La ampliación de los BRICS corre el riesgo de ser una trampa para Brasil, empezando por la defensa de los derechos humanos

El ingreso de naciones gobernadas por regímenes autoritarios o dictaduras es una victoria para China, que se refuerza con un bloque de países con valores mucho más cercanos a los suyos que las democracias

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El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; el presidente de China, Xi Jinping; el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa; el primer ministro de India, Narendra Modi; y el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, posan para una foto de familia de los BRICS durante la Cumbre en el Centro de Convenciones Sandton, en Johannesburgo, Sudáfrica (GIANLUIGI GUERCIA/Pool via REUTERS)
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; el presidente de China, Xi Jinping; el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa; el primer ministro de India, Narendra Modi; y el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, posan para una foto de familia de los BRICS durante la Cumbre en el Centro de Convenciones Sandton, en Johannesburgo, Sudáfrica (GIANLUIGI GUERCIA/Pool via REUTERS)

La cumbre de los países BRICS que terminó el jueves en Johannesburgo, Sudáfrica, más allá de los desfiles oficiales y las declaraciones retóricas, puede convertirse en una peligrosa trampa para Brasil, que ahora corre el riesgo de perder su imagen de país super partes, especialmente en política exterior. A pesar de las entusiastas declaraciones de Lula sobre la expansión del bloque - “ahora representamos el 36% del PIB mundial”, dijo - el presidente tendrá que contar pronto con la realpolitik de Rusia y, sobre todo, de China, que se perfila como la verdadera ganadora de la cumbre. La ampliación a otros seis países (Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita), los último cinco gobernados por regímenes autoritarios o dictaduras, es una victoria para Pekín, que se refuerza con un bloque de países con valores mucho más cercanos a los suyos que las democracias.

Según varios analistas, es plausible imaginar que en el escenario internacional China invite a los BRICS a defender sus posiciones. Por eso, fuentes cercanas a la cancillería brasileña, el Itamaraty, confirmaron a Infobae la preocupación de la diplomacia por hacer convivir ahora la agenda progresista de Lula dentro de ese bloque.

El dilema de los BRICS” se ha bautizado en los pasillos de Brasilia al impasse en el que el país sudamericano corre el riesgo de quedar atrapado ante los ojos del mundo. Cabe preguntarse ahora, por ejemplo, cómo se coordinarán las posiciones de los BRICS en órganos como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y hasta qué punto se utilizará la nueva alianza para enterrar las críticas a las violaciones de estos países. En la declaración final de los BRICS, aprobada el jueves, los diplomáticos brasileños consiguieron que el texto mencionara explícitamente la defensa de los derechos humanos y la democracia. Pero, en realidad, está por ver cómo se regulará Brasil en los organismos internacionales. Tras meses en los que el gobierno de Lula se ha mostrado ambiguo en muchas cuestiones de política exterior, empezando por la invasión rusa de Ucrania, por la que el presidente brasileño pidió una paz “en la que todos cedieran algo”, el país se ve ahora obligado por esta nueva configuración de los BRICS a una claridad estratégica que hasta ahora siempre había evitado, prefiriendo una política de ambigüedad.

Y si, con su viaje a Pekín el pasado abril, Lula había convencido a Brasil de que era China quien necesitaba desesperadamente al país latinoamericano por sus materias primas y productos agrícolas, la cumbre de Johannesburgo mostró al mundo un desequilibrio de poder, con Xi Jinping imponiéndose a todos como líder del autoproclamado Sur Global. Y la prueba de si China considera a Brasil su igual o, por el contrario, sólo un paria, como se susurra en los pasillos de Brasilia, será la admisión del país latinoamericano en el Consejo de Seguridad de la ONU. Es esta vieja ambición de Lula, desde sus anteriores mandatos, la que hizo que el presidente brasileño se tragara la apertura del bloque a nuevos países. A cambio, Lula quiere el asiento en la ONU, una cuestión sobre la que China siempre se ha mostrado reticente, incluso hace veinte años, cuando Brasil se lo pidió a cambio de ayudar a Pekín a crecer como economía de mercado. Si el intercambio no se materializara, es probable el autoaislamiento de Brasil en el bloque. Algunos analistas, como el profesor de relaciones internacionales Oliver Stuenkel, llegan incluso a plantear la hipótesis de una futura participación de Brasil en mecanismos occidentales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), para compensar el desequilibrio en el que la versión 2.0 de los BRICS amenaza con estrangular al país latinoamericano.

