Se agravan los problemas económicos de Brasil: caída de la inversión, aumento del gasto y recortes de políticas sociales

El rumbo del gobierno desconcierta a los inversores: según los sondeos, la valoración positiva de las políticas de Lula cayó del 20% en julio al 12% en septiembre

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El presidente de Brasil Lula da Silva junto al ministro de Economía Fernando Haddad  (REUTERS/Ueslei Marcelino/archivo)
El presidente de Brasil Lula da Silva junto al ministro de Economía Fernando Haddad (REUTERS/Ueslei Marcelino/archivo)

Brasil parece estar cada vez más atrapado en un callejón económico sin salida. Por un lado la máquina pública sigue gastando y gastando, como reveló recientemente el Ministerio de Economía. Los gastos del gobierno federal aumentaron en 84.700 millones de reales (16.800 millones de dólares) en el primer semestre de 2023 en comparación con el mismo periodo de 2022. La cifra representa un aumento del 6,6% por encima de la inflación del período. Por otro lado, para cumplir con las cuentas, se está recortando el gasto social, esencial en un país con desigualdades tan fuertes como Brasil y prioridad de la campaña electoral de Lula.

De poco sirven las reformas anunciadas con gran énfasis en los últimos meses. La reforma tributaria, fundamental para aumentar los ingresos en las arcas del Estado, está estancada en el Senado.

Según el diario O Estado de São Paulo, las negociaciones continúan a puerta cerrada, en una total ausencia de transparencia, lo que pone de relieve cómo la discusión ha llegado realmente a un punto crítico. El texto final no se presentará en el Senado antes del 20 de octubre. Mientras tanto, las cifras de los ingresos fiscales federales son preocupantes. En agosto, cayeron por tercer mes consecutivo en comparación con el mismo mes de 2022, un comportamiento que ha hecho encender las alarmas en el Ministerio de Economía, cuyo ministro Fernando Haddad sigue declarando que Brasil reducirá el déficit a cero en 2024.

El escepticismo, sin embargo, es grande no sólo entre los economistas, sino también dentro del gobierno. Para la Ministra de Planificación, Simone Tebet, un objetivo de déficit del 0,5% del PIB (Producto Interior Bruto) sería más creíble. El mercado espera un déficit del 0,75% del PIB el año que viene, como indican los informes del Banco Central.

El ministro de Hacienda brasileño, Fernando Haddad, habla durante una conferencia de prensa en Brasilia (REUTERS/Adriano Machado)
El ministro de Hacienda brasileño, Fernando Haddad, habla durante una conferencia de prensa en Brasilia (REUTERS/Adriano Machado)

No faltan contradicciones evidentes que también ponen en duda la calidad del debate político. En el texto de la reforma fiscal recientemente aprobado por la Cámara de Diputados, en el llamado “impuesto sobre el pecado”, es decir, una sobretasa creada para desincentivar el consumo de productos nocivos para la salud o el medio ambiente, además de los cigarrillos, las bebidas alcohólicas y los combustibles fósiles, se han añadido también misteriosamente las bicicletas. El apartado 92B prevé la posibilidad de gravar con impuestos especiales los bienes producidos fuera de la Zona Franca de Manaos y que compitan con los producidos en dicha zona. En otras palabras: puesto que hay productores de bicicletas dentro de la Zona Franca de Manaos, todos los productores de fuera de la Zona Franca - la gran mayoría - podrían verse afectados por ese impuesto.

Caída de la inversión

También complicó el escenario la reciente divulgación del saldo de la IED, la Inversión Directa en el país, que registró su peor agosto desde 2020, cuando el indicador se vio afectado por la pandemia del Covid-19. El Banco Central registró una entrada neta de 4.300 millones de dólares en el mes, frente a los 10.000 millones de agosto de 2022. El descenso fue del 57,4%. La IED muestra el balance entre entradas y salidas de fondos destinados a ganancias a largo plazo, como negocios, empresas y apertura de filiales multinacionales. En resumen, Brasil parece estar perdiendo atractivo para las inversiones estructuradas y a largo plazo, pero sólo resulta atractivo en una lógica de “golpear y huir”.

Los empleados trabajan en una línea de producción en una fábrica de la marca china Gree, en Manaos, Brasil. 24 de junio, 2014. (REUTERS/Jianan Yu)
Los empleados trabajan en una línea de producción en una fábrica de la marca china Gree, en Manaos, Brasil. 24 de junio, 2014. (REUTERS/Jianan Yu)

En una entrevista concedida al diario O Estado de São Paulo, el economista de la Fundación Getulio Vargas Samuel Pessôa pronostica que “el país vivirá pronto momentos de tensión en el gobierno de Lula debido a la política fiscal. Por un lado está el grupo político que quiere aumentar el gasto público, por otro el Ministerio de Economía que, por el contrario, frena”. Según el economista, “en algún momento el mercado se dará cuenta de la incoherencia. Cuando llegue ese momento habrá tensiones. El tipo de cambio se moverá un poco, los tipos de interés a largo plazo subirán aún más. Eso debería ocurrir en algún momento del primer semestre del año que viene. Y cuando eso ocurra, no sé cuál será la reacción del gobierno”. Pessôa predice que la deuda de Brasil crecerá 10 puntos hasta 2026.

