La plaza central que es el corazón político de Ciudad de Guatemala, la capital del país, estaba llena. Tan llena como lo estuvo durante varias jornadas en 2015, cuando miles de ciudadanos celebraron la renuncia de un presidente acusado de corrupción. La noche de este último miércoles 16, la plaza volvió a reunir a miles, esta vez para el cierre de campaña del Movimiento Semilla, que este domingo se mide en segunda vuelta de las presidenciales a la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), un viejo partido de orígenes progresistas reconvertido, de la mano de su candidata presidencial, en una mezcla de viejos operadores políticos, veteranos militares, pastores evangélicos y caciques locales.
A menos que se produzca un vuelco mayúsculo en el electorado que nadie anticipa o se consume un fraude cuyo precedente habría que buscar medio siglo atrás, Bernardo Arévalo, el candidato presidencial de Semilla, y Karin Herrera, su vicepresidenciable, están en ruta para imponerse en el balotaje. Las encuestas publicadas en las últimas horas así lo indican: todas dan a Arévalo amplias ventajas respecto a Sandra Torres, la ex primera dama que lidera la fórmula presidencial de la UNE. CID Gallup da a Arévalo una ventaja de 22 puntos. El periódico Prensa Libre, uno de los de mayor circulación en Guatemala, cifra la diferencia en casi 30 puntos a favor de Semilla.
Los números de Arévalo y Semilla no han hecho más que crecer desde que, el 25 de junio pasado, dieron la sorpresa al colarse al balotaje tras quedar en el segundo lugar de la votación, solo por detrás de Torres, y dejar en el camino a varios candidatos acuerpados por las élites políticas y empresariales.
Atrás quedaron, en la primera vuelta, Manuel Conde, del partido Vamos, el delfín del presidente Alejandro Giammattei, quien deberá dejar el poder el próximo enero, cuando quien gane el domingo deberá, por indicación constitucional, jurar como jefe o jefa del Ejecutivo. Atrás quedó también Zury Ríos, la hija del exdictador Efraín Ríos Montt y favorita de la ultraderecha local, a quien aliados políticos en instituciones como las altas cortes del país, el Congreso o el mismo tribunal electoral fueron allanando la ruta a punta de resoluciones administrativas que desconocieron una prohibición constitucional a su candidatura por ser su padre protagonista de un golpe de Estado.
Nadie, antes de la primera vuelta, daba a Semilla como un competidor. La oposición a Giammattei, Ríos, y a la misma Sandra Torres, cuya bancada en el Congreso actual también le ubicó en el tablero del pacto político gobernante, fijó una primera esperanza en el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), el único partido con arraigo en organizaciones indígenas, sobre todo de origen maya. Al MLP, sin embargo, el pacto lo canceló en las primeras semanas de campaña al bloquear la candidatura de Jordán Rodas, ex procurador de derechos humanos y candidato a la vicepresidencia.
Vinieron, luego, más impugnaciones que llegaron a oídos de la comunidad internacional, sobre todo de la Organización de Estados Americanos (OEA), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el Congreso de los Estados Unidos y la Casa Blanca. La reacción primera a lo que los afectados como el MLP llamaron fraude adelantado fue más bien tímida y se limitó a la emisión de comunicados que pedían al gobierno de Guatemala garantizar la libre participación en las elecciones.
Mientras todo eso pasaba, el Movimiento Semilla no aparecía en encuesta alguna. Al llegar el 25 de junio, canceladas las opciones de la oposición, los candidatos oficialistas no lograron siquiera acercarse al doble dígito en los porcentajes de votos recibidos. Semilla había capitalizado el rechazo a los gobernantes.
“Ellos (el pacto gobernante) confiaron, nunca se percataron, no pasó bajo sus radares. Ningún analista, ninguna encuesta decía que Bernardo Arévalo iba a ir en la segunda vuelta. La población guatemalteca fue muy hábil: como les quitaron las otras opciones votaron por el partido que tuvo la capacidad de que la población viera algo decente, que es lo mínimo que se puede esperar en una democracia”, dijo el ex procurador Rodas en una entrevista reciente.
