Gioconda Belli, 74 años, es la más reconocida escritora nicaragüense de la actualidad. En febrero pasado, la dictadura de Nicaragua la despojó de su nacionalidad y de sus propiedades en Nicaragua, junto a otros 305 nicaragüenses que Daniel Ortega considera opositores.
Este mes, la policía llegó con mazos a tomar posesión de su vivienda. Ahora funciona un puesto policial en la misma casa donde se escribieron obras como Sofia de los presagios, El país de las mujeres y Waslala, entre otras. “Era un lugar perfecto para escribir. Ahí tuve muchísimas reuniones de amigos, cantidad de recuerdos y de cosas importantes me pasaron en esa casa”, relata en esta entrevista.
Belli salió por primera vez al exilio cuando tenía 25 años y Nicaragua estaba gobernada por la dictadura de Anastasio Somoza Debayle. En ese tiempo era miembro del movimiento guerrillero Frente Sandinista y amiga de Rosario Murillo, a quien incluso acogió en su vivienda en Panamá cuando Murillo misma huyó de Nicaragua en 1977. Luego, en los años 80, esa amistad quedaría rota.
En mayo de 2021, Gioconda Belli salió a su segundo exilio después de recibir amenazas y mientras en Nicaragua se desataba una ola de arrestos a personas consideradas opositoras. “Nunca imaginé que iba a tener que vivir de nuevo en el exilio, jamás nos hubiéramos imaginado que podía pasar, no estaba lista para exiliarme”, confesó entonces. Actualmente vive en España.
-¿Cómo lleva su exilio?
-Lo llevo con la idea de que no me deprima demasiado y verlo como una nueva etapa en mi vida que puedo aprovechar, pero también con mucha inconformidad con esta injusticia. Me parece terrible que a una persona con una edad como la que tenemos varios de nosotros, que son más de 70 años, nos manden al exilio, nos roben nuestras pertenencias, nuestras casas, cuando ya difícilmente vamos a poder recuperar lo que hemos acumulado en nuestra vida. Y bueno, adaptarse a una situación totalmente diferente. Yo creo que cada persona es un mundo y que, en mi caso, como soy escritora, tengo la ventaja de poder tener conmigo el trabajo que hago. Pero para mucha gente, que le han quitado hasta su pensión de jubilación, es criminal, una acción que tiene una crueldad inédita en su ejecución.
-¿Cómo se enteró del despojo de su casa?
-Yo sabía que mi casa la iban a confiscar desde el 16 de febrero. Pero, como pasaron varios meses, y la esperanza nunca se acaba, cuando pasó el tiempo y no llegaban a la casa, pensé que se habían dado cuenta que era una atrocidad, que era inconstitucional, ilegal, etcétera, hacer una cosa así. Y que ahí iban a dejar las cosas como estaban. Claro, ya había entrado al Registro de Propiedad y me daba cuenta de que ya mi casa no estaba registrada a nombre mío. Pero, no es lo mismo eso a ver que llegan a tu casa. Los policías llegaron una tarde, creo que fue el lunes pasado. Llegaron con mazos a querer abrir la puerta. Yo ya les había dejado las llaves a las personas que me cuidaban la casa y les dije: si viene alguien, denle la llave para que no rompan todo. Ellos les dieron las llaves y los policías les dijeron que no podían volver a entrar, y que se iban a quedar ahí e iban a hacer un punto. Así le dicen: hacer un punto de la Policía.
-¿Qué pasó por su cabeza cuando recibió la noticia?
-¡Ay, qué querés que te diga! Sentí una mezcla de tristeza, de dolor, de impotencia. Lo que más me cruzó por la mente fue la idea de que otra gente entrara a mi casa, que es, digamos, una agresión, una violación a tu espacio íntimo, al sitio donde has tenido tu casa, tu vida, tu memoria, etcétera. Y pensar que otra persona va a posesionarse de lo tuyo sin ninguna razón. Yo no he cometido ningún delito. Lo único que he hecho es escribir lo que pienso y he sido una ciudadana normal, he pagado mis impuestos, he tenido mi vida en mi casa, como cualquier persona. Me quitan mi casa sin ninguna razón. Sin haberme llevado a juicio, sin haberme dado oportunidad a la defensa. De repente me dicen que no tengo más mi casa porque estoy a la merced de un par de personas que hacen lo que les da la gana. Sin ninguna restricción y ningún sentido de legalidad.