Recortes en educación y políticas sociales

¿Qué ocurre con las políticas sociales en todo esto? En su discurso de apertura de la Asamblea de las Naciones Unidas (ONU), Lula calificó la desigualdad como el mayor desafío del mundo. Pero en Brasil, como ya había hecho Bolsonaro, el presidente brasileño en los últimos meses no ha hecho más que repartir dinero sin criterio ni control sobre su uso a los parlamentarios para asegurarse el apoyo político en el Congreso. Son las llamadas enmiendas parlamentarias. Hasta ahora se han distribuido 24.200 millones de reales, unos 4.800 millones de dólares, un gasto récord que ha obligado al gobierno a recortar muchos recursos que deberían haberse destinado a programas sociales. De hecho, según la nueva regla fiscal que Brasil se ha dado a sí mismo, el llamado “Arcabouço fiscal” en portugués, el gobierno está obligado a recortar gastos cuando existe el riesgo de violar esa regla.

Este año, ante la necesidad de congelar recursos, los principales sectores afectados por los recortes del gobierno fueron el subsidio al gas, una ayuda que se da a las familias más pobres para comprar gas de cocina, y la educación primaria y superior, esenciales para empezar a reducir las enormes desigualdades sociales de Brasil. El Ministerio de Educación (MEC) bloqueó el pago de 332 millones de reales, unos 66 millones de dólares. El dinero iba a destinarse a proyectos de alfabetización, pago de becas, compra de transporte escolar e iniciativas de modernización de escuelas e instituciones educativas. El gobierno también recortó el 31,5% del gasto en políticas de lucha contra la delincuencia y seguridad, por un total de 708 millones de reales, es decir 140millones de dólares.

Un aula de San Paulo durante la pandemia de covid (Miguel Schincariol/Getty Images)
Un aula de San Paulo durante la pandemia de covid (Miguel Schincariol/Getty Images)

Es probable que en 2024 los recortes sean aún más drásticos porque el próximo es el año de las elecciones municipales y los fondos son codiciados por alcaldes y partidos en función exclusivamente electoral. Para ellos, el gobierno de Lula ya ha asignado 376.400 millones de reales, unos 75.000 millones de dólares, que se transferirán directamente a los municipios en 2024, una cantidad récord.

Hasta ahora, los municipios han invertido principalmente en personal, la mejor forma de recompensar a sus votantes y ampliar la base electoral. Desde 2022, 4.681 municipios han aumentado su gasto en personal, lo que representa el 84% de las ciudades del país, y la tendencia no tiende a disminuir. Cada año aumenta el gasto en sueldos en los municipios. En 2019, en vísperas de las últimas elecciones municipales, el gasto era un 46% inferior al actual. Y en el año crucial incluso para el principal partido de gobierno, el Partido de los Trabajadores (PT), la Secretaría de Comunicación Social del gobierno Lula ya ha anunciado que gastará la astronómica suma de 647 millones de reales en publicidad gubernamental, unos 126 millones de dólares. En 2023, la cifra fue de 359 millones de reales, es decir 71 millones de dólares.

En cuanto al programa social por excelencia del gobierno de Lula, el Bolsa Familia, el subsidio para los más pobres, se confirmó en 600 reales por familia, unos 119 dólares. Fue el ex presidente Bolsonaro quien lo había aumentado como propaganda electoral el pasado octubre. Sin embargo, no han faltado recientemente las críticas del Banco Mundial, que ha propuesto un modelo diferente. En lugar de pagar 600 reales por familia, independientemente del número de sus miembros, la propuesta del Banco Mundial es pagar un subsidio por persona.

El Banco Mundial propuso reformar la "Bolsa Familia", pero el gobierno se opuso (EFE /Fernando Bizerra Jr /Archivo)
El Banco Mundial propuso reformar la "Bolsa Familia", pero el gobierno se opuso (EFE /Fernando Bizerra Jr /Archivo)

En las simulaciones propuestas, se pagarían 150 reales (casi 30 dólares) por progenitor, a los que se añadirían 150 por hijo hasta los 18 años. Según el Banco Mundial, esto reduciría el porcentaje de familias pobres al 25,7%, la pobreza infantil bajaría al 41,2% y el coste del programa se limitaría a 129.500 millones de reales, es decir 25.700 millones de dólares. En cambio, el actual programa Bolsa Familia, con un umbral mínimo de 600 reales por familia, 150 reales por niño y 50 reales (9,9 dólares) para jóvenes, mujeres embarazadas y madres lactantes, según el Banco Mundial, mantiene el umbral porcentual de pobreza en un nivel ligeramente superior, en torno al 25,9%, del mismo modo que la pobreza infantil es más elevada, en torno al 42,3%. La diferencia más llamativa está en el mayor coste para las arcas del Estado, de unos 140.700 millones de reales (27.900 millones de dólares). En la práctica, la comparación de los datos muestra que el diseño actual requiere un mayor gasto para lograr un peor resultado en términos de reducción de la pobreza infantil y de la pobreza en su conjunto.

A pesar de este panorama, el ministro de Desarrollo Social, Wellington Dias, del PT, declaró la semana pasada que no cambiaría nada del programa y que mantendría la cuantía mínima de 600 reales.

Entre los críticos del actual estancamiento económico se encuentra el ex presidente del Banco Central, Armínio Fraga, que había apoyado a Lula en la última campaña electoral.

Según declaró a la prensa brasileña, lo que le falta al gobierno en estos momentos es prioridad en el gasto. Según Fraga, “la seguridad social y los salarios del sector público representan casi el 80% del gasto, y luego están los subsidios fiscales. En cualquier país del planeta eso sería absurdo. Para que haya un verdadero debate, el gobierno debe tener el coraje de meter las manos en esos sectores, y no veo señales de que eso vaya a ocurrir”.

Los sondeos también revelan el desconcierto del país en relación con la economía. La última encuesta de Genial Quaest entre participantes en el mercado financiero de Brasil reveló que la valoración positiva del Gobierno cayó del 20% en julio al 12% en septiembre, mientras que la valoración negativa, que había bajado del 86% al 44% entre mayo y julio, aumentó al 47% en septiembre.

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