Sandra Torres, la ex primera dama, quedó en primer lugar, como lo había hecho hace cuatro años, en 2019, cuando perdió en segunda vuelta ante Giammattei. Hace ocho años, en 2015, Torres también había quedado relegada en el balotaje frente a Jimmy Morales, un comediante televisivo entonces desconocido que terminó sus días como presidente escondiéndose en un fuero obtenido como parlamentario centroamericano para escapar de la persecución penal por actos de corrupción.
De acuerdo con las encuestas recientes, Sandra Torres está en camino de repetir, una vez más, su historia electoral y a perder por tercera vez en una segunda vuelta. Ella, sin embargo, se resiste a darse por vencida. Desde que supo que su competidor sería Arévalo y Semilla, un movimiento ciudadano surgido en las protestas de 2015 alrededor de reivindicaciones progresistas y anticorrupción, Torres, quien en campañas pasadas coqueteó incluso con postulados socialdemócratas, se vistió con el traje más conservador.
Tras la primera vuelta, la ex primera dama se postuló como “defensora de la familia” y acusó a Arévalo, en una clara apuesta por el creciente voto evangélico en Guatemala, de defender una agenda progresista “ajena” a los valores guatemaltecos. También pactó Torres con veteranos militares, algunos de los cuales han sido relacionados con crímenes de lesa humanidad cometidos durante el conflicto interno entre los 60 y los 80. Apeló, como siempre lo hizo, a todos los operadores políticos que unen los hilos entre la UNE, el partido gobernante del presidente Giammattei e incluso representantes de la ultraderecha, que siempre la vio de menos o como adversaria política. Al decir de las encuestas nada de eso funcionó.
El último cartucho de Torres ha sido seguir el guion marcado por el Ministerio Público (MP), cuya jefa, la fiscal general Consuelo Porras, es aliada política de Giammattei y ha sido acusada por Estados Unidos de ser una funcionaria antidemocrática y corrupta. Cuando Semilla ganó, en junio pasado, Porras envió a Rafael Curruchiche, jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI) y su operador más importante, a abrir un caso penal contra el partido de Arévalo.
El jueves 17 de agosto, 72 horas antes de la segunda vuelta electoral, Curruchiche subió un vídeo en sus redes sociales en el que, sin presentar pruebas, dijo que Semilla era sospechosa de falsificar firmas para inscribirse como partido político y que miembros del movimiento habían sido contratados como digitadores de resultados electorales. Pocos minutos después, en un acto público, Sandra Torres pidió explicaciones al candidato Arévalo y lo acusó de preparar un fraude masivo.
Antes de eso, en un video filtrado a la prensa guatemalteca, surgían pistas de que una dirigente territorial de la UNE, el partido de Torres, pedía a los fiscales de mesas electorales exigir la anulación de todas las urnas en las que Semilla gane la elección.
El estertor del “pacto de corruptos”
El temor a un eventual triunfo de Arévalo y Semilla ha puesto en la misma cama a antiguos adversarios, incluso en el seno del pacto de actores políticos que ha gobernado Guatemala en los últimos años. Uno de los emparejamientos más insólitos es el de piratas cibernéticos y abogados relacionados con la extrema derecha que han emprendido, junto a Torres, una guerra electoral contra el partido progresista.
Una de esas personas es Raúl Falla Ovalle, abogado de la Fundación contra el Terrorismo y querellante particular en varios casos contra ex investigadores, ex fiscales y contra un periodista, todos críticos del pacto gobernante.
El 15 de agosto pasado, Falla Ovalle publicó en su cuenta de la red social X, antes Twitter, una supuesta doble plana publicada en el diario El Heraldo de México, en el que fuentes anónimas atribuían a Semilla un intento de fraude. Un día después, el diario mexicano desmintió la información y dijo que se trataba de una versión falsa del periódico.
