Luis Carlos Galán Sarmiento molestaba. Prometía un cambio radical que transparentara la política de Colombia. Pero sobre todo empujaba con vehemencia la extradición a los Estados Unidos de los capos narcos de su país. Pero su aspiración y el sueño de muchos de que se convirtiera en presidente colombiano para pacificar el país se frustró. El 18 de agosto de 1989 un operativo organizado por el Cartel de Medellín de Pablo Emilio Escobar Gaviria terminó con su vida. Al momento de aquel magnicidio, Galán estaba concluyendo un acto de campaña en Soacha, Cundinamarca. El momento del asesinato quedó registrado por una cámara.
En la noche del miércoles 9 de agosto, pero 24 años después, Ecuador vivió una situación idéntica. En Quito, luego de concluir un mitin electoral, el candidato presidencial Fernando Villavicencio fue asesinado. Recibió una batería de disparos cuando abordó el vehículo que lo transportaría hacia su hogar. El hecho generó una conmoción inmediata y la reacción del gobierno de Guillermo Lasso que decretó el estado de excepción y el luto nacional.
Villavicencio, como Galán, había basado el mensaje de su campaña en las denuncias contra el crimen organizado, sus vinculaciones con la política y la corrupción. Dos días antes de ser ultimado por un batallón sicario, el periodista y ex legislador había advertido en una entrevista televisada conducida por Carlos Vera que este jueves presentaría pruebas contundentes que involucraban al gobierno de Rafael Correa, quien permaneció más de diez años en el poder, década en la cual tejió relaciones íntimas con Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Evo Morales y la dictadura cubana. Formó parte de los años dorados del Socialismo del Siglo XXI.
Esta vez, la denuncia de Villavicencio iba por otro lado. Tenía que ver con los manejos turbios con el petróleo, el otro oro -además del narco- que también que financió al populismo latinoamericano durante años. “El gran problema de este país, de nuestro empobrecimiento, es la corrupción. Nuestro país es un país rico, no le falta plata; le sobran ladrones... Los que transan con las mafias son derrotados y tienen su propia funeraria por adelantado”, agregó.
Correa se convirtió así en el máximo rival y el objetivo de todas las denuncias de Villavicencio. Fueron sus investigaciones que lo llevaron al banquillo y lo condenaron, finalmente. El postulante presidencial se refería al ex jefe de estado como “el prófugo”. Será difícil conocer en detalle qué tenía guardado sobre el correísmo. Pero el destino del periodista recuerda otra muerte inoportuna de la historia latinoamericana en circunstancias similares: Alberto Nisman fue encontrado sin vida en su apartamento de Buenos Aires un día antes de presentarse ante el Congreso argentino para denunciar al gobierno de entonces por un pacto con el régimen de Irán.
La esposa de Villavicencio, Verónica Sarauz, no rodeó con eufemismos los verdaderos motivos detrás del magnicidio de su marido: “Lo asesinaron porque fue el único que se enfrentó a las mafias políticas y a los narcotraficantes”. Ecuador vive momentos de extremo dramatismo interior. La violencia se multiplica de la mano de bandas criminales y narcotraficantes con relaciones carnales con gran parte de la política a la que financia oscuramente.
En una intervención explosiva, Villavicencio había revelado los nexos que unían al correísmo con el hijo del presidente Gustavo Petro, Nicolás, quien confesó que la campaña presidencial de su padre estuvo financiada con dinero ilegal del narcotráfico. “Este es un caso gravísimo, más aun considerando que quien dirigió la campaña electoral de Petro fue el sentenciado y prófugo de la justicia Vinicio Alvarado Esquivel, que también dirige la campaña de Luisa González y Andrés Arauz en Ecuador”, dijo el ex periodista. ¿Las pruebas que prometió mostrar este jueves el ex legislador y candidato estaban vinculadas con este escándalo?
La autoría del crimen de Villavicencio todavía no está clara. Seis sospechosos fueron detenidos a los pocos minutos de que ocurriera la matanza. Es evidente que el magnicidio está atravesado por el sicariato, pero no se sabe qué banda narcoterrorista está detrás de él. Se menciona al Cartel de Sinaloa, con operaciones en Ecuador, y a su cabecilla local, José Adolfo Macías Villamar, alias Fito. Fue este capo mafioso quien había lanzado la amenaza más seria contra el ex edil ecuatoriano el pasado 31 de julio. Fito es el jefe de Los Choneros, un grupo originario de la ciudad de Chone, en la provincia de Manabí, que mantiene importantes nexos con aquella corporación mexicana.
Más allá del sello que lleve el asesinato, el hecho muestra la penetración amazónica del narcotráfico en América Latina. Venezuela, Colombia, Perú y Bolivia padecen el mismo fenómeno en los más altos niveles. La catarsis confesional de Nicolás Petro ante la justicia colombiana dejó en evidencia la financiación proveniente del comercio de drogas de la campaña presidencial de su padre. La guerra interna que se vive en Bolivia entre diferentes facciones políticas del Movimiento Al Socialismo (MAS) guarda detrás el mismo ADN. La tranquilidad con que se manejó -y jugó al fútbol televisado- el uruguayo Sebastián Marset en tierra de Evo Morales y Luis Arce registró niveles insólitos de impunidad.
En Venezuela, las acusaciones sobre Nicolás Maduro continúan vigentes: está señalado como uno de los líderes del Cartel de los Soles y por sobre su cabeza pesa una recompensa de millones de dólares que ofrece el Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Junto a él figuran Diosdado Cabello, uno de los símbolos históricos del régimen chavista, entre otros acusados.
En el resto de la región pueden verse ejemplos más o menos grandes sobre financiación de candidatos y partidos políticos por parte de grupos vinculados al narcotráfico. México es, sin dudas, el lugar donde las bandas criminales tienen más presencia dirigencial y más condicionan a sus auspiciados a lo largo de sus mandatos. Desde lo más alto del poder hasta los pueblos más insignificantes de frontera, donde el estado son los carteles.
El magnicidio de Villavicencio deja en evidencia no sólo la penetración del narco en la política ecuatoriana desde hace años, sino que sirve -dramáticamente- como recordatorio de que esa metodología se adentró profundamente en todo América Latina. Y nada parece detenerlo.
Twitter: @TotiPI
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