(Desde Montevideo, Uruguay) Durante su etapa como periodista, Fernando Villavicencio, el candidato presidencial de Ecuador asesinado este miércoles, investigó la corrupción de su país y sus trabajos concluyeron que hubo un vínculo con Uruguay en negocios petroleros.
Villavicencio denunció en 2013 irregularidades en la firma y ejecución de un contrato de intercambio de crudo entre Ancap y Petroecuador, que tenía la intermediación de la empresa de trading de petróleo Trafigura. Por las triangulaciones, se estima que Ecuador perdió al menos USD 205 millones, informó el noticiero Telenoche del Canal 4 uruguayo.
El candidato presidencial asesinado escribió que hubo compras entre Petroecuador y Ancap por las que no hubo convenios suscritos ni contratos de compra-venta.
El tema estuvo en la Justicia en Uruguay y Ecuador, pero no tuvo mayores consecuencias.
Hace nueve meses, Villavicencio explicó este caso en la televisión de Ecuador. Mostró una foto del expresidente ecuatoriano Rafael Correa en la planta refinadora de crudo liviano de Ancap, la empresa estatal petrolera de Uruguay. Al mostrar esa imagen, comentó que se trataba de un “gran show entre Rafael Correa y Raúl Sendic”, quien fue presidente de la petrolera y luego vicepresidente de la República durante el gobierno del Frente Amplio.
“Intermediación uruguaya”
Villavicencio dedica un fragmento de su libro Ecuador. Made in China a profundizar en lo que denominó la “intermediación uruguaya”. En la publicación explica que la falta de capacidad de refinación en Ecuador lo obliga a “exportar materia prima barata (petróleo) e importar derivados caros”.
“Para superar ese incómodo escenario, se suscribieron alianzas estratégicas con los gobiernos amigos, los cuales debían procesar nuestro crudo en sus refinerías y a cambio entregarnos combustibles obtenidos en sus plantas. El resultado sería obvio: supresión de intermediarios, reducción de costos y precios, eliminación de las comisiones, materialización de la solidaridad; la fórmula cuasi perfecta”, dice el texto
El gobierno de Rafael Correa suscribió varios convenios con el Estado uruguayo, que tiene una refinería comparativamente pequeña y no cuenta con saldos exportables. Las empresas públicas ecuatorianas Petroecuador y Petroamazonas, en tanto, tienen tres plantas de refinación con una capacidad muy superior a la de Ancap. La de Montevideo es de 50 mil barriles por día, mientras que las tres ecuatorianas suman 980 mil, según los datos que manejó el autor del libro publicado en 2013.
Villavicencio recordó un convenio entre Ecuador y Uruguay, firmado por los presidentes José Mujica y Rafael Correa, que tenía el objetivo de “eliminar a los intermediarios del comercio de crudo y derivados” y las empresas petroleras también firmaron un convenio de intercambio de hidrocarburos.
Uno de los negocios incluyó cinco cargamentos de crudo de oriente, de 380 mil barriles cada uno, por un total de 1,9 millones. A un precio promedio de USD 90 significan USD 171 millones, solo en petróleo. Según los cálculos del autor, los cinco cargamentos de derivados significaron USD 228 millones que el gobierno de Correa entregó al Estado uruguayo, en una “acción que no está exenta de beneficio”.
No hubo licitación ni contratos en el manejo de un negocio de USD 400 millones que fue manejado por el trader Trafigura.
Los cargamentos de Ancap, a su vez, no cumplían con los requerimientos de Petroindustrial, la estatal ecuatoriana encargada de la industrialización del petróleo.
El 12 de enero de 2010, Petroecuador adjudicó varios cargamentos de crudo a Ancap y adquirió otros de combustible sin que se haya suscrito ni un convenio de intercambio ni contratos de compra venta, como dispone la reglamentación. “Nunca antes en los cuarenta años de comercialización de hidrocarburos en el Ecuador hubo tanto trastorno y desajustes”, afirma el autor.
El acuerdo entre los países implicaba que Ecuador debía entregar el crudo a Uruguay, que devolvería diesel y otros derivados del petróleo. Sin embargo, denuncia Villavicencio, en los hechos eso no sucedió. Su país, entonces, cedió “soberanía nacional”, lo que le causó un “innegable perjuicio económico”.
“Los cándidos se hicieron de la vista gorda”, escribió Villavicencio.
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