-Cuéntenos un poco de su casa. ¿Cómo la adquirió?
-La casa yo la compré con mi esposo en 1987. Anduvimos buscando casa y encontramos este lugar en la Carretera Sur. Lo que me fascinó del lugar era la vista que tiene. Una vista espectacular de Managua. Del lago, los volcanes. Una especie de retrato de lo que era mi noción de patria. Cuando cierro los ojos y pienso en Nicaragua, pienso en eso, en ese lago, en la península de Chiltepe, los volcanes en la lejanía. Había una casita en el jardín. Le decían la ermita. Cuando perdimos las elecciones, en 1990, el Frente Sandinista, decidimos irnos a Estados Unidos porque Carlos, mi esposo, quería hacer incursiones en el cine y yo estaba bastante deprimida. Mi mamá murió el 29 de diciembre de 1989, después vino la derrota electoral, y yo realmente no quería ver lo que iba a pasar en Nicaragua. Alquilamos la casa y cuando yo quería volver a Nicaragua, ahí estaba la casita del jardín. Esa casita quedó construida como un estudio, separada de la casa grande.
-En esa casita del jardín me imagino nacieron varias de sus obras.
-Sí. En 1989 escribí Sofía de los presagios, después escribí parte de Waslala, El país de las mujeres. La casita parecía un barco. Los vientos alisios que soplan en enero y febrero en Nicaragua se oían fuertísimos en la casita porque tiene un techo como de esas casas suizas. Ahí, por supuesto, era un lugar perfecto para escribir. Ahí tuve muchísimas reuniones de amigos, cantidad de recuerdos y de cosas importantes me pasaron en esa casita y en la casa.
-¿Por qué cree que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo le puso la mira a usted?
-Me pongo a pensar en Miguel Mendoza (periodista deportivo) que lo único que hizo fue escribir tuits. Creo que varios de nosotros, Sergio Ramírez, somos gente que nuestra juventud fue entregada prácticamente a la lucha contra Somoza, que nos conocían de haber estado en el sandinismo, de haber sido cuadros sandinistas y que, cuando se da en 1990 la derrota electoral, nosotros, como muchos otros, quisimos que hubiese un cambio en el Frente Sandinista, que se democratizará, que Daniel Ortega dejará de tener esa figuración porque no había sido electo democráticamente. Fue un reparto de cargos. A Daniel Ortega lo ponen como coordinador de la Junta de Gobierno. A mí siempre me pareció que había sido una mala elección porque es una persona a la que no le veía mayores luces y además que tenía una oratoria aburrida.
-En su caso, ¿no habrá también algo personal, dada su antigua amistad con Rosario Murillo y las desavenencias que vinieron después?
-Rosario Murillo es una persona sumamente vengativa. No te puedo decir si eso tiene que ver. Lo que he visto es que ella se ha vengado de una manera casi enfermiza de las personas que han sido muy vehementes en su acusación y en su denuncia contra la usurpación que nosotros sentimos que hizo Daniel Ortega del Frente Sandinista. Y también con el respaldo que le dimos a Zoilamérica cuando hizo la denuncia de abuso sexual contra Daniel Ortega. Yo estuve en la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura y realmente ahí fue que me sorprendió la duplicidad de Rosario Murillo. Ahí vi a una persona que era capaz de mentir sin ningún escrúpulo, que era capaz de actuar, de hacer drama, de ponerse a llorar, y sabiendo perfectamente nosotros que todo era una actuación. Yo ahí realmente me enteré de quién era Rosario Murillo. Hasta entonces no había estado convencida de que esta mujer tenía esa capacidad vengativa y manipuladora, que podía pasar encima de cualquier cosa. Nunca había visto un caso así, de una persona que tuviera esa desfachatez para comportarse de esa forma.
-¿Qué responsabilidad le atribuye a cada uno en el binomio Ortega Murillo? Describió el carácter que tuvo de Daniel Ortega y ahora describe a Rosario Murillo. ¿Cuánto hay de cada uno en ese régimen?
