pero solamente esas dos son las regiones que han hecho un esfuerzo para decir que es el único sistema político permitido en la región. A pesar de eso, no están participando en la lucha global contra el autoritarismo y no están defendiendo los derechos humanos. Hay ejemplos como el de Gabriel Boric en Chile, y algunos otros que sí, que tienen la voluntad para participar en estos esfuerzos a nivel mundial, pero la mayoría de los países no lo quieren hacer y creo que es por esa idea de que realmente no pueden negar la ayuda de cualquier país, no importa su tipo de régimen político.

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