Lula da Silva en la cumbre de los BRICS (GIANLUIGI GUERCIA/Pool via REUTERS)
Lula da Silva en la cumbre de los BRICS (GIANLUIGI GUERCIA/Pool via REUTERS)

Según el economista británico Jim O’Neill, que en 2001, cuando era el director del área de economía global en el banco de inversiones Goldman Sachs, creó el término BRIC para designar a las principales economías emergentes de la época, Brasil podría verse perjudicado por esta nueva apertura. No sólo porque “duplicar el número de miembros del bloque reducirá claramente el papel individual de cada uno de ellos, con la excepción de China”, sino porque en el contexto latinoamericano no está claro “por qué Argentina y no México, aparte de que Argentina es públicamente más ‘enojada’ con Occidente”. En resumen, aparte del puro simbolismo, “los BRICS se están debilitando como grupo colectivo”, dijo O’Neill a BBC Brasil.

Los nuevos miembros se unirían en gran medida para estar más cerca de China y no de Brasil. A la pregunta de si, con la participación de Irán, Rusia y China, los BRICS podrían ser vistos como un “G7 antioccidental”, Lula respondió que “no se puede negar la importancia geopolítica de estos países”. Sin embargo, el diario brasileño Estado de São Paulo recuerda al presidente brasileño que “Brasil depende del acceso a la tecnología y al sistema financiero internacional y mantiene lazos históricos y culturales con el mundo occidental. Vende y tiene gran parte de su balanza comercial favorable ligada a China, pero vale la pena recordar que gran parte de la tecnología y los insumos que han hecho de la agroindustria brasileña una superpotencia en la producción de alimentos están ligados a Occidente”, escribió el periodista William Waack en su columna.

Baste mencionar que Irán ocupa el puesto 23 en el ranking de exportaciones de Brasil, representando el 1,03% de lo que Brasil exporta al mundo. En cuanto a las importaciones brasileñas, Irán ocupa el puesto 70, según los últimos datos del Ministerio de Industria del gigante sudamericano. Estados Unidos, por su parte, ocupa el segundo puesto tanto en exportaciones como en importaciones. Aunque Lula declaró en Johannesburgo que Irán es un país “extremadamente importante”, con 120 años de relaciones con Brasil, muchos se preguntan si tiene sentido económico para el país provocar a Estados Unidos con estas declaraciones ideológicas.

Numerosos analistas consideran la expansión del BRICS como algo de poca importancia, ignorando el hecho de que ser un país miembro implica un gran número de reuniones anuales intra-BRICS, no sólo de presidentes, sino de ministros, agencias reguladoras y organizaciones de la sociedad civil. Por ejemplo, la presencia de Irán en el bloque permitirá formalizar e intensificar estos intercambios también con Brasil en un momento muy delicado para América Latina, nuevo escenario de la Guerra Fría 2.0 gracias a las alianzas de China, Rusia e Irán con países no BRICS como Cuba, Nicaragua y Venezuela. Una mayor implicación del presidente brasileño en la dinámica de los BRICS en la región corre el riesgo de comprometer las relaciones con Estados Unidos, una maniobra que podría resultar un boomerang para su gobierno.

Además, el interés común por África podría empujar a Brasil a situarse al lado de los BRICS, pero sobre todo de Irán, Rusia y China. No es casualidad que aunque los nuevos miembros abarcan tres continentes, la gran mayoría de los 67 líderes invitados procedan de países africanos. Según Chris Erasmus, periodista del periódico keniano en lengua inglesa The East African, China y Rusia han situado “la inclusión de más estados africanos ricos en recursos” en lo más alto de su agenda económica de los BRICS. Pero los nuevos miembros africanos también podrían ser “un baluarte contra una mayor expansión de la OTAN” y ayudar al bloque a “sustituir al dólar como moneda internacional que denomina el comercio de petróleo, metales preciosos, minerales y otras materias primas e influye en casi todas las finanzas y el comercio internacionales”. Cabe recordar que África es el mayor bloque regional de la ONU, con cerca del 28% de todos los votos de la Asamblea General.