Otras cuentas de X, anónimas y que suelen reproducir contenidos de Falla Ovalle y de la FCT, se han sumado a las acusaciones falsas contra Semilla y el apoyo a Torres. Dos de esas cuentas, apócrifas, son Yes, Máster y Eriol GT, especializadas en ataques a opositores, periodistas y operadores de justicia exiliados durante los gobiernos de Jimmy Morales y Alejandro Giammattei luego de que abrieron investigaciones contra el expresidente, contra el mandatario actual, contra empresarios que apoyan al pacto gobernante y contra la misma Torres. Ambas cuentas suelen tener información privilegiada del Ministerio Público en casos abiertos contra opositores y críticos.
En las últimas horas, estas cuentas han arreciado sus ataques al Movimiento Semilla y han adelantado que fiscales del MP, dirigidos por Rafael Curruchiche y Consuelo Porras, preparan órdenes de arresto contra personal inscrito en el partido. “Es muy posible que Bernardo gane el domingo, pero empezarán a atacarlo el mismo lunes (21 de agosto, un día después de las elecciones)”, dijo a Infobae una investigadora guatemalteca quien habló desde el anonimato por razones de seguridad.
Los ataques cibernéticos son solo una de las herramientas en el manual utilizado por estos operadores guatemaltecos en contra de quienes en su momento investigaron a los políticos y empresarios que hoy están a un paso de perder el poder en caso de que Semilla triunfe el domingo.
Las cuentas piratas en redes sociales, o netcenters como se les conoce en Guatemala, nacieron a la vida política en el país a principios de la década pasada, durante la presidencia de Otto Pérez Molina, el presidente derrocado por actos de corrupción en 2015, según lo determinó en 2019 la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), una fiscalía supranacional que apoyó al MP local en investigaciones de alta corrupción y crimen organizado.
Cuando, entre 2014 y 2015, la fiscalía guatemalteca investigó a la entonces vicepresidente Roxana Baldetti decomisó documentos y obtuvo testimonios que evidencian el uso de los netcenters y los piratas cibernéticos en ataques políticos, entre ellos los relacionados a organizaciones como la Fundación contra el Terrorismo y a otros operadores políticos que hoy repiten las acusaciones de Sandra Torres contra Semilla.
En las elecciones de 2015, luego de las investigaciones de la CICIG y el MP que pusieron en evidencia las redes políticas que han gobernado Guatemala desde principios de siglo, Sandra Torres no era, aún, parte del pacto gobernante. Acusada de vínculos izquierdistas por la derecha, rechazada por el poder empresarial y sin contar con el beneplácito de Washington, la ex primera dama siempre la tuvo cuesta arriba. Estados Unidos sospechaba de ella, entre otras cosas, por sus nexos con Gustavo Alejos, un operador político que influyó de forma ilegal en la conformación de las altas cortes del país.
Durante el gobierno de Giammattei, sin embargo, Torres construyó vínculos a través de la bancada de la UNE en el Congreso. La unía con los poderes gobernantes, además del cálculo político de buscar una nueva oportunidad en las presidenciales, el odio por la CICIG y el Ministerio Público previo a Consuelo Porras, la fiscal actual aliada al presidente. Tanto a Giammattei como a Torres la comisión internacional los investigó, a ella por financiamiento electoral ilícito y a él por facilitar ejecuciones extrajudiciales cuando fue jefe de las cárceles guatemaltecas a principios de siglo. Ambos pasaron temporadas en prisión.
Este domingo, el pacto de políticos que aún gobierna el país y que ahora parece obrar en conjunto para entorpecer el camino electoral del Movimiento Semilla, se enfrenta a Bernardo Arévalo, el profesor universitario, exdiputado de una minoría de centro izquierda, y ex diplomático que se convirtió en el candidato a vencer.
Pero, como adelantó la investigadora con la que habló Infobae, si al final Arévalo y Semilla ganan, es muy posible que la guerra política no termine. Lo adelantó el mismo fiscal Curruchiche al decir que, después del 20 de agosto, “tendrán que registrar en el sistema la suspensión del partido político” Semilla.
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