-Creo que somos víctimas de la disfuncionalidad de esa pareja. Es una pareja extraña. Se juntaron el hambre con las ganas de comer. Daniel Ortega es ambicioso, no se concibe a sí mismo en otro papel que no sea el de presidente o dirigente. Nunca fue otra cosa. Ese hombre nunca tuvo un trabajo, nunca tuvo un empleo, nunca supo lo que era ser una persona corriente. Estuvo en la cárcel de joven y después salió a ser clandestino. Y después pasó a ser jefe de un país sin tener preparación. Teniendo nada más una educación política muy de manual que no ha podido superar. Y, por otro lado, tenés a otra persona que es sumamente ambiciosa, que tiene la capacidad de organización que no tiene Daniel Ortega. Rosario Murillo tiene capacidad de hacer creer y de manipular los sentimientos populares.
-En un artículo reciente advertía que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo es un cáncer y un problema para otros países.
-Bueno, si nos ponemos a ver, es como que se copian. En Nicaragua, entre otras cosas, hay una actitud de insolencia absoluta contra otros gobiernos que han tenido la decencia de llamarlos al orden. De decirles, “miren, ustedes están violando los derechos humanos, están condenando a sus sacerdotes”, y que han intercedido por los presos políticos, escandalizados por ver lo que está pasando en Nicaragua y les han respondido con una violencia y una vulgaridad que yo jamás había visto en comunicaciones diplomáticas. Estamos viendo a (Nayib) Bukele que se quiere reelegir. Estamos viendo estos impedimentos de entrar al país que los está usando ahora Maduro. El ejemplo de no acatar la forma de funcionar de los países civilizados está siendo copiada por otros países de Centroamérica y hasta de América Latina. Entonces uno tiene que pensar: este es un problema serio porque este hombre está diciendo: no necesito rendirle ningún respeto a nadie, yo hago lo que me da la gana en mi país en nombre de la soberanía nacional. Y eso me parece que es un cáncer, un peligro de contagio y de crear una situación de un Estado paria y que está diciendo: yo funciono así. Están haciendo una cantidad de cosas que son absolutamente desafiantes de todas las normas de convivencia entre Estados. ¡Es una cosa nunca vista! O sea, es como un par de personas haciendo rabietas infantiles contra el mundo entero y contra su propia población.
-¿Y a la izquierda cómo la ve? Porque muchas veces se siente una dualidad: critican algunos asuntos del régimen nicaragüense, pero sienten que tienen la obligación de respaldarlo en tanto es uno de los suyos.
-La izquierda tiene ese vicio. Desde el tiempo de la Unión Soviética se veían un montón de problemas, pero había como una especie de acuerdo tácito de que, como existía ese mundo bipolar, entre el capitalismo y el socialismo, el sistema socialista se acuerpaba entre los diferentes países y eso ha quedado como rémora. La izquierda que creyó tanto en la Revolución Sandinista y en Daniel Ortega, como representante, como cara visible, no puede creer lo que ha pasado y les cuesta mucho aceptar que esta misma persona está haciendo las cosas que está haciendo. Y ellos manejan este discurso del golpe de Estado y de todo el imperialismo contra ellos, otra vez. Están reeditando el discurso de los años 80.
-¿Qué evaluación haría de la oposición nicaragüense?
-No quiero hacer una evaluación sobre la oposición nicaragüense. No hay en este momento condiciones para organizar a la oposición. Ha habido mucho desplazamiento, todos nosotros estamos dispersos, nos han tirado por todas partes del mundo. Ha sido muy doloroso, la gente que estuvo presa tanto tiempo. Todo mundo en unas condiciones que nunca pensó tener y eso es, precisamente, lo que ellos han tratado de hacer: dejarnos en las condiciones más difíciles para que no tengamos la posibilidad de organizarnos. Pero, están equivocados. Esto va a tardar un poco, pero yo creo que la intensión, la fuerza, la claridad de visión, existe. Eso es lo que al final de cuentas va a lograr que la oposición nicaragüense ocupe el lugar que tiene que ocupar contra esta dictadura.
-¿Se ve Gioconda Belli regresando a Nicaragua, regresando a la casita con la vista al lago?
-Sí, claro que me veo. Esa es mi visión optimista. A veces me veo como en un sueño, volviendo. Yo digo que sí voy a volver a Nicaragua ya sea viva o muerta. Espero llegar viva. Si no llego, Nicaragua jamás va a salir de mí. Nicaragua está tan profundamente vinculada a mi ser que nadie me la puede quitar.