El presidente chino Xi Jinping (REUTERS/Alet Pretorius)
El presidente chino Xi Jinping (REUTERS/Alet Pretorius)

Según la prensa iraní, el presidente Ebrahim Raisi apunta también al continente africano, al que quiere ayudar en el frente del “desarrollo de la cooperación económica y la lucha contra el colonialismo”. Para esto, ha anunciado la exportación de servicios técnicos y de ingeniería a Sudáfrica, donde cinco refinerías volverán a funcionar con la ayuda de científicos iraníes y del Ministerio de Petróleo de Teherán. “África ofrece oportunidades” es también el mantra de Lula que, tras la cumbre de los BRICS, corrió inmediatamente a Angola acompañado de una maxi delegación de 160 empresarios para discutir el retorno de la financiación de Brasil tras el escándalo revelado por Lava Jato. La operación anticorrupción más importante de Brasil había destapado, en efecto, una red de sobornos y blanqueo de dinero en Angola por parte de constructoras como Odebrecht (que desde 2020 ha cambiado el nombre en Novonor). La empresa Exergia Brasil, propiedad de Taiguara Rodrigues dos Santos, uno de los “sobrinos” del presidente angoleño, había recibido millones de dólares como subcontratista de Odebrecht. Según la acusación, los pagos por las conferencias de Lula en Angola eran una “cortina de humo” para encubrir la intención de Odebrecht de utilizar a Lula como “garante” de los préstamos que el BNDES (el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil) concedería para obras en el país. Ahora, además de aclarar este pasado, Lula está haciendo todo lo posible para que Angola ingrese en el Mercosur, aunque muchos se preguntan en base a qué criterios, dado que por ahora es un bloque comercial entre cuatro países sudamericanos. No es casualidad que el presidente de Angola João Manuel Lourenço, tras su reunión de ayer con Lula, dijera con entusiasmo que ve a Brasil como “la puerta de entrada de Angola al Mercosur”.

Lula, en definitiva, podría utilizar los BRICS para institucionalizar sus relaciones con regímenes autoritarios controvertidos o para resucitar dinámicas que se han revelado arriesgadas en el pasado. En cuanto a los beneficios reales de la anexión de estos nuevos países al bloque para la economía nacional, la prensa brasileña señala que tres de los nuevos miembros del BRICS son exportadores de fertilizantes, un producto muy demandado por el gigantesco sector agroindustrial brasileño que ya importaba de dos países fundadores del bloque, Rusia y China, que controlan el 30% del mercado internacional según datos de Naciones Unidas. De hecho, son cerca de 32 millones de toneladas de nitrógeno, fósforo y potasio, la llamada cadena NPK en términos técnicos, que Rusia y China producen cada año. Pero ahora la entrada de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, entre otros, en el club anti-G7 abre un espacio para acelerar las negociaciones sobre fertilizantes, ya que estos tres nuevos miembros representan otro 6% del mercado mundial. Sobre todo teniendo en cuenta que el conflicto de Ucrania había limitado inicialmente las exportaciones de Rusia.

Hay que recordar, sin embargo, que los BRICS no tienen acuerdos comerciales. Los acuerdos son bilaterales. Y en concreto, el comercio con estos países que ahora se han adherido es muy limitado”, explicó Lia Valls Pereira, investigadora del Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getulio Vargas al diario Estado de São Paulo, “lo que pueden constituir es un posible frente para tener más peso en las organizaciones multilaterales”. Brasil también podría encontrarse en una posición delicada ante el proyecto de una moneda común de los BRICS. Para el economista Silvio Campos Neto, “habrá que ver cómo navega Brasil en este complicado mar. Fundamentalmente, una alineación completa con las ambiciones de China podría provocar una fuerte oposición a Estados Unidos y Europa”.

Para Brasil no vale la pena arriesgarse a estar en el lado equivocado de la historia, como advierte Anu Anwar, de la Universidad de Harvard, que considera muy improbable la posibilidad de una dominación global del bloque. Para Anwar, “ninguno de los miembros del BRICS tiene una alianza militar entre ellos y es muy poco probable que la formen en un futuro próximo. Aunque la ampliación del número de miembros para incluir algunas potencias medianas y actores regionales podría efectivamente alterar significativamente el equilibrio de poder mundial, es poco probable que contribuya a la formación de un orden internacional alternativo”.

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